Suscribete

 
2087 26 Abril 2016

 

 

Por cuarta ocasión, AP premia en Texas a Raúl Caballero García
Gerson Gómez

 

Monterrey.- “Estoy feliz, porque el premio que tienen a bien conceder los editores de la Agencia AP (Associated Press) tiene mucha relevancia en Texas; cada año participan la mayoría de periódicos (los principales diarios de las grandes y medianas ciudades), tanto la prensa escrita en inglés como en español y es un acto ya tradicional.

“En lo personal me significa mucho porque lo otorgan periodistas a periodistas.

“Debo decirte que con esta es la cuarta vez que gano el correspondiente al primer lugar en 'Opinión', pues lo he ganado en 2005, 2011, 2012 y este que corresponde a algo publicado el año pasado. Pero igual, hoy, como en cada ocasión anterior, es una satisfacción de gran significado para mí.

“No estoy seguro del título del trabajo premiado; la placa que ya tiene consigo quien era mi jefe, el director general de La Estrella, no especifica el artículo. Para cada categoría la publicación manda tres trabajos, recuerdo que sugerí seis, de esos se habrán enviado tres y asumo que el Jurado selecciona uno. Creo recordar que en alguna premiación anterior sí destacaron el texto, tal vez lo señalaron en el banquete anual cuando los dan a conocer, pero yo no fui. El premio lo anuncian en 2016, pero se trata de trabajos publicados en 2015.

Y como pretexto-homenaje a nuestro regular colaborador, en 15diario, quisimos hacerle una estrevista.

Somos, por naturaleza, errantes y vagabundos. Algunos desarrollamos oficios que nos permiten continuar soñando. Raúl Caballero García nació en Monterrey, Nuevo León, vecino de la colonia Mitras Centro, un barrio de familias de clase media, en donde cursó sus estudios iniciales e hizo amigos que hasta ahora conserva.

Gerson Gómez: ¿Cuáles son tus pasos por esta ciudad? ¿Qué tan definitivos te resultaron?

Raúl Caballero: ¿Puedo explayarme?

GG: Completamente. Esa es la idea.

RC:  Soy regiomontano de nacimiento. En Monterrey me forjé. Mis pasos por esta ciudad son los de mi formación inicial, infancia y juventud en las que me formo a base de golpes de la vida. Ausencias y orfandad dilatan mi perfil. Primero mi orfandad materna, luego el adolescente –con el padre ausente– que se hace valer en la ley de la calle, enseguida el joven que atraviesa la psicodelia para después partir hacia distintos horizontes. Son pasos sin duda definitorios. Cuando salgo de Monterrey ya voy hecho, me decanto después en la poesía, en la escritura y el periodismo.

Cuando nací, en 1952, mi familia estaba completa, mis padres (Consuelo y Raúl) y mis dos hermanas (Consuelo y Lilia) ya llevaban más de una década conviviendo, yo llegué tarde, doce años después de mi hermana Lily; Chelito es la mayor. Cuando nací vivíamos en el 119 de Julián Villarreal, entre Aramberri y Ruperto Martínez. Mi padre trabajó muchos años en las industrias del vidrio, era carpintero, pero cierto día decidió partir a Estados Unidos, arregló pasaportes residenciales para mi madre, para Lily y para mí, pues mi hermana Consuelo ya estaba casada.

Pero fíjate que entonces sobreviene la hospitalización de mamá y poco después fallece. Mi padre ya estaba instalado en San Antonio, Texas, a donde vuelve solo, pues la muerte de mamá hace que Lily desista del cambio de país, así que ella y yo nos quedamos en Monterrey. Mi abuela materna y tía Licha, Alicia su hija menor y soltera, nos acogieron a Lily y a mí, yo contaba seis años; ellas vivían también por Julián Villarreal unas cuadras más allá, enfrente de la Panadería La Gardenia y pues la vida familiar sigue dándose así, entre funerales y casamientos. Mi padre ausente, mi madre muerta, pronto me veo cincelando por mí mismo una personalidad entre los compañeros de estudios y los amigos de la calle. Debo decir que reiteradamente me peleaba, me esforzaba y destacaba en los deportes y antes de que se me aplicara el hoy llamado bullying era yo quien lo aplicaba a otros. Hoy me da pena, entonces era divertido y sí, uno sentía cierto estúpido orgullo.

GG: Viviste una época gloriosa, en la que la rebeldía aderezada con los movimientos políticos se tomaron de la mano, ¿qué tan fundamentales resultan?

