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2138 6 Julio 2016

 

 

Calumnias
Samuel Schmidt

 

Ciudad Juárez.- Cuenta la anécdota que estaba un presidente municipal en un evento y un ciudadano empezó su perorata: -El presidente es un ratero, robavacas, abusivo, es un rufián. Un amigo le dice al presidente: -¿No vas a hacer nada? El presidente, impertérrito, responde: -A la primera mentira le rompemos la madre.

Cuando el presidente panameño Omar Torrijos aterrizaba en la isla de Contadora, el borracho del pueblo llegaba debajo de su ventana y gritaba:
-¡Torrijos hijo de puta! Y de ahí se seguía.

El general se asomaba e intercambiaba insultos con el borracho, hasta que éste se cansaba. Una catarsis perfecta para el gobernante y el ingenio popular que así ajustaba cuentas.

A la mejor el borracho se atrevía a lo que el ciudadano de a pie hubiera querido hacer pero se frenaba por miedo a la guardia, la que según llegué a observar era mínima. Me tope con Torrijos en un bar en Panamá, el bebía una copa de vino con una mujer y pasamos junto a su mesa sin que nadie nos molestara.

Las anécdotas seguramente son espuria, como lo son casi todas, porque rara vez un ciudadano se atreve a decirle a un gobernante lo que piensa de él, de frente y en su cara, mucho menos en un acto público, excepto por los recientes discursos de niñas en Oaxaca y Chihuahua, que increparon con energía a sus gobernadores.

La gente habla de los políticos y muchas veces las historias se agrandan, ya sea porque se piensa que exagerando la historia esta se vuelve más creíble, o porque la gente piensa que ya no hay límite para la infamia.

En una visita a un campo menonita, un personaje nos dijo:

-Ya le cambiaron el nombre al Estado, ya no se llama Chihuahua, ahora se llama Estado de Duarte.

La exageración se apodera de las explicaciones porque no exigen comprobación.

Le pregunté a un especialista en mercadotecnia política por qué el PRI nominó a Ivonne Álvarez si era una candidata tan mala; su respuesta me heló:

-Medina le compró la candidatura a Peña por mil millones de pesos.

Si esto es cierto, el sistema político mexicano se ha hundido hasta lo más profundo; y si no es cierto, el sistema se ha hundido, porque la gente cree que es cierto.

La calumnia ha calado hasta lo más profundo del imaginario social y político; la gente cree todo lo que le cuentan y hasta lo aumenta, porque cree que todo es posible. No en vano cualquier político dice que: “Todos tienen su precio, solo falta que le lleguen”.

César Duarte se dice calumniado y tiene razón en quejarse por no tener la libertad de defenderse. Pero hay dos demandas en la Procuraduría General de Justicia de la República, que de avanzar y mostrar su inocencia le permitirán avanzar por la vida con la frente en alto y la conciencia de no haber violado la ley; sin embargo, los querellantes se quejan de la lentitud de la procuraduría y hasta sugieren que ambas demandas duermen el sueño de los justos.

Si Duarte tiene un pasivo de 3 mil millones de pesos a acreedores y elevó la deuda de forma escándalosa, muestra su mala administración de Chihuahua, lo que no lo hace corrupto, luego entonces podría proceder a demandar por difamación a los que lo han acusado de corrupto. El ha respondido de forma insatisfactoria a la acusación de haber comprado acciones en un banco, al que posteriormente el gobierno le inyectó una cantidad asombrosa de recursos.

Lo interesante es que nadie lo demande penalmente por las acciones que en privado se le atribuyen, y que de acuerdo al menonita, le han permitido apoderarse del Estado, lo que sin duda es una exageración. Hay rancheros que calculan que tiene más de 40 mil hectáreas.

Es muy importante que la imagen de los gobernantes esté limpia, no solo porque es de justicia para ellos, sino porque el país requiere una imagen de honestidad y elevada calidad moral. México pierde en el mundo cuando a su presidente le gritan asesino al llegar a las reuniones internacionales, o cuando los grandes líderes políticos lo hacen de menos.

Duarte y Chihuahua ganarían mucho si se forma una comisión ciudadana que revise las acusaciones que se le hacen. Esta comisión debe tener acceso a información que muestre que no hizo nada indebido y si algo se hizo que castiguen a los culpables; que los negocios del gobernante son legítimos y que no utilizó el poder para enriquecerse. De mucho serviría si el gobernante, estando en el poder, muestra su 3de3, para ahuyentar las dudas sobre su probidad.

Gobernantes honestos son una garantía para la democracia y la señal social y política de que podemos confiar en ellos.


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