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2087 26 Abril 2016

 

 

¡Niñas y niños felices!
Lupita Rodríguez Martínez

 

Monterrey.- La primera gran celebración del Día del Niño fue aprobada en 1924 por la Liga de las Naciones en Ginebra, Suiza, misma que perseguía la protección, bienestar y respeto de los derechos de los niños, principalmente las víctimas de la Primera Guerra Mundial.

En México, durante el gobierno de Álvaro Obregón, es cuando se establece oficialmente el 30 de Abril como Día del Niño, ratificando así la Declaración de Ginebra.

Posteriormente, la Organización de las Naciones Unidas (la ONU), en 1989 instituye el 20 de Noviembre como Día Universal del Niño, como parte de los acuerdos de la Convención sobre los Derechos del Niño.

En nuestros días el carácter que dio origen al Día del Niño se ha modificado, promoviéndose masivamente una gran celebración donde la mercadotecnia aprovecha la fecha para vender alegría a niños y niñas.

Pero también gobierno y sociedad mantienen la marcha por acciones y leyes que protejan todos los derechos de la niñez.

De acuerdo con estudios e investigaciones médicas, educativas, sociales y económicas, está demostrado que los primeros años de vida del niño son cruciales, que las experiencias tempranas, incluso desde el vientre materno, trascienden en la salud, aprendizajes y comportamiento del individuo.

El avance de la neurociencias ha logrado determinar que en la primera infancia se multiplican vertiginosamente las conexiones nerviosas del cerebro, siendo esencial brindar a niñas y niños alimentación nutricia, estimulación temprana y educación inicial, que serán el sustento de su supervivencia, crecimiento y desarrollo neuronal y neuromotor, sin dejar de atender sus necesidades de salud, higiene y desarrollo cognitivo, psico-social y afectivo.

Por lo cual, la atención infantil se considera como una prioridad y como una inversión redituable, al confirmarse que las poblaciones infantiles que cuentan con entornos favorecedores para su desarrollo, tienen mayores posibilidades de éxito en los aprendizajes y en la productividad, reduciendo el fracaso escolar y la criminalidad.

Sobre tales implicaciones reportadas en América, la Unesco y la OEA informaron que en el 2002 se destinaron 5,700 millones de dólares para volver a matricular a los desertores de educación primaria y 11 mil millones de dólares para el problema de repetición en el curso de primaria y secundaria.

En tanto, el Informe de Educación para Todos (ETP) 2007, de la UNESCO, reporta que el 7.4% de niños de Latinoamérica y el Caribe repiten el primer grado, cifra que se incrementa comparada con el 3.9% del 2005.

Por otro lado, las investigaciones científicas del educador canadiense, Fraser Mustard (1998-2008), nos confirman que en los tres primeros años de vida el desarrollo del cerebro es más rápido y que la participación de los infantes en programas de calidad durante la primera infancia puede aumentar el rendimiento escolar, reducir la deserción, aumentar los ingresos y aminorar los niveles de violencia y de conducta criminal.

El desarrollo integral en los primeros años de vida es determinante para el desarrollo humano, especialmente en poblaciones infantiles en contextos de pobreza, de ahí la importancia que destaca Jack Heckman (Premio Nobel de Economía, 2010), de que la mejor inversión social que se hace es la que se destina a educación, pero en especial en educación temprana.

Con base en la idea de desarrollo humano de Amartya Sen, (Premio Nobel de Economía, 1998), el desarrollo de la niñez significa ocuparse de la defensa de sus derechos y crearles las oportunidades necesarias y, para esto, se requiere el trabajo articulado de los gobernantes con todos los agentes involucrados en su protección, crianza, desarrollo, atención y educación.

En esta perspectiva, ojalá que nuestra sociedad avance en ese tan anhelado propósito de garantizar en todas las niñas y en todos los niños el derecho a tener un desarrollo pleno integral y, con ello, a vivir una vida feliz en toda su infancia y no sólo un día cada año.

Con esta visión incluyente e integradora, hagamos lo necesario para garantizar en Nuevo León el derecho de niñas y niños a ser felices.


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