RC: Bueno para hilvanar lo anterior y llegar, desde mi perspectiva, a lo que preguntas, te diré que mi educación (como mi vida) se da en un long and winding road. Cursé la primaria con los hermanos maristas, en el Colegio Franco Mexicano, si bien el último año fue en la Club de Leones 5, ya en Las Mitras. Nos cambiamos a la calle Parras en Las Mitras, luego de la muerte de mi abuela, yo tenía nueve o diez años. La secundaria la cursé en La Constitución 15, en la colonia Benito Juárez. En ese tiempo se casa Lilia y parte a Tampico, Licha y yo seguimos juntos. Sigue la prepa, primero voy un año a la preparatoria dentro de la Ciudad de los Niños, igual que mucha raza de Las Mitras que no encontramos cupo en la Prepa 2, que era la que nos correspondía; sin embargo el segundo año sí lo curso en la Prepa 2. Para entonces los campos, circuitos, rutas y escenarios de onderos y rock ya estaban muy desarrollados. La psicodelia, por supuesto, ya estaba en su esplendor. Yep: época gloriosa, como la llamas, aunque algunos se quedaron arriba, otros se suicidaron, otros más terminaron entre consultorios psiquiátricos y otros batallamos con los judiciales que nos acechaban. Pese a todo vivimos un tiempo y una experiencia trascendentes. Al terminar la prepa ingreso a la nueva Facultad de Psicología en la UANL, tan nueva que todavía no tenía edificio propio, por lo que nos alojaron en las aulas de Filosofía y Letras, donde José Luis Rhi Sauci fue mi maestro de sociología. Fue buen maestro, creo que no fui mal alumno. Recibí una carta-invitación al movimiento político, sin embargo yo no dejo el ámbito de la psicodelia, experiencia que ciertamente me resulta fundamental. En esas sobreviene el evento en los Condominios Constitución y en la facultad varios maestros y no pocos compañeros se erizan: la inquietud y el azoro reinan días y días. Son días en los que por una parte, en Monterrey, se suceden altercados entre los jóvenes de pelo largo -esos estrafalarios que éramos nosotros- con los granaderos y los siempre agazapados judiciales en sus patrullas camufladas y, por otra parte, se dan las detenciones de activistas y guerrilleros, con acciones de policías federales y agentes de inteligencia, causando bajas en ambos lados. Los caminos de mi maestro -de quien pasados esos eventos me haría amigo- y de uno llegan a una bifurcación. Como debes saber él sale, en un principio, para Cuba en un avión secuestrado y cargado con guerrilleros. Cuando eso sucede yo ya había salido de Monterrey; partí a Mexicali, Baja California, donde cursé otro año de psicología.

GG: ¿Cómo es que llegas a la literatura y cómo es que desarrollas la vocación periodística? Luego los primeros pasos y las posteriores nuevas vecindades, ¿cómo es que emigra y hacia dónde se mueve Raúl Caballero después de Monterrey? ¿En qué momento de la vida apuestas a la literatura?

RC: Abordo la escritura literaria ya tarde, al inicio de mis veinte cuando estudiaba en Mexicali. Se va dando a partir de mi correspondencia. Le escribía a todo mundo, pero principalmente a Licha. A través de las cartas, en las que relataba mis nuevas experiencias fuera de Monterrey, se fue gestando mi gusto por la escritura.

Me acuerdo que Herbert Marcuse, quien por entonces trabajaba en la Universidad de California en San Diego, fue varias veces a dar conferencias a la UABC en Mexicali. Sus conferencias más bien eran charlas con los estudiantes que atiborrábamos el auditorio y de ellas uno sacaba guía de lecturas políticas y filosóficas y buscaba comprender al autor de El hombre unidimensional. Ahora que digo esto recuerdo de esos días una entrevista a Carlos Fuentes que para mí resultó señera; en ella Fuentes da cuenta de sus lecturas y habla de su formación… ese tipo culto habló y habló en esa entrevista realizada por el director de la revista Caballero si mal no recuerdo, creo que se apellida Foster… y el tal Foster la editó en un libro que se adjuntó al número correspondiente de la revista, como un regalo. Pues esa entrevista me sirvió de guía literaria. Por su parte, Octavio Paz ya dirigía Plural, me suscribí y me entusiasmaba cada número, desde el diseño de las portadas, y desde el orden de su contenido que me dejaba ver la creatividad del trabajo editorial, hasta la profundidad de estilos y escritos. Mi formación literaria pues se vino dando de una manera empírica, no acudí entonces a ningún taller literario y mis guías era lo que entresacaba de mi observación de los hechos que al respecto se me iban presentando.

