Suscribete

 
2153 27 Julio 2016

 

 

El amor y yo
Eligio Coronado

 

Monterrey.- El espíritu de Carmen Domínguez Flores fluye libremente por los cauces de la poesía tradicional contenida en El amor y yo*. En este género ha encontrado ella su realización como escritora.

Sus ideas, sentimientos, vivencias y sueños se conjugan en textos coherentes en los que hábilmente construye la claridad. Su lenguaje sencillo y directo enfatiza el contenido sobre la forma, sin olvidar el atractivo sonoro de la rima, ligado desde siempre a la memorización.

Otro valor de sus poemas es la naturalidad con que están estructurados, pues Carmen vierte en ellos la intensidad de un espíritu que vive y vibra, lo cual le agradecemos porque nos indica que son textos auténticos y no producto de un proceso teórico o intelectual.

En la esfera de sus intereses particulares sobresalen los poemas amorosos, personales, familiares y circunstanciales, además de un cuento de procedencia onírica: “Magnolia”, donde este personaje retorna de la muerte para comunicarse con Carmen, pero al final no le dice nada y termina perdiéndose entre el gentío de la calle principal: “Te confundo entre la gente / y, con miedo a perderte, / grito desesperadamente: / “¡Magnoliaaaaaaaa!” / y despierto” (p. 94).

Tal es la naturaleza de las ideas: vienen a nosotros con la novedad de su consistencia y luego se van, sin que las hayamos aprovechado. Pero a Carmen no le ocurre esto, ella registra todo lo que le acontece con rigurosa puntualidad, como si temiera perder (y con razón) una sensación que podría ser trascendente.

Por eso sus poemas parecen escritos de primera intención, al vuelo de la pluma, totalmente espontáneos, dictados por la inspiración con la frescura del momento en que surgen y no sometidos a la evaluación del tiempo.

Algunos críticos sostienen que el verdadero poema es el escrito en el instante en que el poeta es sacudido por una emoción y no el que requiere de posteriores correcciones. Sin embargo, una corrección mal aplicada puede anular el sentido del poema y convertirlo en un conglomerado de palabras dispuestas al azar sobre la página.

Afortunadamente, los poemas de Carmen (San Bartolo Yautepec, Oax., 1964) no requieren correcciones ni ser madurados por el tiempo porque ellos ya nacen maduros gracias al oficio de su autora, quien los va moldeando según las necesidades expresivas de cada uno.

Por ejemplo, en el poema “Voy a bailar (romance en casa)” tenemos la impresión de que Carmen está bailando al escribirlo porque nos transmite una sensación de felicidad en movimiento, al mismo tiempo que sospecha que la vecina la espía: “No me importa / si me ve la vecina / por la mirilla de su puerta. / Voy a bailar / en la sala y el comedor, / con la escoba y el trapeador. / A estas alturas / cualquier locura / se vale por amor” (p. 55).

Así es Carmen y así es su estilo: sobrio, expositivo, directo y claro. Un estilo que no se oculta en la espesura conceptual, sino que busca ser entendido por todos.

 

* Carmen Domínguez Flores. El amor y yo. Monterrey, N.L., Edición de Autor, 2016. 104 pp., Fot.


 

 

15diario.com