Suscribete

 
2082 19 Abril 2016

 

 

El mundo de hace 20 años
Cordelia Rizzo

 

Monterrey.- Dice el tango que 20 años no es nada. Dejamos Monterrey. Yo regresé un año después a palpar la ruptura de mi gente conmigo. En ese momento el mundo constante de la infancia se disuelve. 20 años después quedan añoranzas específicas, y algunas pocas relaciones. Sócrates y su familia se convirtieron en tabú. Los afectos interfamiliares, vapor.

Hace 20 años que Sócrates Rizzo García renunció a la gubernatura de Nuevo León.

Ahora que ese mundo nebuloso se aclaró puedo narrarlo. A Sócrates se le acusó de desviar fondos. 1.6 millones de pesos en 1996. Encarcelaron a varios de sus colaboradores. Yo lo sabía, y percibía que mi papá podría ir a la cárcel. Así vivimos los años previos a que Álida Bonifaz (la procuradora) lo exonerara y declarara que no había delito qué perseguir. El ex gobernador Fernando Elizondo, cuyo padre también renunció como ejecutivo estatal, lo anunció públicamente después de que fueron las elecciones.

Pero antes de que la ansiedad personal sedimentara, se emprenden búsquedas aparentemente erráticas. ¿Por qué se vuelven los niños tabú si es el padre el probable responsable? ¿Por qué los tíos y primos se vuelven intolerantes? ¿Por qué irrito tanto a mi abuela? ¿Por qué se asume que el dolor del otro es merecido y cómodo?

Los que siguen son muchos años dedicados a deshacer el galimatías social: rechazo a una familia en virtud del probable comportamiento delincuencial del padre. Agredir pasivamente a niños sucede por subterfugios que impone la corrección política.

Esto es común en este país y en la cultura del castigo. Ese tipo de trastorno aural exige rehabilitar a la persona presuntamente criminal en la opinión pública. Cuando la rehabilitación no funciona, o no sucede, hay que despedirse de la vida anterior.

Pocas personas se atrevieron a decirme lo que pensaban, y era siempre en exabruptos: “tú papá se merece la cárcel”, “mi mamá no me deja ir a tu casa porque piensa que algo puede suceder”, “me caes gorda”, “tu papá es un ladrón”… Recuerdo que se acercaron una vez que estábamos en un Soriana y otras dos fueron turistas regios en Estados Unidos. Son momentos de susto, pero comprensibles. El miedo no se digiere tan fácil cuando te lo dice, o demuestra, alguien que es tu amigo. En una borrachera, o en uno de esos característicos momentos de franqueza regia (que a veces suceden sin alcohol), dignamente te lo confiesa con las mismas palabras que los otros. 
Ningún asunto concerniente a la política o al poder me elude. No tras la confusión de la muerte de un político con el deseo carnicero de destruir su persona privada.

Se abre la brecha entre discurso y realidad. Además había saña, estrategia, y un juego que les pide a los participantes aceptar la crueldad de su destino con la templanza de Séneca, exigiéndoles sonreír en el trayecto.

Sí, era gobernador. Su responsabilidad con la gente es grande. Pero reconocimiento del encuadre moral, social, político y económico no mitiga el dolor íntimo, ni lo hace inmoral o incorrecto.

Hoy la historia es finalmente más grande que la renuncia de Sócrates Rizzo. El Norte no se empeña en mostrarlo vulnerable, con su brazo roto (foto del día de la renuncia) o de vacaciones con su familia, en lo que supone una de las pocas visitas anuales durante los años de exilio.

La memoria del Sócrates en desgracia es menos constante a 20 años. Brota a veces como un reconocimiento de sus méritos frente a la vida política de un país que devino orgía en muladar (disculpen mi cuaquerismo). Otras paraliza como un veneno. No obstante, Sócrates gobernador ya es un ente del pasado.

Ser hija de Sócrates es tema recurrente. Hay quienes aún consideran que soy una parte, ‘rata infecta’ por virtud del contagio o el ADN. Quien sabe que soy su hija me piensa, antes de conocerme, como prepotente. Otros me consideran de buena estirpe. También hay quienes asumen que mis habilidades y logros fueron heredados, porque, claro, soy mujer y no soy capaz de construir un ámbito propio. Es un estigma peculiar.

Y me canso.

Pero este mundo personal al revés desnudó la vida. Así que poseo conciencia y aprendizajes catalizados por la renuncia. Amo conocer la esencia de las personas, y el dolor de algunas lecciones casi siempre se ve superado por el amor al conocimiento. Como la arquitectura de Tokio, en la que se desdoblan edificios del futuro y changarritos de fideos, fluye.

Amo las cocinas de fideos.

Conozco el grado cero del lazo familiar. He sido parte de una historia honesta de la familia Rizzo Reyes. Somos como la gente de esas naciones pequeñas que resiste a través de sus códigos y que se afirman en la diferencia. Hicimos un trabajo de mucho amor y lucidez para entender esa muerte social. Tejimos funerales de conversaciones, gestos y cariño.

Agradezco permanecer, y con una mente combativa. Porque la renuncia de Sócrates Rizzo aisló a mi núcleo. La ruptura sorpresiva de las redes de apoyo fisuraron mi antigua psique fresca. Esta vida de aislamiento violento, llamémosle neoliberal, narca, globalizada –presuntamente buena onda– nos orilla a meditar, construir duelos y nuevas vidas de lo que nos queda.

Y las fracturas sanan.


Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com