Yo no crecí con una gran biblioteca a mi alcance, y al margen de las lecturas obligadas en mis estudios en Monterrey, creo que sólo había leído someramente a Federico Nietzsche; comencé a leer formalmente durante esos días de Mexicali. Comencé con Fuentes. Luego de un año en la tierra cachanilla me fui a vivir a Comitán, Chiapas, de extremo a extremo del país. En esa ciudad donde nació Rosario Castellanos leí por primera vez en una radiodifusora algunos de mis escritos que ya se salían de las cartas a la familia. Chiapas fue una gran experiencia para aquel joven que luego de formarse en la salvaje ley de los pleitos en el asfalto, y a través del movimiento de la psicodelia, ahora se adentraba en el mundo de la literatura. Ahí conocí lo referente al surrealismo y los movimientos de vanguardia. Ahí comenzó a formarse mi propia y selecta biblioteca. Siempre con mis discos acompañándome, por supuesto.

En Chiapas aprendí a escribir poesía, aprendí a trabajar con las palabras fuera de los cuadernos para cartas; me dí cuenta que usarlas de una manera depurada aglutinaban mis reflexiones de un modo distinto. Si antes corrían desbocadas en los párrafos de mi correspondencia, entonces se suspendían, se dejaban ver espléndidas; pasaban de la reflexión a las emociones, con ellas así explicaba mis sentimientos, expresaba cosas recónditas del amor y la muerte, de mi temprana orfandad, de mi compañera la soledad, de mi -en esos días de Chiapas- toma de conciencia y mi percepción de la realidad, y mi libertad individual.

En un momento dado -tras muchos litros de comiteco- siento que debo seguir estudiando, pero en Comitán en ese tiempo apenas hay prepas, si quieres estudiar la universidad debes partir a Tuxtla Gutiérrez o a la capital del país; yo, sin embargo, me voy a Guadalajara, ciudad que se convierte en una urbe adoptiva, pues en ella no sólo estudio, en ella me relaciono con la madre de mis primeros cinco hijos, y en ella me convierto en periodista. Primero encuentro que para seguir psicología, como quería, debía volver a la prepa para completar el bachillerato jalisciense, cuyo programa es de tres años. No me interesa volver a prepa, y en la UdeG me dan la opción de estudiar en Filosofía y Letras y pues no lo pienso mucho. Mi vocación de escritor ya había madurado. Entro a la licenciatura en Letras Hispanoamericanas, que no he de terminar. Comienza una etapa en la que se alternan acciones políticas y literarias, en la universidad y fuera de ella, en las calles y en los cafés, en casas particulares y en burdeles. Asumo mi relación de pareja. Comienzo a publicar en revistas universitarias. Llegan los hijos. Lanzamos la revista Péñola (de literatura y artes plásticas). La vida bohemia es intensa. La vida familiar también. Hoy mis cinco hijos, tenidos con una mujer tabasqueña que llegó a Guadalajara para quedarse, son todos profesionistas y ya todos tienen sus propias familias, me han hecho abuelo de trece hasta el momento. Voy a Guadalajara no tan seguido como quisiera, pero nos vemos con relativa frecuencia en una u otra ciudad, encuentros con unos o con otros y hemos sabido mantener la comunicación.

GG: ¿Cómo es que te decides a cruzar el Río Bravo y te avecindas en los Estados Unidos de América?

RC: Entro como corrector de estilo a El Occidental; me fascina el ambiente de la redacción, de los talleres, paso un tiempo largo y feliz como corrector. Comienzo a publicar una columna en el vespertino El Sol de Guadalajara, hermano menor de El Occidental que entonces era de la cadena García Valseca, hasta que Vásquez Raña la compró. En otro momento comienzo a reportear culturales, así comienzo en el oficio, pero dado que los ingresos periodísticos son imposibles, más con cinco hijos, comienzo a probar labores en Estados Unidos. Primero en Grand Rapids, Michigan, orientado por mi padre que vivía en esa ciudad, de hecho ahí murió. Regreso a Guadalajara, ya sabes, los hijos por una parte y otro poco el periódico al que vuelvo una y otra vez. Es muy, muy arduo alejarte de tus hijos, uno sufre tremendos desgarramientos, esos son los dolores más hondos que he sufrido hasta hoy. Entre ires y venires pasaron varios años y fuertes desavenencias con la madre de mis hijos; estuve también en Toledo, Ohio; en San Antonio, Texas; en Los Ángeles, California, en ese orden.

