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2227 8 Noviembre 2016

 



Games of Trump
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Hoy termina la telenovela más emocionante de los tiempos modernos en EUA. Hoy concluye a todo lo alto la primera temporada de una serie dramática que mantuvo en vilo al mundo entero. Este día, los electores estadounidenses pasan de ser comparsas, actores secundarios, a protagonistas.

Pero serán artistas estelares por breve lapso. Hoy deciden lanzarse a un abismo insondable llamado Donald Trump, o arrojarse a un precipicio de fondo conocido llamado Hillary Clinton. ¿De los males el menor? Nadie deja de respirar aliviado porque la campaña, suplicio eterno, al fin terminó.

En realidad el elector norteamericano, sea blanco, negro, de origen hispano, musulmán, italiano o irlandés, sufre el vacío anímico de la orfandad política. Con Clinton tiene la certeza de que nada cambia más que el sexo del mandatario. Con Trump sabe que todo cambia menos la certeza de ser engañado por un marido machista que viola a una nación desposada por él.

Hoy desembocan semanas de desmoralización disfrazada de sueños. Por eso los norteamericanos votarán a partir de antivalores, no de esperanza: xenofobia, racismo, desgarro social, desprecio por el Otro. Trump ya levantó un muro no en la frontera mexicana sino en el inconsciente colectivo yanqui, que es mucho peor. Un muro grueso y elevado que no pagará nadie, otra forma de decir que lo pagarán todos, sin excepción de sexo, credo o color de piel.

A partir de hoy, los estadounidenses ya no serán la coreografía electoral de un bufón, sino los pacientes de un gigantesco hospital psiquiátrico, donde todo un pueblo ocupa de medicación. Hoy, nuestros vecinos del Norte comienzan a sublimar en las urnas sus peores miedos. Y cualquier animal ataca cuando se cree amenazado. La bestia muerde por miedo, rasguña por terror, suelta zarpazos cuando se siente acorralada.

Esta es la primera elección presidencial dominada por el nihilismo, la falta de fe en la historia libertaria. La gente votará no a partir de creencias sino desde el horror de sus demonios familiares. La depresión emocional como esencia de campaña. El optimismo colectivo que estalló en mil pedazos. Pero en cámara lenta, durante semanas y meses. Hasta convertir a un pueblo en una sombra siniestra de la democracia que fue. ¿O que sólo creyó serlo?
Gane quien gane, ya perdieron todos. Y el ambiente se anega de tufo a cadáver.

 

 

15diario.com