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2048 2 Marzo 2016

 



La última oportunidad de Pablo O'Higgins
Eloy Garza González

 

Monterrey.- La obra plástica de Pablo O´Higgins (1904-1983) padeció un ostracismo de varias décadas. Norteamérica nunca lo consideró bien a bien parte de su legado pictográfico. Por un lado, llegó a México muy joven.

Por otro lado, su apego ideológico comunista lo excomulgó de los movimientos artísticos reconocidos en su país de origen, aunque participó en varias exposiciones en Nueva York.

Pero fue un muralista de trazo fino, con un sentido social que embarga sutilmente al espectador: su propaganda cromática no impone; sugiere. Nada más ajeno a su estilo que la burda exposición de sus posiciones políticas: lo suyo es la estética rural, los indígenas como seres primigenios, la agricultura como edén desparramado en murales (más bien frescos) que delatan la mano de un creador delicado.

Muchos de sus lienzos, telas dibujadas con precisión y maestría técnica, siguen ocultos. O´Higgins se casó con una mujer de Nuevo León, doña María de la Fuente, oriunda de Rayones, tierra de nogales y encinos. Con ella, don Pablo recorrió buena parte de la zona rural de nuestro estado. Se embargó de la flora agreste de nuestra región y quizá aprendió de nosotros a ser frugal en su trazo: le dimos el matiz austero que destaca sobre todo en su obra al carbón.

Buena parte de esta herencia la tiene guardada y más o menos catalogada doña María, mujer casi centenaria, en su casa de Coyoacán, no en las condiciones más optimas. Carlos Phillips Olmedo insiste en que le done todo este material artístico de valor incalculable. Sin embargo, no creo que una donación sea la mejor opción ni lo más justo para los herederos de don Pablo.

Lo ideal sería que estas telas prácticamente desconocidas de O'Higgins las adquiriera el gobierno de Nuevo León. No en donación, pero sí a un precio razonable. Se lo comenté hace unos días a Esthela Gutiérrez, secretaria de Educación local, pero no pareció importarle lo más mínimo. Quizá la UANL sería el destino más adecuado para que se monte como colección permanente en alguna de sus bibliotecas.

Pero el tiempo se agota y la capacidad de persuasión de Carlos Phillips (que en él es sinónimo de ataque a mansalva) puede hacer que todas estas obras terminen en sus manos.

No estaría de más que los nuevoleoneses nos esforzáramos para quedarnos con este valioso conjunto de telas. Sería un acto generoso y altruista para un estado que carece de este tipo de acervos de alta calidad e innegable prestigio internacional.

 

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