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2133 29 Junio 2016

 

 

El Uber de la cocina
Eloy Garza González

 

Monterrey.- En San Pedro un amigo que es chef ha iniciado un negocio innovador. A falta de recursos para montar un restaurante en toda regla, decidió diseñar una aplicación digital. En ella invita a unas cuantas parejas de clientes a que reserven en su casa, de manera digamos que “secreta”, donde ofrece platillos de alta cocina, preparados por él mismo en calidad de anfitrión.

La ideal es que estos clientes no se conozcan entre sí, que no sean amigos del chef, para que después de la velada, lo evalúen objetivamente con un sistema de puntuación.

Los clientes pasan una velada agradable (me consta), degustan una serie de platillos suculentos, de la llamada cocina fusión, y el chef se embolsa un ingreso extra, que le da para vivir holgadamente. Desde luego, como él mismo prepara el menú en su propia casa, no ocupa meseros, más que uno o dos ayudantes, se ahorra infraestructura sofisticada y, lo más importante, no indexa en la cuenta de sus clientes, ningún tipo de impuesto al gobierno. De manera que la cena resulta un manjar libre de gravámenes.

Mi amigo el chef no está inventando nada. En muchos países de Europa estas aplicaciones digitales son frecuentes de ver en los iPhones. Incluso existe una variante en la que el chef prepara los platillos que tú desees (con los ingredientes que le indiques y hasta la botella de vino de tu elección) y los lleva a tu propia casa. Este tipo de servicios era una experiencia desconocida en México hasta hace pocos años. Ya no se diga en San Pedro.

Dejo para el final la parte del pago: como en el caso de Uber, mi amigo el chef no cobra en efectivo a sus clientes. Su aplicación cobra virtualmente a las tarjetas de crédito. Esto vuelve más sano el sistema y el comensal sabe de antemano a cuánto ascenderá el gasto de la velada.

¿Que mi amigo con su economía disruptiva se ganará la animadversión de la industria restaurantera? Sin duda alguna. Yo mismo tengo un restaurante bien montado y me da algo de celo su creatividad.

Pero la envidia se me pasa rápido: la afición a las innovaciones digitales vencen todas mis reservas. Además, uno no puede despreciar el talento culinario de un chef tan admirable como mi amigo. Aunque no daré su nombre. Tampoco le haré publicidad gratuita. Que se las arregle solo.


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