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1239 24 Enero 2013

 

La educación de las mujeres
Nora Carolina Rodríguez Sánchez

Monterrey.- Uno de los recursos sociales más importantes para el desarrollo de una nación es la educación. No es ninguna novedad lo anterior y ejemplos sobran para demostrarlo.

Los países con mayor desarrollo invierten más en educación, y los resultados están a la vista, la OCDE reporta ingresos públicos y privados muy significativos, más del doble de sueldo anual para una persona con educación superior, comparándola con una persona con educación secundaria.

México, al pertenecer a la OCDE, está sujeto a las pautas que determina la organización con fines de evaluación, implementación de políticas públicas y ajustes a la inversión y los procesos educativos conforme a sus determinaciones. Sin embargo, las condiciones no son equitativas debido a múltiples factores, y uno de ellos es la gran diferencia cultural y el acceso a la educación de las mujeres en nuestro país.

Los compromisos firmados con la plataforma de acción de la IV conferencia sobre la mujer incluyen acciones tendientes a lograr la equidad entre hombres y mujeres, aduciendo que el logro de esta condición permitirá un desarrollo con justicia y equidad, promoverá la paz y un desarrollo sustentable. Por otra parte, la plataforma establece que es necesario atender las disparidades, insuficiencias y la desigualdad de acceso en materia de educación y capacitación, así como eliminar la discriminación contra las niñas y la violación de sus derechos.

Para alcanzar lo anterior, se han establecido objetivos estratégicos y se han recomendado una serie de acciones, de las cuales podría destacar las siguientes:

  • Asegurar la igualdad de acceso a la educación.
  • Eliminar el analfabetismo entre las mujeres.
  • Aumentar el acceso de las mujeres a la formación profesional, la ciencia, la tecnología y la educación permanente.
  • Establecer sistemas de educación y capacitación no discriminatorios.
  • Asignar recursos suficientes para las reformas de la educación y vigilar la aplicación de esas reformas.
  • Promover la educación y la capacitación permanentes de niñas y mujeres.
  • Eliminar la discriminación contra las niñas en educación y en la formación profesional.
  • Educar a las niñas acerca de las cuestiones y problemas sociales, económicos y políticos.

 

Si hiciéramos una retrospectiva en torno a las conquistas que las mujeres han tenido en los últimos 50 años, observaríamos grandes y significativos cambios en la forma de vida y en las posibilidades que han tenido. Es muy sencillo comparar lo que una mujer podía esperar de su vida en la década de los 50 ó de los 60 del siglo XX, que lo que espera una mujer en 2013.

El ejercicio es muy sencillo: piénsese en una bisabuela o una abuela que fue joven en 1950. No tenía las mismas oportunidades de vida social y pública que casi todas las mujeres hoy en día. Realmente fueron muy pocas las que estudiaron una carrera o pudieron trabajar fuera de su casa.

Pero la cuestión es que, aún hoy, sigue presente el casi. Y los datos que ofrece el INEGI a partir del último censo de 2010, en materia educativa, son bastante decepcionantes.

De cada 100 niños de 6 a 14 años, 94 asisten a la escuela. Este es un dato definitivamente positivo. La población de 15 a 19 años que asiste, es el 57 por ciento. Ahí ya cambia un poco la cosa, porque se quedaron fuera nada más y nada menos que el 43 por ciento.

El INEGI dice que de 20 años y más, en el país continúan estudiando 3 millones 536 mil 369 personas. De una población de 112 millones. El porcentaje es bastante pobre (1).

Para cuestiones de carácter comparativo con otros países, se considera la alfabetización como indicador, dando cifras muy alentadoras. Se habla de casi el 100 por ciento de logro en la población que se encuentra entre los 15 y los 24 años. Sin embargo, si confrontamos este dato con el nivel de deserción, encontraremos que de 100 alumnos o alumnas que ingresaron a la educación primaria, solamente continúan estudiando 57 en un nivel de educación media superior.

En el camino ya se quedaron casi la mitad. De manera que la alfabetización es el logro alcanzado. Y cuando se ofrecen cifras que hablan de alfabetización, invisibilizan el problema de la deserción. Además, no es suficiente con alfabetizar a la población.

Es bien sabido que el pensamiento formal se alcanza aproximadamente a los 18 años, de modo que las desertoras y los desertores aún no alcanzan ese nivel de desarrollo intelectual. El pensamiento formal se requiere para poder tener una construcción de la realidad amplia y crítica, un pensamiento hipotético-deductivo y habilidades sociales necesarias para interactuar en el entorno cultural.

