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2007 5 Enero 2016

 

 

La piel como objeto poético
Ismael Vidales Delgado

 

Creyente sólo de lo que toco, yo te toco,
mujer, hasta la entraña, el hueso,
aquello que otros llaman alma, tan unida,
tan cerca de la carne mortal y voluptuosa
o siempre ardiente o nunca maltratada
sino dulce, oscilante entre querer
y subir, adentro de la espuma.
“La Piel”, poema de Jaime Labastida

Monterrey.- Lady Gaga, la controvertida cantautora, productora musical, bailarina y pianista de pop estadounidense, lleva tatuada en el brazo una frase del poema “Letter to a young poet”, escrito por el poeta y novelista moderno austro-germano, Rainer María Rilke.

La actriz estadounidense Megan Fox tiene sobre su espalda la frase de William Shakespeare: “We will all laugh at gilded butterflies”, que podemos traducir a “Nos reiremos de las mariposas doradas”; y en su cintura tiene tatuado un poema que ella misma escribió: “Érase una vez, una pequeña niña que no conocía nada del amor hasta que un chico le rompió el corazón”.

La cantante y actriz estadounidense, Evan Rachel Wood, se tatuó una frase del poema de Edgar Allan Poe: “A dream with in a dream”; y la inglesa Victoria Beckham tiene un tatuaje de una leyenda hebrea en la nuca. Definitivamente, la piel representa un atractivo especial a los poetas y a los no poetas. ​

El verso se da espontáneo, y recorre muslos, piernas, sexo, senos, labios, espalda… y parece que gritara ¡Anda poeta, escribe sobre mi piel el amor que ya te enciende!; y el bardo improvisado pero certero se incendia y deja correr sobre el papel los trazos que lleva en el alma y lo queman abrasadoramente casi en su totalidad, porque la fémina no deja de gritar:

Escribe sobre mi piel,
no escatimes en frases,
derrama tu inspiración
amor, hazme poesía
viviente, tus dedos sean
la punta de la pluma, que
se deslice exigente por
la suavidad, las ranuras
de mi cuerpo ardiente.

Pareciera que en los oídos del poeta retumbara el llamado de la selva, con la autoría de la piel, en esa frase que como el tam-tam de las tribus tribales retumbara bramando: ¡Anda poeta, escribe sobre mí todo lo que sabes del amor. Atentamente: la piel!

Y el poeta responde solícito y complaciente: tu piel es traje hermoso y brillante. Es el atuendo que cubre el cuerpo perfecto, que excita mis sentidos en la fiesta del amor. Tu piel es el espacio sideral que espera a este poeta para escribir con besos lo que te define: el poema del deseo.

La piel, no hay duda, es principio, tránsito y fin de la imaginación, los deseos, la pasión y la quimera del verso animado por una copas y un eventual abandono, los ingredientes necesarios para espetar a la hoja blanca: tu piel es el destino de mis manos excitadas. Para ir de inmediato a dar atención a otro deseo que aflora de manera espontánea: quiero sentir tu piel mojada y palpitante, exigiendo que mis manos la recorran sin pudor y que encuentren los puntos precisos del placer.

La escritura minimalista, adquiere excelsitudes poéticas si se la traza con los dedos sobre la piel de la persona amada, entonces se convierte en el objeto del deseo, de la pasión, del amor y del poema. La escritura sobre la espalda o sobre el vientre adquiere dimensiones de compendio literario que permite todo género de desobediencias a las reglas sintácticas y gramaticales, vamos, permite el juego, la sensación directa, sonora, el desenfado y la conversión del vientre o de la espalda en un espacio mágico alucinado.

La piel, es desde siempre un exquisito objeto sensual, amoroso, pasional, díganlo si no “La amada inmóvil”, “Ante un cadáver", y otros en los que pareciera que el poeta, representando al género humano, gritara con Rilke: “La hora gravita sobre mí y me alcanza con su claro sonido metálico/ mis sentidos tiemblan conmovidos, Siento; puedo…./Soy dueño de la plasticidad del día”.

Y desde las entrañas de la tierra, el bardo surge una vez más, solo, para hacer presencia y para que no se olvide, que la piel, quebradiza y muerta, desgaja el viento y el tiempo… se caen los deseos y se desvanecen los sueños, se caen las uñas y las promesas y sin deseos, sin sueños, sin cuerpo, sin ser… alcanzando a musitar suavemente: ¡quiero cambiar de piel, porque en esta no cabe ya más un solo signo!

 

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