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1096 6 Julio 2012

 

Evite el exceso
Nora Elsa Valdez

Monterrey.- Si conoce, o ha oído hablar, del infierno que significa quedar atrapado en las garras de la adicción al alcohol, ¿qué le respondería a alguien que le dice: “¡Evita el exceso!”, “¡Todo con medida!”, o le recuerda “la singular alegría” de saber que “así somos los norteños”?

El dispendio en publicidad de bebidas alcohólicas, y las inversiones millonarias en estadios y equipos de futbol, hacen pensar en que hay algo turbio, torcido, escondido en estos negocios. ¿De verdad cree usted que este derroche es para su bienestar y el de su familia?

Tomar alcohol es como comer madera o tomar petróleo. El cuerpo no reconoce al alcohol como un alimento, ya que el alcohol es una sustancia tóxica que lo envenena y lo destruye. Además causa adicción y daña los órganos internos como el hígado y el cerebro. Ingerir alcohol es algo así como derramar agua deliberadamente sobre su costosa computadora: causa su destrucción.

Por eso al tomar alcohol las personas vomitan, se sienten muy mal, o mueren de congestión alcohólica, aunque esta información se minimiza, distorsiona y oculta deliberadamente. Es falso decir que “se aprende a tomar”, o que alguien “toma mucho, pero no se emborracha porque sabe tomar”. Nadie “aprende” a tomar alcohol, sino que aprende a hacerse adicto al alcohol, a aumentar cada día más su tolerancia al tóxico.

Cuando alguien “aguanta” tomar mucho alcohol, sin efectos aparentes, es porque ya se ha hecho adicto y será difícil que pueda dejar de ingerirlo. Es lo mismo que le pasa al fumador empedernido, o al drogadicto que se la pasa inhalando resistol. ¿Será una proeza digna de admiración el que alguien fume dos cajetillas diarias, o esté drogado todo el día, porque “aguanta” mucha nicotina o droga?

Así como se oculta todo el daño que causa a la salud la adicción al tabaco, también se oculta el gran daño que causa el alcohol. Su adicción, como la de otras drogas, aumenta progresivamente y puede causar la muerte. Consumir alcohol y tabaco consuetudinariamente, destruye una barrera natural que el cuerpo tiene contra estas sustancias y lo deja indefenso de por vida frente a estos venenos.

Cuando esta barrera se destruye, cuando la química del cerebro cambia, la persona pierde el control de su voluntad y queda a merced de la sustancia adictiva. Aunque la persona quiera con todas sus fuerzas dejar de ingerirla, ya no puede. Se vuelve dependiente de ella y no puede ni sabe cómo salir del infierno en el que ha caído. Necesita ayuda.

El alcohol empieza a hacer adicción desde la primera bebida, aunque sólo sea un “inocente” vampiro, cuba, vino de uva, cerveza o rompope. Al entrar al cuerpo el alcohol, empieza su labor adictiva, por más pequeña que sea la cantidad. Tomar una segunda o tercera bebida, iniciará su labor destructiva y tóxica. Es como dejar entrar a una serpiente silenciosa al cuerpo, que queda agazapada y nadie la ve. Después de una cuarta o quinta bebida, ya el cuerpo solo hará sentir la necesidad de conseguir las siguientes.

De allí en adelante la persona seguirá buscando el alcohol, creyendo que tiene el control, que es algo inofensivo, y que puede dejarlo cuando quiera. Pero no es así. El alcohol ya ha desequilibrado al cerebro, y ahora éste exigirá la sustancia adictiva. La voluntad ha quedado destruida. La necesidad del cerebro obligará a la persona a tomar, sin que nada pueda detenerla, pues el monstruo ha tomado vida propia. Se ha caído en el infierno de la adicción.

Los familiares de la persona atrapada en la adicción también empezarán a sufrir el mismo infierno, pues no pueden impedirle tomar. Hasta hoy, la única esperanza de recuperación son los valiosos grupos de Alcohólicos Anónimos, con su terapia de los doce pasos. Sin embargo, hay dos trampas que impiden que la persona llegue a estos grupos: el que la persona niegue que ha caído en la adicción, pues cree que puede dejar de tomar cuando quiera; y el hecho de que se considera una vergüenza asistir a estos grupos. Estas dos trampas le impiden recuperarse y salvar su vida.

Es difícil que la persona comprenda que necesita ayuda para dejar de tomar, pues se engaña creyendo que puede dejar de hacerlo cuando él quiera. Y para complicar las cosas, conforme pasa el tiempo, en su caída al precipicio va perdiendo familia, amigos, credibilidad y confianza de los que lo rodean, los cuales se alejan cuando más los necesita, al tiempo que también pierde su trabajo y se queda sin dinero, quedando en una trampa mortal.

Sólo el sufrimiento más extremo, cuando el alcoholismo lo lleva al delirium trémens o a las puertas de la muerte, puede hacer que la persona pida ayuda y llegue a Alcohólicos Anónimos. Es necesario el amor de la familia y la compasión de los amigos para apoyarlo y sostenerlo, pues sólo se podrá salvar con su ayuda.

Familia y amigos deben saber que su ser querido ha caído en la trampa del alcohol. Es un gran error creer que la persona no deja el alcohol porque no quiere. La verdad es que quien ha caído en la adicción, ya no puede dejar el alcohol, aunque quiera hacerlo. Es en estos momentos cuando la persona más necesita a sus seres queridos. Y por desgracia es cuando se le abandona.

¿Seguirá usted creyendo que los estadios cantinones, los partidos deportivos y las carnes asadas, se construyen y promueven para que usted y su familia se diviertan “con singular alegría”, pues lo único que tienen qué hacer es “evitar el exceso”?

 

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