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2048 2 Marzo 2016

 



El izquierdista (Bernie) contra el fascista (Trump)
Juan Alberto Cedillo

 

Monterrey.- Las primeras  “reformas estructurales” que comenzaron con el presidente Carlos Salinas dejaron a la economía mexicana sin protección financiera. Como consecuencia  Wall Street nos zarandea como pluma al viento durante la cotidiana “volatilidad  en los  mercados”, desde esa época. 

En los últimos sexenios se profundizaron las reformas económicas  impulsadas por Washington, así como organismos financieros internacionales. Ante la inseguridad y violencia las reformas alcanzaron aspectos que van más allá de la economía, como nuestro sistema judicial y gracias al Pilar IV de la Iniciativa Mérida, Estados Unidos se involucró en  transformaciones sociales.

El resultado de esas reformas es que México empieza a parecerse a Puerto Rico en el aspecto político; y de seguir en esa ruta pronto tendremos el trato de “estado asociado”. Mientras que en lo económico nuestro país se convirtió en un “armón” que va enganchado al cabús que jala la locomotora norteamericana.

Por esas razones hoy en día cualquier economista informado tiene claro que una reunión del Comité de la Reserva Federal de Estados Unidos tendrá más impacto, negativo o positivo, sobre el peso, tasas de interés y la economía mexicana, que una reunión del gabinete encabezada por el presidente Enrique Peña Nieto, el secretario de Hacienda y el gobernador del Banco de México, que pretenda defender al país ante los “problemas externos”.

También por ello lo que suceda en el proceso electoral estadounidense tendrá un impacto brutal en nuestro futuro. Nos guste o no, quien gane la nominación del Partido Republicano o el Demócrata nos afectará de manera inmediata. La selección  del multimillonario racista Donald Trump para competir por el Republicano podría provocar salida de capitales extranjeros en los mercados financieros mexicanos.   

Sus políticas racistas, como crear un muro de mil 600 millas en la frontera, que según cálculos costaría 10 mil millones de dólares y que pretende que pague México, se pueden catalogar de irreales y demagógicas, pero lo cierto es que de ganar la presidencia intentará frenar la migración, sellando las fronteras con la guardia nacional y otras duras medidas.

El vertiginoso avance de Donald Trump es la gran sorpresa y lo inédito de estas elecciones en Estados Unidos. En contraparte tenemos la penetración que está logrando el senador Bernie Sanders, un liberal de izquierda que centra su campaña contra el “Establishment” y la desigualdad que ha provocado Wall Street en la economía estadounidense, la cual está empobreciendo a la otrora estable clase media, que era el orgullo de esa rica nación.

Para nuestra desgracia y la de Estados Unidos, el senador Bernie tiene menos  posibilidades de ganar la nominación que Donald Trump. Es más probable que Hillary Clinton obtenga el triunfo por el Demócrata y el rubio multimillonario sea el elegido por el partido Republicano.

Ante esa disyuntiva, los mexicanos, y sobre todo la administración de EPN,  deberemos rezar y apoyar para que triunfe en la elección la esposa del ex presidente que consentía a las becarias que realizaban su servicio social en la Casa Blanca.

Sin embargo, Donald Trump ya ganó, al sacar a las calles el conservadurismo de millones de estadounidenses dispersados en miles de pequeños poblados de la Unión Americana. Una ideología que comienza a permear en diversos aspectos de la política y la visión que pretende imponerse en  los Estados Unidos, la cual se parece a la que privaba antes de que triunfaran los movimientos por los Derechos Civiles de la gente afroamericana, que enfatiza que su poderosa nación se cierre al exterior y se concentre en sus problemas interno, y en particular que se aísle de México, con todo lo que ello implica.

 

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