Suscribete
 
1265 1 Marzo 2013

 

En este mundo traidor
Hugo L. del Río

Monterrey.- El poder siempre es subrogado. Incluso los jefes de Estado deben rendir cuentas a las mujeres y los hombres quienes le allanaron el camino. El poder es una herramienta que personas sin cara ni nombre ponen por cierto lapso, en calidad de préstamo y sujeto a supervisión, en manos de ésta o aquél.

El poder raramente es legítimo, por lo general, detrás del trono o la silla del Presidente o primer ministro se esconden intereses y secretos inconfesables e impresentables. Gordillo sabía todo esto: ella aprendió a nadar entre tiburones. Pero se intoxicó con el dinero, se sintió la versión femenil de Poseidón y olvidó que era una simple sardina que a estas alturas bien puede terminar entre las brasas, o salir viva, pero bajo orden de nadar en otras aguas.

Su torre negra cayó. Ella sentía que la atalaya era inexpugnable y se consideraba una castellana invulnerable: una especie de valquiria comiteca. La ciudadela se vino abajo: quienes las pueden la derribaron de un papirotazo y no pasó nada: algo de ruido y dos que tres nueces. El cielo no se desplomó, la tierra no se abrió, los volcanes no entraron en erupción, el Sol y la Luna siguen saliendo todos los días y quienes anticiparon un tsunami entendieron que ante tanta mediocridad el oleaje se negó a darnos su espectáculo.

La guardia de corps de nuestra Lady Macbeth, juramentada para pelear hasta el último aliento en defensa de su capitana, ni siquiera desenvainó las toledanas. Gordillo tal vez pensó, como dice Hamlet, que por los siglos de los siglos sería “Una esponja que absorbe los favores del rey, sus recompensas, sus mandatos”. Pero de poetas hablamos, nos recuerda Jorge Manrique: “Ved de cuán poco valor / son las cosas tras que andamos y corremos / que en este mundo traidor / aún antes que muramos las perdemos”.

En 81 cuentas por revisar, en las dos que están siendo analizadas le han encontrado a Elba Esther irregularidades –hoy amanecimos muy finolis– por cosa de dos mil millones de pesos. Sería justo que la nación recuperara el patrimonio que tienen a sus nombres Gordillo y los suyos. Y pocos, muy pocos protestarán si la dejan en prisión de por vida. Morir tras las rejas sería procedente punición para quien usaba bolsas de mano de 40 mil pesos. La muerte llegará, como sea. Lo entiende, porque es su oficio, el jovial sepulturero quien conversa con el príncipe danés: “Un pico, una pala, una pala / con una hermosa mortaja / ¡Ay¡ Lo que requiere semejante huésped / es un buen hueco de arcilla”. Las coronas ruedan por el suelo mientras, hundido en el terror cósmico, un monje nos recuerda que polvo somos.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

15diario.com