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1025 29 Marzo 2012

CRÓNICAS PERDIDAS
A solas contra el mundo
Gerson Gómez

Monterrey.- Ni modo no aceptarlo. Desde que me casé, dejé de ser el chico buena onda. Ahora estoy sometido. Entre las garras de una mujer casi veinte años menor que yo.

La conversión no ha sido simple o gratuita. Todo lo que hago, lo profeso de corazón.

Aunque ella no lo tomé en cuenta.

Salimos juntos los jueves, viernes y sábado.

Sólo los lunes, y de nueve a once de la noche, me da chanza, de ir a cenar, jugar domino o tomar café, con el grupo de amigos que conservo desde la preparatoria.

Es muy estricta con el control de salidas y llegadas.

Dice que es de lo mejor que aprendió en su estancia en el internado en Inglaterra. No lo dudo. Sólo que la puntualidad inglesa, frecuentemente es inexplicable.

Me dice que cómo un hombre de mi edad, antes jamás formalizó las relaciones.

Es cuestión de enfoque, le contesto. Mientras ellos, que sostuvieron lazos afectivos con gente de la generación, ya están calvos, con la barriga desarrollada, las piernas flacas y pálidas, ella cuenta con un macho alfa.

Nuestra vida marital, que así la explicaron en los talleres antes de contraer nupcias, debería ser para el engrandecimiento de la obra del señor.

Y eso me parece correcto.

Nada de cualidades animales. Sino acompasada, fresca la presencia y el candor de la empatía. Con el disfrute en la piel, pero con la solidaridad en las manos.

El sexo oral le parece asqueroso. Aun yo he deseado hacérselo. Ni que pensar en que ella tome el pene y juegue con él.

Ha quedado descartado. Non santo.

Lo más extraño que es calendarizamos las frecuencias.

Un par de ocasiones, de plano por sugerencia, improvisamos citas.

Como el lunes es libre, para los dos, cuando llegamos, cada uno por su lado al departamento, casi me asalta desde la escalera.

Vaya, tenía un leve sabor a alcohol en la boca, dulce y amargo. Me dijo que habían bebido un par de margaritas frozen.

Que era el momento cumbre de nuestra existencia. Que como estaba en la parte más alta de su ciclo, deberíamos, por única ocasión, usar condón.

Me besó como jamás antes, metiendo la lengua en mi boca, jugando con mi lengua, que se escondía, desconociéndola.

Y así lo hicimos.

La ayude a desvestirse y la auxilié a vestir.

Al terminar, me exigió ver el contenido, antes de desecharlo en el cesto de la basura.

Vaya, es bastante, ahora puedo constatar que no andas con otra vieja. Porque sería capaz de cortarte los huevos, cabrón.

El alcohol, a las mujeres dóciles, les corta las alas.

 

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pq94

La Quincena N?92


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