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1319 16 Mayo 2013

 

EL CRISTALAZO
Desastres, exhibicionismo y demás
Rafael Cardona

Ciudad de México.- No es posible decir si esto comenzó cuando las televisoras decidieron incorporar a su elenco al Popocatépetl, allá por el lejano diciembre del año 2000, o todo se debió a la primera exhibición de torpeza del panismo en el gobierno, pues fue en esos tiempos cuando quisieron prevenir lo inexistente, quizá para contrastar su humanismo preocupado con la displicencia con la cual estigmatizaron a un gobierno durante el sismo de 1985.

En este país los movimientos pendulares son a veces excesivos, y como en aquellos días del sismo mayor la “sociedad civil” se apareció para demostrar la solidaridad ajena a la administración pública (lo cual nunca fue cierto), a partir de entonces, los gobiernos decidieron nunca más dejar pasar las oportunidades de lucimiento, hagan falta o no.

Así fue como Santiago Creel se estrenó en la Secretaría de Gobernación, a cuyos afanes se agregó todo un aparato de “protección civil” y de prevención de desastres, cuyos menores resultados fueron los saqueos sistemáticos de fondos para inundaciones convertidos en dinero para las elecciones, como sucedió en Yucatán (claramente lo demostró Luis Farías Mackey), llevando a Carmen Segura primero a la inhabilitación, y después al poder legislativo una vez exonerada por quienes primero la habían sentenciado.

¿Y la lana, apá? Esa, como las golondrinas de Bécquer, no volverá. Todos se forraron al amparo de la “prevención de desastres”.

Pero la montaña, cuya condición de espacio sagrado tiene una enorme importancia en el pensamiento mágico de los pueblos cercanos al más alto de los volcanes del oriente de la ciudad de México, es una buena oportunidad para salir en la tele y decir cosas muy impresionantes. El domo, el material incandescente, la ceniza, la lava, el inclinómetro, el tremor armónico, la exhalación, la expulsión, la ceniza, todo el catálogo de la verborrea cuyo punto mayor fue en el ya dicho año 2000, cuando sin necesidad alguna, 41 mil personas fueron obligadas a dejar sus hogares para poner en funcionamiento un sistema de seguridad cuyo mejor resultado fue el saqueo de las casas abandonadas.

La Comisión Nacional para la Prevención de Desastres, ha sido prolija en la edición de libros y folletos sobre Don Gregorio Chino, como le llaman los lugareños a su ruidosa y humeante montaña.

Uno de ellos, el más pedante de todos se llama “Historia de la actividad del volcán Popocatépetl”, título falso pues no se puede llamar historia a la recopilación de bitácoras sísmicas y monitoreo de 17 años, cuando en la propia introducción los autores del compendio burocrático le adjudican al Popo una actividad de más de medio millón de años.

Los antiguos describían con el encadenamiento de palabras, la repetida y abundante humareda del volcán y con él convivían y a sus faldas se asentaban, le llevaban regalos y ofrendas alimenticias los días de su cumpleaños en el mes de mayo precisamente, y hasta su pulque le subían a las estaciones, donde los “tiemperos” ponían sus altares. Hoy se han cerrado los accesos al cráter.

Pero no ha sido este el único uso político de Don Goyo. Durante la conquista, Diego de Ordaz subió a recoger azufre para hacer pólvora para mosquetes y culebrinas. Así lo cuenta Bernal Díaz del Castillo. La descripción de la actividad volcánica no ha variado mucho en los pasados cuatro siglos:

“... y es aquel el volcán que está cabe Guaxocingo, echaba en aquella sazón que estábamos en Tlaxcala mucho fuego, más que otras veces solía echar, de lo cual nuestro capitán Cortés y todos nosotros, como no habíamos visto tal, nos admiramos de ello; y un capitán de los nuestros que se decía Diego de Ordaz tomóle codicia de ir a ver qué cosa era, y demandó licencia a nuestro general para subir en él, la cual licencia le dio y aun de hecho se lo mandó. Y llevó consigo dos de nuestros soldados y ciertos indios principales de Guaxocingo; y los principales que consigo llevaba poníanle temor con decirle que luego que estuviese a medio camino de Popocatépetl, que así llaman aquel volcán…

“…Y todavía Diego de Ordaz con sus dos compañeros fue su camino hasta llegar arriba, y los indios que iban en su compañía se le quedaron en lo bajo, que no se atrevieron a subir, y parece ser, según dijo después Ordaz y los dos soldados, que al subir que comenzó el volcán a echar grandes llamaradas de fuego y piedras medio quemadas y livianas, y mucha ceniza, y que temblaba toda aquella sierra y montaña adonde está el volcán, y que estuvieron quedos sin dar más un paso adelante hasta de ahí a una hora que sintieron que había pasado aquella llamarada y no echaba tanta ceniza ni humo, y que subieron hasta la boca, que era muy redonda y ancha, y que habría en el anchor un cuarto de legua, y que desde allí se parecía la gran ciudad de México y toda la laguna y todos los pueblos que están en ella poblados.”

 

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