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2078 13 Abril 2016

 

 

Qué pena y qué vergüenza
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- El bronco no tiene remedio. Tendremos que presionar al Congreso para que apruebe el régimen de revocación de mandato. Porque, oiga usted, después de doce años de Natividad y papá Humberto, ¿todavía deberemos aguantar a Jaime Heliodoro otros cinco años y medio?

Nuestro gobernador, quien, supongo, sigue soñando que será Presidente de México, se toma fotos de abrazo y toda la cosa con personas tan impresentables como Hilario Ramírez alcalde reelecto de San Blas, Nayarit, cuyo lema de campaña fue algo así como sí robé en la administración anteror, pero fue muy poquito. Hilario merece un monumento bicéfalo: una cabeza que sea símbolo del cinismo de la burocracia política y, la otra, el reconocimiento a la estulticia de los habitantes de San Blas.

Previamente, Rodríguez Calderón posó para la imagen con Alejandro Murat, heredero al trono de Oaxaca. Hilario y Murat son priístas de hueso colorado.
Ignoro si Rodríguez Calderón le ofreció a Murat algo que no puede dar: apoyo político. Pero sí se difundió que en su incapacidad física por mantener cerrada la boca, el gobernante de Nuevo León invitó a la gente de Nayarit a promover la carrera política de Hilario, quizás con la esperanza de que en su próximo puesto público robe más.

En mi humide opinión el agrónomo, aconsejado por su Goebbels de petatieux, está tratando de forjar alianzas con el PRI, el PAN, el PRD o el diablo. Vaya usted a saber qué le habrá prometido Peña Nieto. ¿Qué le cuesta al mexiquense jurarle al bronco, con una mano sobre la Biblia, que lo hará Presidente de México en 2018? Todo esto, claro, a condición de que el de Galeana le dé banderazo a Monterrey VI.

Jaime Heliodoro comulga todos los días con ruedas de molino. Qué pena, qué vergüenza que el ex edil de García ocupe la oficina donde despacharon, con gran estilo, políticos de altura: don Arturo B. de la Garza; el doctor Morones Prieto; el maestro Rangel Frías; Jorge Treviño y don Alfonso, sólo para citar a quienes a mi juicio merecen el reconocimiento de los nuevoleoneses.

Los hombres normales sufren el vértido o mal de montaña cuando están escalando el Everest. Rodríguez Calderón no tuvo que ir tan lejos. Se subió a un ladrillo y se mareó.

hugo1857@outlook.com    


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