Suscribete

 
2219 19 Octubre 2016

 


Picasso pinta al óleo un suicida
Eloy Garza González

 

Monterrey.- –¿Entonces te disparó tu amante?, –pregunté a mi amiga pintora: cincuenta  años cumplidos. Guapa por el gym y el makeup. Experimentamos con una botella de absenta, destilado como se debe, con terrón de azúcar quemado sobre una cuchara con orificios en la cazoleta. El absenta es llama viva para la tráquea. Mi amiga es fuego para mi paciencia.

--Entró a mi casa con un arma calibre .22. Yo cenaba con un grupo de amigas, posibles compradoras de mis cuadros, todos bodegones, que es lo único que sé pintar. Llegó borracho, buscando darme muerte--  Y lo dijo con indiferencia, como quien pinta cazuelas y frutas frescas. Le dije a mi amiga que Carles Casagemas era el mejor amigo de Picasso. Ambos eran aspirantes a pintores y tenían sus respectivas amantes, pero la mujer de Casagemas, la modelo Germaine Gargallo, se acostaba con los dos.

--Mi pareja también tenía sus queridas, pero eso no le bastó para obsesionarse conmigo –dijo con nostalgia mi amiga que vivía su proceso de duelo. Le recordé que Freud distingue el duelo de la melancolía. El primero es el yo consiente cuando pierde al objeto deseado. El segundo no pude desprender su líbido del ser perdido, que sigue dominando su inconsciente.

--Apuntó a mi cabeza. Traía un traje de terciopelo verde y una rosa en el ojal. Todas nos quedamos aterrorizadas. Yo me metí debajo de la mesa--. Germaine se atropella con sus palabras. Está desnuda en el atelier de Picasso, en  Bateau- Lavoir. Sobre ella, también en cueros, el pequeño duende andaluz suelta las últimas gotas de su líbido mientras bebe derecho el absenta. Le exige que ya no le cuente detalles. Regusta el ligero sabor anisado. Estaba en Madrid cuando ocurrió el incidente de su amigo en París. Mejor: detesta la muerte y sus mordeduras letales. Pero Germaine, beldad morena, habla como enduendada.

--Mi amante desvío la pistola a su cabeza. Al suicidarse  quería reprocharme estar poseído por mí. Se mataba para matarme simbólicamente--. Mi amiga le dio otro trago al absenta azucarado e hizo un gesto de asco. Conocía la teoría freudiana. –¿Y qué pasó con él? –le pregunté al cabo de un minuto. No le importa, en el fondo, su respuesta.

--Te repito la historia, Pablo, mi amor. El loco de tu amigo, Casagemas, dijo entre alaridos Voilá pour toi!, como si yo fuera la única carga de su borrasca emocional, la única culpable. Podía escuchar los fuertes latidos de su corazón. Salí de mi escondite, debajo de la mesa. Vi cómo se apuntó en la sien derecha y disparó, no sin antes gritar de nuevo Et voilá pour moi!

--¿Se mató mi amigo? –pregunta Picasso, con frialdad, sin rasgo de emoción alguna. Así es el pequeño duende, seco y concentrado en su arte, aunque luego dijera públicamente que la muerte de Casagemas sería detonador de su melancolía y el punto de partida del periodo azul de su pintura. Y seguiría mucho tiempo más bajo las sábanas con Germaine y con cuanta modela guapa se atravesara en su camino.

La melancolía implica pérdida de la autoestima. En el duelo, el sujeto comprende que su objeto amado ya no existe. El duelo se extingue cuando el yo dirige su libido sobre un nuevo objeto. La libido del melancólico, en cambio, queda estancada en su yo. Se identifica sin remedio con el objeto perdido y su inconsciente lucha por retenerlo.  El melancólico apunta a su yo como indigno, despreciable moralmente; se reprocha, se denigra con repulsión, como castigo.

--¿Que si se mató mi amante? ¡Qué va! –respondió mi amiga--. Era una pistola de plástico, un simple juguete con balas de salva. Hizo el ridículo con las compradoras de bodegones. Mis amigas pasaron del susto a la burla. Pensó que yo lo pararía. Qué ingenuo. No me importa su suerte. Me da igual si muere o vive.

Solté una carcajada. Mi amiga no se rió, absorta en la cuchara con el terrón de azúcar quemándose sobre el vaso de absenta. Se sabía liberada del amante obsesionado. Cada quien es dueño de su propio destino. No volvió a verlo y a pesar del incidente vendió tres bodegones esa tarde. Los diarios del lunes 18 de febrero de 1901, darían la noticia de que, a las 21 horas de la noche anterior, Carlos Casagemas se suicidó en L’Hippodrome Café, 128 Boulevard de Clichy, en París, Francia. Era un joven desconocido, aspirante a pintor, de apenas 20 años de edad.

 

 

15diario.com