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2222 1 Noviembre 2016

 



Reflexiones en el Marriot
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- La semana pasada, en uno de los salones del exclusivo Hotel Marriot de la avenida Reforma en la ciudad de México, se celebró uno de esos eventos políticos que son premonitorios de lo que está pensando un sector de la clase política y que puede desencadenar en una nueva reforma electoral.

Ese evento, convocado por el grupo Galileo del PRD –aunque Fernando Belaunzarán haya dicho que el grupo se encuentra más allá de una formación política–, tuvo como invitados al académico José Woldenberg, al ex dirigente priista Manlio Fabio Beltrones y al senador panista Roberto Gil, que disertaron sobre la segunda vuelta y la eventual formación de un gobierno de coalición.

Es decir, las alternativas ante un notorio problema de fragmentación política donde muchos de los gobernantes escasamente alcanzan un tercio de la votación emitida y su partido no logra contribuir para tener mayoría en la o
los congresos legislativos.

Este escenario de ausencia de un gobierno unificado representa no sólo un problema teórico de legitimidad política sino cada día más de gobernabilidad. ¿Cómo un partido en minoría garantiza la estabilidad, si los adversarios frecuentemente están apostando a que al partido en el gobierno le vaya mal, para elevar las posibilidades de acceso al poder?; entonces, hay que buscar la manera de cómo artificialmente se puede construir mayorías estables.

Sabemos, por la experiencia nuestra, que las coaliciones electorales terminan cuando han pasado los comicios. El programa que registran ante los órganos electorales se transforma en material de archivo, si no es que va directamente a la pira, junto con el electoral.

Entonces, no hay manera de que lo ofrecido en campaña se ajuste al programa de gobierno sea del Presidente de la República, el Gobernador de un estado, o los Presidentes municipales.

Es más, en muchos de los casos se vuelve un asunto de petité comité de los que invirtieron tiempo y dinero para hacer ganar a su gallo.

Es decir, el partido es mera escenografía con sus programas, anagramas, lemas y pronunciamientos y eso es especialmente visible cuándo se autodefinen “gobiernos ciudadanos”.

Resulta, entonces, urgente atender en los hechos un problema de diseño institucional que ha servido para todo tipo de trapacería y múltiples ejercicios de simulación; fue así como en la reforma electoral de 2013-14, se incluyó la figura de gobiernos de coalición, tanto en la Constitución general como en las leyes reglamentarias.

Sin embargo, hasta ahora ninguna coalición ha ido más allá de lo propiamente electoral, todas se siguen quedando en la distribución de senadores, diputados, gobernadores, presidentes municipales, regidores o en muchos de los casos de negocios de políticos venales.

Sigue existiendo el principio de que quien gana se lo lleva todo y es el que tiene mano para distribuir prebendas.

Sin embargo, este tipo de ruleta de la política presidencialista ya no da para más y para que siga funcionando la política actual, es necesario ampliar el juego. Incluir en el gobierno a otros actores políticos.

Y por ello, resulta indispensable generar mayorías artificiales, pero con un ingrediente sustantivo que es el programa de gobierno y en ello primero es indispensable que exista la segunda vuelta electoral aunque también se podría gobernar con plataformas comunes o pactos de gobierno.

Por ejemplo, que las coaliciones electorales se vuelvan programáticas y de gobierno, como sería la suma de diputados del PRI y los del PVEM-PANAL o en los estados donde reciente ganó la coalición PAN-PRD.

Esta idea de gobierno de coalición, recordemos, tiene su fuente de inspiración en los sistemas parlamentarios, donde ante la incapacidad frecuente de generar mayorías naturales, queda la opción de agregar a otras formaciones políticas bajo un techo programático común.

Estas mayorías son los que dan estabilidad a los gobiernos. Aunque, muchas veces, se vuelve un verdadero galimatías, como lo estamos viendo en este momento en España, donde teniendo un sistema parlamentario, el partido más votado (PP) no logra sumar los suficientes diputados para generar una mayoría legislativa.

Ya van por la tercera elección constitucional y los votos no le alcanzan al partido conservador de Mariano Rajoy e igualmente la izquierda (PSOE-PODEMOS), ha sido incapaz de lograr formar una mayoría en el Congreso de los Diputados.

La pregunta para México entonces sería si en un sistema presidencialista, muy entrenado en la negociación en corto y altamente corrompido, es posible un eventual gobierno estable de coalición, con un programa específico y perspectiva, que garantizaría la estabilidad del gobierno y estaría en capacidad de enfrentar sus propios tropiezos, tensiones y rupturas.

Es decir, ¿cómo evitar los chantajes en la coalición gobernante? ¿Cómo impedir el torpedeo de los aliados de manera de evitar terminar desaforada como Dilma Rousseff?  Incluso, ¿cuál sería la salida en una eventual ruptura en el gobierno de coalición?

Son preguntas que en las presentaciones quedaron sin ser expuestas y menos plantear respuesta. Se presentó una salida sin plantearse los problemas que son notorios en el presidencialismo latinoamericano.

Es decir, en esta puesta de escena del gobierno de coalición, se habló con claro énfasis en lo académico y la verdad en este terreno Woldenberg y Gil se llevaron la tarde, mientras Manlio Fabio, que ha estado en centenares de negociaciones, expuso de manera precisa las dificultades de toda negociación de fondo.

Y es que toda negociación se hace en clave de costo-beneficio. Y al entrar en este terreno, no hay que olvidar que si bien el gobierno de coalición es una salida viable a los problemas de fragmentación y representación electoral, igualmente puede llevarnos, por nuestra singular cultura política, y escasa experiencia, a gobiernos de coalición momentáneos.

Sin embargo, estamos ante un escenario de fragmentación de la representación política, y es muy probable que se repita o agrave el voto de tercios de 2012, con un legislativo sin mayoría. Y nos lleve a vuelta de los años a un escenario igual o peor al que estamos viviendo.

Woldenberg, por último, al terminar Roberto Gil le planteó que ante sus propuestas juiciosas, había pensado que terminaría con una propuesta radical, como es la de cambiar la forma de gobierno presidencialista, por una parlamentaria.

Vamos, no volver a las reformas a medias, como no haber incluido la segunda vuelta cuando se negoció el gobierno de coalición.

 

 

15diario.com