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2238 23 Noviembre 2016

 



Cicatriz que reclamo
Eligio Coronado



Monterrey.- Escribir poesía es difícil. Se requiere claridad, fluidez, profundidad y que cada verso sea revestido de una novedad contundente. Es decir, que sacuda y no admita otra forma de expresarlo. Además, la extensión del poema, como consecuencia de su desarrollo, deberá crecer sólo hasta donde conserve su frescura. Todo lo demás es lastre. Por ello, los autores deben ceñirse al tema y no caer en digresiones innecesarias.

En Cicatriz que reclamo y otros poemas marginales*, de Arturo Ortega, los poemas tienen la forma y el tamaño adecuados. Y la intención, tan importante porque decide la naturaleza del texto, está tratada con la seriedad del caso: “Tu recuerdo hiere la desgastada ternura de mis ojos” (p. 33), “su piel / se extendía en territorios de vastedad finísima” (p. 71), “sus labios / fueron el torrente / que encalló en mi boca” (p. 73).

Esto es resultado de quien escribe a conciencia porque ama el oficio y no de quien escribe porque piensa que el traje de poeta se lo puede poner cualquiera.

Arturo (Monterrey, N.L., 1954) confirma por qué publica poco: es demasiado rigorista consigo mismo y no da a las prensas cualquier escrito. Sus poemas se antojan trabajados minuciosamente. Se diría que busca obsesivamente la perfección: “la madrugada se devora a sí misma” (p. 11), “Fiel a su lamento / la lluvia amortaja el rostro de la ciudad” (p. 33), “La noche se enreda en la penumbra más clara” (p. 11).

¿Sus temas?: El amor, la ciudad, el tiempo, la soledad, el hastío y el dolor no son ajenos a los demás autores, pero sí su tejedura regida por la estética donde resplandecen la palabra y un espíritu que ha logrado sobrevivir a los diversos avatares: “Entre nubarrones y crepúsculos la esperanza se prolonga” (p. 22), “Espero a la vuelta de la esquina / el golpe seco del olvido” (p. 61), “Eres el espejo fiel de esta soledad / que me incendia a quemarropa” (p. 53).

No, escribir poesía no es cuestión de amontonar palabras en torres llamativas, ni amasar oscuridades de difícil comprensión, sino de estructurar significados vitales que aclaren la propia perspectiva: “Me rebelo contra el estupor insólito del aire” (p. 48), “En el empaque desgastado del día / un silencio transita el cortejo delirante de la hecatombe” (p. 25), “Sobre la luz del mediodía estrujan tedios las entrañas” (p. 17).

* Arturo Ortega. Cicatriz que reclamo y otros poemas marginales. Monterrey, N.L.: Edit. UANL, 2016. 83 pp. (Colec. Poesía.)

 

 

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