A Los Ángeles llegué con una carta de recomendación del director de El Jalisciense, último periódico en el que laboré en Guadalajara, que era “hermano” de El Diario de Los Ángeles; sin embargo, no me dan el trabajo pues para entonces ya no tenía la residencia que un día tuve y Migración le había ya cancelado a ese periódico la contratación de nuevo personal llegado del exterior. “Pero están concediendo amnistía, Raúl, no es difícil arreglar así su status, arregle y véngase, aquí tiene su trabajo”, me dijo el director. Salí apesadumbrado. Pasé muchos días sin trabajar, muy deprimido por saber que mis hijos en Guadalajara esperaban mis remesas. Luego de semanas subsistiendo sin saber cómo, reúno lo suficiente para volar a San Antonio, donde en una semana, apoyado por viejos camaradas, reúno cuota y papelería y presento mi solicitud de amnistía el día límite en que terminaba el plazo para hacerlo. Vuelvo a trabajar en un club nocturno como mozo y como ayudante de los bartenders. Entre tanto llega el momento en que mi ex mujer y yo nos separamos. Trabajo mucho tiempo en diferentes clubes. Luego viene Margarita a visitarme. La había conocido en El Occidental, también fue correctora. Se queda en mi vida. Hoy tenemos una hija de 17 años, a punto de irse a la universidad.

GG: ¿El momento más sublime en tu trayectoria profesional, además del recién Texas APME Award que acabas de obtener?

RC: Hoy vivimos en Dallas, pero experimentamos grandes cosas en San Antonio. En un momento, dado cuando yo trabajaba en un periódico local y Margarita en una radioemisora, decidimos lanzar un periódico en español que titulamos El Papel de San Anto. Ese proyecto se convirtió en una enorme experiencia, con el que en lo personal viví una enriquecedora y trascendente experiencia luego de vivir tantas vicisitudes como mozo, tantas otras yendo y viniendo de un país a otro. La realización de ese periódico significó también una realización personal en este país, donde recién culminó como sabes mi carrera periodística.

GG: ¿El momento menos afortunado en que pensaste mandar al carajo todo?

RC: Una vez instalados en Dallas, laboré dirigiendo varios semanarios en español. Fui el director fundador, en Houston, de El Día. Volví a Dallas a dirigir El Sol de Texas, todas esas fueron experiencias con más altas que bajas. Hace 18 años me invitaron a La Estrella, comencé como reportero, fui subdirector y terminé como director editorial. Fue en este periódico cuando la crisis económica nacional, hace diez años, golpeó a la industria editorial. En ese momento tuve que cancelar todos los contratos a los colaboradores de las páginas de opinión, fue un desastre.

GG: ¿Llegó el momento de retirarse en el plano laboral? ¿Cómo lo descubriste?

RC: El fin de mi trabajo en La Estrella se debió a un cese, ni más ni menos. La empresa lleva varios años proponiendo al personal el retiro voluntario y, en los últimos trimestres, ya no ha propuesto tal retiro sino que ha cesado a los trabajadores. Me había pasado rozando varias veces. Desde aquella crisis económica, que comenzó a formarse con la llegada de la internet, el periódico ya no recuperó la estabilidad. Así que esta vez me tocó a mí; por fortuna ya en una edad en la que he podido tramitar mi jubilación, así que tal es mi nueva etapa. Hoy dispongo de mi tiempo completo, actualizo varios proyectos de escritura y me reconcilio con la poesía. Aquí voy.

GG: ¿Volverías a México?

RC: Claro, siempre vuelvo a México, de una cierta manera nunca me he ido de México; pero supongo que te refieres a mi regreso para quedarme, te comento que estamos pensando que cuando llegue la hora del retiro de Margarita nos iremos a una casita que ya planeamos en Ajijic, Jalisco, una apacible comunidad al borde del Lago de Chapala.

 

Libros de Raúl Caballero García

* El Agua Inmóvil / Colección Árbol de Pólvora / Gobierno del Estado de Nuevo León, Monterrey, 1992.

* Viento Habitable / Editorial La Zonámbula / coedición con La Chintola / Guadalajara, Jalisco, 2011.

* El Activista / UANL / coedición con La Quincena / Monterrey, Nuevo León, 2012.

* Resonancias (Antes del Caos) / UANL / Monterrey, Nuevo León, 2015.

 


Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com