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2046 29 Febrero 2016

 



Número Cero
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- La señora Mireya Flores de Rábago, por conducto de mi hija Virginia, me envió Número Cero, el libro de Umberto Eco que me moría por leer. Gracias mil, amiga. La considero como tal porque, como decía mi maestro Unamuno, “qué mejor prueba de amistad que leerlo a uno”.

Devoré la pieza, que debería ser lectura obligatoria en las escuelas de Periodismo, si es que los estudiantes saben leer. Como periodista y animal político, Número Cero me causó al tiempo un gran placer –Eco usa la pluma para algo más que rascarse el ombligo– y me provocó una seria preocupación.

En realidad, el tema central es la Operación Gladio, la preparación de un golpe de Estado a mediados de los años cincuenta, financiado y dirigido por la CIA, el Pentágono y la OTAN, para reinstalar en Italia una dictadura fascista. Los organizadores emprendieron desde el principio una campaña de terrorismo: atentados dinamiteros, asesinatos de personajes públicos y todo eso.

Por una afortunada serie de circunstancias, y aunque los ataques contra la sociedad italiana se extendieron hasta los últimos años de los setenta, se frustró el asalto para tomar el poder. Hay una amplia documentación al respecto. El motor de Operación Gladio, lo digo con tristeza, era la logia masónica P2, con más de mil “hermanos”, todos ellos vinculados al neofascismo y ligados a las altas finanzas, los mandos militares, los dueños de los más poderosos medios de información, el Vaticano y los nostálgicos de Mussolini.

Profesionales muy bien preparados afinaron el cuartelazo. Empezaron con atentados dinamiteros de los que culparon a las izquierdas. Infiltraron a los marxistas radicales y los manipularon para secuestrar y asesinar a Aldo Moro, un político altamente respetado y respetable. Fueron creando un clima de tensión en el que la sociedad italiana tenía miedo de todo y de todos y demandaba una mano dura para restablecer el orden.

Uno de estos plutócratas –supongo que el maestro Eco se refiere a Berlusconi– tiene la idea de hacer creer a la oligarquía que va a editar un diario para extorsionarlos, y contrata a un reducido y variopinto número de redactores de cuarta categoría para que empiecen los números cero. Su propósito: mostrar los ejemplares de ensayo a quienes pretende someter a chantaje para que, enterados de que son conocidas sus granjerías, de una buena vez empiecen a abrir la cartera.

P2 fracasó, como lo apunté líneas arriba. Pero hoy veo cosas que ocurren en México que, con las variantes propias del tiempo y el lugar, parecerían encaminadas al mismo propósito.

Y hasta aquí llego, porque no voy a desvelar las sorpresas que el jefe Umberto le tiene preparadas al lector. Por favor lea el tomo. De entrada, la prosa de Eco es una deliciosa mezcla de sabiduría política y sentido del humor. Y una cátedra de alta política que obliga a la reflexión.

Pie de pregunta
Un tal Hugo Martínez quiere saber qué hacían los 43 “vándalos” de la Normal Rural de Ayotzinapa a bordo de “un camión robado”. En Iguala, desde hace muchos años, se llegó a un acuerdo tácito entre los estudiantes y los camioneros, quienes autorizan a los jóvenes a tomar las unidades para sus desplazamientos a condición de que las maneje el chofer y no maltraten los carros. HM también quiere saber –a un año y medio de la tragedia y toneladas de tinta y papel– qué hacían los normalistas a cien kilómetros de su escuela. Entiendo que su intención era viajar a la ciudad de México para participar en una protesta social. No puedo decir que me sorprenda la agresividad de Martínez. Festeja la carnicería. En su, digamos, mentalidad, la disensión es traición a la patria. ¿Es usted policía, Martínez? Porque se expresa como si lo fuera.

hugo1857@outlook.com

 

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