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2124 16 Junio 2016

 

 

INTERÉS PÚBLICO
Ambigüedades
Víctor Reynoso

 

Puebla.- Los resultados de las 12 elecciones de gobernador este año presentan una ambigüedad: por un lado se dan en un contexto de desánimo democrático, por otro, muestran la eficacia del voto.

El desánimo puede verse en diversas encuestas en las que los ciudadanos rechazan a partidos, a políticos e incluso a la democraca. La eficacia del mecanismo electoral en los casos de alternancia: en 8 de los 12 estados con elección de gobernador quien ejercía el poder lo perdió.

Ricardo Anaya, presidente nacional del PAN, en la noche del día de la elección anunció triunfalmente que su partido ganaría 3 de los 12 estados. Parecía un gran triunfo. La sorpresa mayor: no en 3, sino 8 estados ganó el blanquiazul la gubernatura.

El sorpresivo resultado cambia las expectativas para la elección presidencial del 2018. El PRI (su presidente nacional, el presidente de la República y su gabinete) se debilita, el PAN se fortalece. Curiosamente de los tres estados que el PAN gobernaba, Oaxaca, Puebla y Sinaloa, solo retiene Puebla. Los tres los ganó en 2010 en alianza con el PRD y otros partidos. Parece confirmarse lo que se ha dicho: las alianzas entre partidos son buenas para acceder al poder, no para ejercerlo.

El PAN perdió en las dos terceras partes de los estados que gobernaba. Lo mismo el PRI: de 9 estados perdió 6. Solo logró mantener Hidalgo, Tlaxcala y Zacatecas. Tuvo derrotas “históricas” en cuatro estados en los que nunca había perdido: Durango, Quintana Roo, Tamaulipas y Veracruz. Y derrotas de “normalidad democrática”, pero derrotas al fin, en Aguascalientes y Chihuahua.

El caso chihuahuense es notable, pues fue de los primeros estados perdidos por el PRI. Hay quien considere que en este estado inició, en el verano de 1983, la transición política mexicana. Fue de los primeros estados ganados por el PAN, en 1992, pero el PRI lo recuperó en 1998 y lo mantuvo hasta 2016. Es notable también por el candidato ganador, Javier Corral, es un destacado político panista que algunos han considerado con tintes perredistas. Habrá que observar su gobierno.

El PRD gana, pero en alianza, bajo la sombra del PAN, en Durango, Quintana Roo y Veracruz. También bajo la sombra de Morena, que sin líderes locales importantes, movido al parecer solamente por el influjo de su líder nacional, Andrés Manuel López Obrador, salió bien librado de esta elección. Ningún triunfo en elecciones de gobernador, pero con buenos porcentajes.

Entre los perdedores hay que contar, por ahora, a los candidatos independientes. Ninguno ganó ni estuvo cerca de hacerlo. Apenas llamaron la atención. Dicen que la mala fortuna del Bronco regiomontano influyó en eso: hay desilusión, una más, ahora por los independientes. Estos resultados son un dato importante: la decepción ante los partidos no garantiza el triunfo de los independientes, ni mucho menos. Pero tampoco hay que concluir que éstos pasaron a la historia: una coyuntura adecuada, con un independiente adecuado, puede dar lugar a su triunfo. Sobre todo si no se trata de espontáneos de último momento, sino de candidaturas bien construidas, más o menos al modo como ha planteado Jorge Castañeda.

Las encuestas muestran una muy baja valoración de los mexicanos por la democracia, los partidos, los políticos. Curiosamente, lo que vimos este 5 de junio es que las elecciones mexicanas están funcionando para dar y para quitar el poder político. Lo que debería, supuestamente, hacer a los políticos más sensibles a la sociedad: de ella, de sus votaciones, depende que tengan o no el poder.

Algo está funcionando. Algo está fallando. Las elecciones son el mecanismo principal, no el único. Parte del entramado institucional de la democracia está ya con nosotros. Parte está ausente. Pendiente en la agenda pública nacional: mecanismos eficaces de transparencia y rendición de cuentas.

* Profesor de la UDLAP.


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