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2048 2 Marzo 2016

 



Taxímetro obsoleto en viajes cortos
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- Jorge Longoria sabe tanto de transportación pública como yo de astrofísica. Qué le vamos a hacer. Los burócratas mexicanos sirven lo mismo para un puchero que para un guisado. Eso sí, el director de la Agencia Estatal del Transporte, AET, es un hombre de buen corazón. Los taxistas, nos dice, están a punto de morirse de hambre.

Llegó el momento de hacerles justicia. A la mexicana, claro está. Longoria nos da a entender que en el tercer milenio, el taxímetro es un artilugio obsoleto. Nada como dejar que el auriga fije el precio de la corrida, si se trata de un viaje corto. Lo tomas o lo dejas. Aquí nomás truenan mis chicharrones.

En recorridos más largos, seguiría siendo válido el empleo del taxímetro, pero a condición de subir el banderazo e incrementar la tarifa por kilómetro o metro, según el humor o los intereses que protege Longoria. A este buen señor le parece fatal que los carros de bases cobren una tasa mínima, “privilegio” que les está negado, más que a los trabajadores del volante, a los grandes flotilleros, de los cuales Ismael Flores es el Gran Visir.

Longoria no lo sabe –son tantas las cosas que el pobre ignora: apuesto a que no sabe cuánto paga el pasajero por el viaje del centro de Bismarck, capital de Dakota del Norte, al aeropuerto– pero el radiotaxi de base pasa a recogerte a tu casa o al lugar donde le indiques; el vehículo está limpio y por lo general tiene aire acondicionado; el manejador conoce la ciudad, trata con cortesía al pasaje y, lo que es más importante, te desplazas con tranquilidad porque sabes que no te va a asaltar ni tendrás bronca con él.

De carros de alquiler y choferes nadie tiene que decirme nada. En la familia sobran taxistas y ferrocarrileros. El sitio de autos, como lo llamábamos antes, es un Uber sin pretensiones, al alcance de todos. El carro público que se para en la calle a recogerte es una ruleta rusa. La mayor parte de los conductores son personas de bien: faenan hasta doce y catorce horas diarias para llevar comida a sus familias.

Pero en los últimos años los sicarios usan este tipo de unidades para secuestrar, extorsionar y atracar al cliente. No hay cartulinas que te informen quién es el manejador que te lleva; algunos cocheros son personas buenas pero tienes que decirles cómo llegar a Washington con Zaragoza.

Y si me dieran un dólar por cada taxímetro amañado que disfraza a medias el asalto, yo podría invitar a mis cuatro lectores a comer en los Bísquetes Obregón.

Ismael Flores está en lo suyo. Es un Rodrigo Medina en chiquito. Y Jorge Longoria es su escudero.

Es probable que se apruebe el aumento, pero esto beneficiará a los flotilleros, no al taxista.

hugo1857@outlook.com

 

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