Sin un proceso sistemático de educación, este nivel se logrará, pero sin el componente formativo, es decir, sin un encauzamiento del mismo. Otros procesos intelectuales que se van generando en el sujeto, como la construcción del criterio moral, también se quedan a la deriva. Decisiones éticas, económicas o políticas, y decisiones para un proyecto de vida, se toman al margen de una educación formal.

Para agravar la situación, las mujeres llevan la peor parte, ya que algunas de las principales causas de deserción son la maternidad, o la imperiosa necesidad de trabajar. Mujeres que no han tenido una educación profesional, ni siquiera capacitación para el trabajo, tienen que emplearse en aquellos trabajos que no requieran dicha formación, sin altas expectativas de sueldos ni prestaciones laborales.

Muchas mujeres trabajan en labores muy mal remuneradas o con exceso de horas de trabajo, algunas en el sector informal. Aunque las zonas rurales cada vez están más abandonadas, existe un alto índice poblacional en dichas zonas, y los recursos cada vez son mas escasos. Se dice por eso que la pobreza en México se ha feminizado.

En un ambiente escolar, es muy difícil visibilizar a quienes no pueden estudiar o a quienes han tenido que abandonar los estudios, porque es muy fuerte la costumbre de considerar que las mujeres no deben esforzarse demasiado estudiando tanto o que, si se embarazan, lo más natural es que se salgan de estudiar y se dediquen a cuidar hijos, que formen una familia y la atiendan.

Las instituciones educativas no han incorporado la perspectiva de género, con la que se puede analizar la realidad social y educativa de manera diferente, propiciando igualdad de oportunidades, entre otras cosas (2).

Podemos pensar que nuestro país es joven, está en desarrollo y los beneficios que se han tenido son muchos; sobre todo si observamos que las brechas que existen entre los logros de hombres y de mujeres van disminuyendo paulatinamente. Podemos tener mayores expectativas y creer que las condiciones van mejorando. Más vale que así sea y se continúe trabajando para la equidad, y que se sigan realizando acciones a favor de niñas y mujeres, principalmente en el ámbito educativo. La educación es una fuente de empoderamiento de mujeres.

Sin afán de ser pesimista, haría una acotación acerca de los efectos que conlleva la globalización, y las medidas que van presentándose en la incorporación de nuestro país al modelo neoliberal.

Los recursos para la educación pública cada vez son menores, las políticas en materia de atención educativa se van recrudeciendo, la oferta laboral bien remunerada es muy escasa, la atención a la salud es deficiente; además de que la situación particular que vive hoy nuestro país en materia de violencia no favorece en lo más mínimo un desarrollo equilibrado y sostenido.

Las tareas que continúan pendientes son las siguientes:

  • Consolidar el acceso de todas las mujeres a la educación.
  • Favorecer la permanencia de las mujeres en la escuela.
  • Revisar los contenidos de la enseñanza y ocuparse de los procesos de socialización de los que son objeto hombres y mujeres en el sistema educativo y que definen sus modos de inserción ciudadana.
  • Atender los problemas de acceso a la educación de las mujeres que viven en zonas rurales e indígenas, y las de mayor edad, que no tienen posibilidades de integrarse a la educación formal.
  • Abatir el analfabetismo.
  • Mejorar el acceso de las mujeres a carreras profesionales tradicionalmente masculinizadas.

 

Como se puede ver, es imperativo un cambio cultural que permita modificaciones en los procesos sociales que moldean la construcción de identidades de género. El sistema educativo requiere urgentemente incorporar la perspectiva de género, capacitar a docentes y personal administrativo y directivo en esta materia, revisar currículos de los diferentes niveles educativos, desde educación inicial, hasta educación superior, y reorientar las mismas transversalizando el género en cada una de ellas.

Aunque la tarea no es sencilla y el trabajo es arduo, las labores ya han iniciado. De manera que tendremos que apurarnos para hacer lo que nos corresponde.

Notas:
1.- Es muy cuestionable la manera en que nos presentan los datos, ya que no emplean un mismo indicador para explicarnos las diferentes situaciones, y aunque la información es clara, sería muy importante conocer el total de la población que hay de los diferentes grupos de edad, así como hasta dónde se extiende el límite que debería establecerse respecto al grupo de edad que continúa estudiando después de los veinte años de edad.
2.- La perspectiva de género implica reconocer que una cosa es la diferencia sexual y otra cosa son las atribuciones, ideas, representaciones y prescripciones sociales que se construyen tomando como referencia a esa diferencia sexual.

 

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