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2102 17 Mayo 2016

 



MALDITOS HIPSTERS
Diez minutos en una calle muerta
Luis Valdez

 

Monterrey.- Cada color en el poder público presume a sus mártires pero elige sus apadrinados y sus víctimas. Cada ciudad es microuniverso de cómo una administración tiene sus vacas gordas y vacas flacas.

“Para el otro alcalde, gobernador o presidente nos reponemos”, dicen los que viven muertos de hambre en alguna calle del país.

Estoy parado en una esquina de la calle Villagrán. A unos metros de aquí estaba la sala de masajes donde me escondieron unas prostitutas cuando los granaderos se llevaron a Julio. Llevábamos varias horas deambulando de teibol en teibol. Justo en la calle le dan ganas de miar y descubre un puesto de tacos sin usar, en una esquina. Cruza la acera y mientras se acerca a descargar justo a las llantitas, resguardado por las láminas, yo me quedo cerca de la puerta de la sala de masajes para preguntar cuántas chicas tiene trabajando esta noche.

Escucho un rechinar de llantas. Un hombre rodea el puesto de tacos a toda prisa y escucho gritos. Una mujer se asoma del interior del negocio y me alerta a que entre porque “afuera hay problemas”.

En el interior alcanzo lugar en los sillones donde un grupo de hombre miran una película bebiendo cerveza.

-El bote está a veinte –me dice otra mujer vestida en lencería.

Me bebo un frío bote de Tecate mientras un grupo de masajistas queda en la puerta asomándose hacia el punto donde se encuentra el puesto de tacos.

Alguien les grita desde la calle:

-¿Qué chingados quieren ustedes, pinches putas?, métanse a su congal.

Una de ellas sólo gruñe y cuando me acabo la cerveza les pregunto si ya puedo salir.

-Sí, no hay pedo. Creo que se llevaron a alguien.

Una hora después Julio me marcó al celular. Lo habían pescado infraganti en plena miada y se lo llevaron a dar la vuelta para bajarle una lana. De nuevo en la calle, visitamos un par de teibols más.

Ahora, varios años después, miro la calle donde el mismo lugar y siento que el lugar está muerto. No está la sala de masajes ni el puesto de tacos. No hay teibols y los negocios están entablillados de sus puertas y ventanas.

Una parte de la ciudad muere y otra renace, como un animal al que se le secan los granos y en otro extremo del lomo le surgen granos nuevos.

A mí me gustaban los granos de antes, con su infección, con esa pus sobre la cual mis amigos y yo solíamos caminar en las noches.

Extraño mis correderas con amigos como Julio, que ahora está en Torreón viviendo también entre calles donde hay granos que se secan y granos que surgen.

Extraño mi ciudad, porque esta, la de esta calle Villagrán, es una desconocida que por las tardes me quema el rostro y por las noches sólo me deprime.

 


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