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1062 21 Mayo 2012

 

Que el dolor no me sea indiferente
Irma Alma Ochoa Treviño

Monterrey.- Para definir la esencia de la humanidad, William Shakespeare escribió: el peor pecado hacia nuestros semejantes no es odiarlos, sino tratarlos con indiferencia.

Una muestra de indiferencia son las apresuradas declaraciones del vocero oficial de Seguridad del Estado, quien sin investigación previa aseveró que las personas masacradas, encontradas en Cadereyta Jiménez, no eran de Nuevo León, como si un ser humano oriundo en otra entidad o país, tuviese menor importancia que uno nacido aquí. ¿En dónde quedó la igualdad ante la ley?

Cabe señalar que, aunque las noticias dan cuenta de la detención de presuntos responsables, tal acción no elimina la connotación derogatoria formulada por el vocero de Seguridad Pública. Hasta hoy no se sabe nada de la identidad de las víctimas. En reciente información se cree ─sin asegurar─ que son artesanos desaparecidos en agosto de 2011.

A partir de que aumentaron los índices de criminalidad en México, hemos visto y escuchado un sinfín de atrocidades cometidas por los bandos delincuenciales, como nunca antes en la historia del país. Frente a las terribles acciones, la capacidad de respuesta del gobierno es escasa o nula, pues la violencia va en espiral ascendente; en tanto, nuestra posibilidad de asombro va en picada y se socava, cada vez más, nuestra capacidad de indignación.

En casa aprendí que el dolor de los otros es el dolor de todos, imposible olvidar esa enseñanza no sólo en el discurso, sino con hechos. Un ejemplo: mamá y mi abuelita Emma daban agua y comida a los migrantes que pasaban a diario, por la casa ubicada por la calle de Bernardo Reyes; con ingenio aseguraban que los frijoles se multiplicaban echándoles más agua y al pan más levadura. Hubo quienes recibieron techo, y hoy forman parte de nuestra familia.

Mi psicólogo dice que experimentamos temor ante la incertidumbre y que, en momentos, nos paraliza el duelo por las vidas humanas arrebatadas. Hay veces que por salud física y mental me gustaría dejar de leer el periódico, como lo recomendó el presidente marlboro, de triste figura. Pues a medida que me informo crece mi indignación y congoja, en detrimento de mi salud.

Pero, no sé cómo vivir en una burbuja color de rosa, cuando el panorama es obscuro; no aprendí a ignorar los hechos sino a buscar solución a los problemas. Me turba enterarme de un secuestro, de un asesinato, de un feminicidio, de una desaparición forzada, de la muerte de un conocido, de una fosa clandestina, del robo con violencia sufrido por un pariente o amigo, del impune despojo de rancherías, casas… ¿qué podemos hacer para cambiar la grave situación de violencia que vivimos en el país?

El político irlandés Edmundo Burke afirmó: Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada. Hace unos días, la compañera Lilia González, de Alianza Cívica, nos convocó y reunió a varias organizaciones ciudadanas para manifestar nuestra indignación a raíz de la cruel muerte de 49 personas ─43 hombres y 6 mujeres─, cuyos cuerpos mutilados fueron encontrados en Cadereyta Jiménez, N. L.

Las organizaciones firmantes exigimos, del gobierno estatal y federal una indagatoria seria, clara y eficaz, apegada a las normas nacionales e internacionales de derechos humanos. Les recordamos su responsabilidad de garantizar un entorno de paz, seguridad y justicia para toda la ciudadanía.

A las y los habitantes de Nuevo León los exhortamos a manifestar su rechazo a estos crueles actos de violencia, que parecen estarse “normalizando” en la entidad. Y, a propuesta de Lilia, les solicitamos, en señal de duelo, portar un moño negro en el brazo izquierdo.

La manifestación realizada frente a la escalinata sur del palacio de cantera, fue cubierta por casi todos los medios locales, mientras que los automovilistas que transitaban raudos por la calle Zaragoza, mostraron su solidaridad tocando el claxon o mostrando el pulgar hacia arriba en señal de aprobación de nuestras exigencias.

Ante las circunstancias, como dice la canción, sólo le pido a Dios, que el dolor no me sea indiferente.

 

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pq94

La Quincena N?92


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