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1319 16 Mayo 2013

 

MALDITOS HIPSTERS
Festejar a maestros sin ética
Luis Valdez

Monterrey.- No tengo mucho que aplaudirles a los maestros. Al menos no a los de ahora. No me impresionan ni tienen gran cosa que aplaudirles. No son gente culta ni responsable del futuro. Incluso dudo de sus valores cívicos. Los veo más inclinados a la televisión abierta humorística que a los documentales o cine de arte. Pobres de mis hijos.

Pido disculpas a quienes tengan una mamacita maestra, o peor: a los que tengan una abuela, madre, tías, tíos y hermanos maestros. El magisterio se ha convertido desde hace tiempo en un negocio de patrimonio familiar, tanto para Elba Esther como para sus agremiados, que primero compran la plaza a sus líderes sindicales y luego andan viendo cómo heredarles esta plaza a sus hijas o hijos sin vocación. Gente a la que no le importa lo que los niños estudien y mucho menos, que aprendan. Es más, ni siquiera a ellos les interesa.

Tengo un amigo y una amiga (que incluso es mi comadre) que ante los ojos del magisterio serían bichos raros. Se han esmerado en trabajar lo más que pueden y saben que aunque a los demás maestros les viene valiendo, esos treinta niños que tienen enfrente van a vérselas con el mundo como licenciados sin chamba, ingenieros taxistas, doctores con carrera universitaria a medias o vendedores de piratería.

El futuro no es fácil. Ellos reconocen que en el magisterio hay maestras jóvenes que se acuestan con los de sindicato para que les quiten la plaza rural y las cambien a la ciudad (nadie quiere trabajar en un municipio rural, y por eso sólo dan clases de martes a jueves… es decir, llegan el lunes en la noche y se van el jueves en la tarde). De esta manera, la quinta del SNTE en Allende se ha convertido en una piquera de maestros del sindicato con maestras jóvenes. “Te damos plaza en donde quieras, pero ya sabes.”

No debería pedir disculpas porque sé que el magisterio es un pantano, pero sigo respetando a los maestros de la vieja guardia. Los que son guardianes del civismo, de las buenas maneras, de la ética.

Los maestros son padres en su casa y en su salón de clases. Los maestros, quieran o no, son un ejemplo. Los maestros quieren un empleo seguro y vitalicio (eso lo entiendo), quieren prestaciones, pero claro que a fuerza de presión política ya tienen más prestaciones de las meramente básicas. Son logros del sindicato en tiempos dorados del PRI. Si creyera en las invocaciones, pediría a Torres Bodet para saber su opinión.

Si los maestros piensan que sus prestaciones son logros laborales y que con ellos no afectan a la sociedad, les tengo una noticia. Todo aquel despilfarro que haga más desequilibrio en los presupuestos públicos (dejando a niños con hambre en las zonas rurales mientras hay gente como Elba Esther) está realmente afectando a la sociedad.

Un último dato: Ricardo Díaz, el encargado del Auditorio Elba Esther Gordillo (ubicado en Guadalupe), es un burócrata magisterial que lleva años comisionado sin dar clases. A cada evento que había en el mentado auditorio, le cobraba a quienes pusieran stand de venta o exhibición como “propina para los de intendencia, pero yo se las doy, ustedes denme el billete en la mano y yo me encargo”.

Con maestros así, que no lo son todos pero sí mayoría, qué podemos esperar.

 

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