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1319 16 Mayo 2013

 

Rescatando pedacitos de historia
David Guillermo Fernández Guerrero

Monterrey.- “Fue por ahí del año 2000 cuando empezó esta enfermedad, esta adicción. Una tarde fuimos mi mamá y yo a comprar pan y pasamos por una casa que empezaba a vender chacharitas. Yo creo que el dueño del negocio vio que ya traía el gusano dentro o me vio la cara de pendejo; pero la cosa es que me gustó un candil y no traía dinero, sin embargo,  el dueño me dijo que me los llevara y se los pagara después. Así empezó todo, de sopetón.”

Éstas fueron las palabras que Toño Salas utilizó para describir la manera en que consiguió la primera pieza de su enorme colección. Su hogar está repleto de objetos antiguos que demuestran diferentes culturas, tamaños, colores y épocas; es una obra barroca exquisita en su totalidad. Su pasión es rescatar cosas viejas que para muchos pudieran ser basura, él revive el cariño y el amor que estos objetos guardan de todas las manos que los cuidaron y los sostuvieron en algún momento.

Toño dedicó treinta y ocho años de su vida a la docencia. Mantenía dos turnos en diferentes secundarias (uno matutino y otro nocturno); gran parte de su tiempo era consumido por su trabajo. Ahora disfruta de su jubilación y vive una nueva etapa de su vida. Dejó atrás las prendas formales, los peinados relamidos, la cara bien rasurada y el tabú de los aretes y tatuajes: la imagen de un profesor. Hoy anuncia ser una persona relajada y tranquila, que aprovecha al máximo su tiempo y las oportunidades de salir en búsqueda de nuevos tesoros para su mina de objetos preciosos.

Es difícil seleccionar una pieza para platicar, puesto que la cantidad de su repertorio es inmensa. Quizá le tome meses poder contar las historias de todas sus piezas, quizá sea una tarea imposible.

Al trasladarte hacia el interior de la casa, la motricidad se entorpece con el miedo de golpear algo. Existen objetos de materiales muy delicados y piezas tremendamente valiosas. No obstante, Toño se mueve como pez en el agua, con movimientos bruscos y con mucha tranquilidad. La confianza que deposita en el mapa mental de su hogar es grande, ya que conoce la ubicación exacta de todos sus objetos.

Cuando las manecillas de los sesenta y ocho relojes marcan las 12 en punto, una sinfonía de campanadas envuelve el ambiente con un potente y mágico tic-toc; tributo inconsciente a la famosa canción de uno de los álbumes más influyentes de la historia de la música contemporánea: “Time” de los británicos Pink Floyd: 

“Far away,
Across the field
Tolling on the iron bell
Calls the faithful to their knees
To hear the softly spoken magicspell...”

No hay reproductores mp3 ni bocinas Bose, hay un viejo lector de vinilos. A raíz de que no utiliza energía eléctrica, Toño dio cuerda a la enorme caja para poner a girar el disco, sobrepuso la vieja aguja sobre el acetato y emanó uno de los sonidos más bellos, el sonido de la historia. Entre la tierra acústica que se formaba por el golpeteo de la aguja, se escuchó la vieja canción de Vincent Youmans “Té para Dos”, interpretada por un ensamble de trompetas que formaban una vorágine de tiempo transportándote a los años 30´s. Toño no pudo ocultar su felicidad y bailó al compás del swing, imaginando un viejo bastón y un sombrero estilo Gardel en sus manos.

Unos cuantos pasos más adelante, se encuentra una de las áreas más impresionantes de la casa. Años atrás era la recámara de su padre (que descansa en paz), de quien Toño habla con mucho anhelo. Ahora es una capilla repleta de piezas religiosas e imágenes bíblicas. En las paredes cuelgan algunas pinturas del siglo XVI y XVII, en ellas se observan rostros de Jesús de Nazaret, San Vicente y la virgen María.

Lo más impactante es la forma en que “El Profe” (así lo llaman sus amigos) relata la historia de estas obras pictóricas: “Me imagino yo que han sido sustraídas, por no decir robadas, de algunos templos y que las han partido en pedazos más chicos para poderlas vender. Y a mí me ha tocado (conservar) de eso”.

En el cuarto contiguo a la capilla, reposaba una cama matrimonial con adornos florales en su base. Este objeto atrajo muchos problemas para Toño. Por las noches, algunas almas perdidas venían a visitarlo, se sentaban en la orilla del colchón robándole el sueño, a lo mejor sólo buscaban compañía o quizás un poco de calor. No obstante, él está seguro de que una noche escuchó los gritos de una mujer que lloraba desgarradoramente. A partir de ese momento, no ha vuelto a dormir en ese mueble.

Su “cháchara” favorita se encuentra dentro de una vitrina entre más de 5 mil semejantes: es un viejo perfumero que consiguió en un mercado por veinte pesos. Captó su atención por completo, ya que resaltaban los ornamentos y hubo algo que lo atrajo a pesar de que fuera una pieza sucia y descuidada.

En su casa, se dispuso a limpiarla y darle el cuidado necesario para que pudiera compartir el lugar con los demás perfumeros. Cuando terminó de quitarle el “zoquete pegado” en la parte superior del frasco, pudo distinguir que en la tapa había una rosa de oro de 14 quilates y en la punta de los pétalos se distingue un diamante fino que brilla tan fuerte como una estrella.

“El Profe” comentó que su pasión puede ser también un gran negocio, y platicó algunas historias de conocidos que han sido muy exitosos en la compra-venta de “chácharas”. Expresó su deseo de que más gente se incorpore a esta forma de vida y que disfrute como él, rescatar pedacitos de historia.

A veces Toño se sienta a observar sus tesoros y reflexiona sobre el futuro de todos sus objetos, cuando él ya no pueda cuidarlos o se vaya para siempre; esa es la preocupación más grande que invade su mente. Anhela que no lleguen a la basura, que alguna persona encuentre el mismo cariño que él depositó en cada una de sus piezas, y las mantenga por muchos años más.

“Como todas las cosas guardan su fantasma, quien sabe… a lo mejor yo me le pego a ellas y empiezo a jalar patas por las noches también.”

 

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