Cambiar el rumbo
Lupita Rodríguez Martínez
Monterrey.- Mientras el peso continúa en picada frente al dólar –encarecido como nunca antes–, el petróleo –abaratado como nunca antes– cae incontenible porque en los mercados internacionales hay abundancia de lo que alguna vez fue llamado el “oro negro”.
Y, para alarma nacional, todo indica que la abundancia del petróleo seguirá incrementándose en las diversas regiones productoras.
Como ejemplo del inédito y complejo asunto, Irán -país miembro del llamado “eje del mal” hasta hace poco tiempo- recibió el perdón de sus pecados por parte de los gobiernos del bloque occidental; es decir, a partir de este año puede volver a exportar libremente sus hidrocarburos, además de tener acceso a cantidades multimillonarias en dólares.
Al corto plazo se puede calcular una caída mayor en el precio del barril, porque Irán es una superpotencia energética, ya que nivel mundial ocupa el cuarto lugar en reservas de petróleo y primero en gas natural.
La cruda realidad del crudo es que hay compañías petroleras que ya no pueden seguir extrayendo ni exportando, porque su producto tiene un precio inferior a cero dólares por barril.
¿Qué va a pasar en México?
Así como el petróleo mexicano fue objeto de todos los abusos habidos y por haber, hoy nuestros gobernantes deben voltear a ver hacia otras áreas de mayor rentabilidad para mantener a flote la estructura productiva del país. En los hechos se requiere de una nueva reingeniería de producción, porque la perspectiva del “oro negro” ya se agotó.
Parece que la salida más viable -aparte de la venta de dólares de las reservas monetarias internacionales, de ajustes presupuestales y recortes laborales- es aumentar sustancialmente los impuestos, pero a los sectores de mayor ingreso, con el fin de mantener cierto equilibrio sin endeudar más al país, porque la deuda pública y sus intereses son un pesado fardo que cargan los mexicanos trabajadores, sobre todo los más empobrecidos.
Con el dólar caro y el petróleo barato, aunado con la crisis de inseguridad que prevalece a lo largo y ancho del territorio nacional, el entorno económico, político y social no es nada alentador.
El gobierno federal se ha empeñado en dar cifras bondadosas y tratar de convencer a la población de que México está creciendo a pesar del panorama económico internacional adverso. Sin embargo, la realidad demuestra que no es así y que el país puede sufrir una de sus peores crisis económicas.
De por sí la situación económica de México siempre ha sido frágil, más aún cuando arrastra un mayor déficit fiscal con relación al año pasado y todavía más con un peso débil frente al dólar y un precio del petróleo que transita por su momento más desfavorable de la historia, ya que el 24% de los ingresos totales provienen de la renta petrolera.
Todo ello va a generar mayor endeudamiento y disminución de las reservas monetarias, agravando el panorama económico para México y, como siempre, los más afectados serán los que menos tienen.
Lo hemos señalado en su momento y hoy lo reiteramos, consideramos que las mal llamadas reformas estructurales, impulsadas por el gobierno peñista a través del Pacto por México suscrito que los dirigentes nacionales del PRI, PAN y PRD, no frenarán los daños ocasionados por la crisis mundial, ni mucho menos serán promotoras del desarrollo mexicano.
Las contrarreformas, principalmente la energética, solamente nos conducirán a una espiral económica negativa que no tendrá fin a corto plazo y cuyas secuelas financieras no serán fáciles de superar.
La industria petrolera está casi desmantelada por la caída de precios, mientras Petróleos Mexicanos (Pemex), símbolo de la soberanía energética de México y de la riqueza nacional, día con día acumula pérdidas y es vendida en partes a inversionistas privados extranjeros.
Lo anterior comprueba, una vez más, que las políticas neoliberales no son el camino correcto para lograr el país igualitario, justo y democrático que anhelamos, sino un motivo de lucha para cambiar el rumbo de México.
