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1326 27 Mayo 2013

 

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
De la política divisiva a la política de consenso
Edilberto Cervantes Galván

Monterrey.- El optimismo por el futuro de México está fincado en la percepción de que, finalmente, la política divisiva ha cedido su lugar a una política de consenso. Esta apreciación sobre el proceso político que se vive actualmente, no es de ningún analista o experto político sino de un empresario regiomontano Alberto Fernández Martínez, presidente de la Coparmex en Nuevo León.

Después de que Ángel Gurría declarara que el Pacto por México era la mejor noticia para el país en muchos años, los pronunciamientos a favor o en contra han sido materia de todos los días en los medios de comunicación. Nadie supo cómo se llegó o cocinó el Pacto. Se han dado atisbos sobre el proceso de negociación entre las dirigencias de los partidos (PRI, PAN y PRD), la intervención de la OCDE y el equipo de gobierno del Presidente Peña Nieto. Lo que es evidente es que este proceso se desarrolló mucho antes de la toma de Posesión del primero de diciembre. No fue una mera ocurrencia o idea genial para salir del paso, a lo que ya nos estábamos acostumbrando.

La puesta en operación de los acuerdos del Pacto replanteó la condición política del Poder Legislativo. La experiencia y el peso en votos de los legisladores del PRI, hicieron que la relación del poder ejecutivo (con Fox y sobre todo con Calderón) con el legislativo, otorgara un espacio de poder a los coordinadores de las bancadas. Debido a una falta de oficio político y de la carencia de cuadros negociadores, Calderón enviaba sus iniciativas al congreso en el ánimo de “a ver como las procesan”, y el espacio político quedaba en manos de los legisladores y sus jefes de bancada. El escenario político lo ocupaban los diputados y senadores, organizando debates, mesas redondas y mostrando que los procesos legislativos eran complejos ,y que requerían de una gran habilidad política de negociación. Desde los Pinos, Calderón se ocupaba en “urgir” a los legisladores a cumplir con su deber y crear un clima de confrontación

La relación de Calderón con los gobernadores era del mismo estilo. El envío del ejército o de la policía federal a las entidades federativas era una necesidad ya que los gobernadores “no hacían su chamba”.

Se creó la imagen de que los gobernadores se habían convertido en unos virreyes, que actuaban por su cuenta y riesgo, sin mayor coordinación política con el gobierno federal. El tema del endeudamiento de los gobiernos estatales dio pie para acusar de irresponsables y de algo más a los gobernadores, cuando desde siempre la SHCP ha establecido las reglas para comprometer futuros ingresos, sobre todo los de origen federal; todavía más, Hacienda lleva registro de las operaciones financieras que involucran crédito y compromiso de las haciendas públicas. Desde hace años, la deuda pública del gobierno del Distrito Federal está muy por encima de los montos de las deudas de los gobiernos estatales y nadie ha hecho exclamaciones. El mismo gobierno federal con Calderón a la cabeza, elevó sustancialmente la deuda pública.

El Pacto por México ha venido a cambiar este esquema de confrontación y descoordinación. Las dirigencias partidistas mantienen ahora un alto perfil en la negociación, no en la disputa, de las políticas públicas; la presidencia del consejo rector es rotativa, y cada líder de los partidos representados en el Pacto ocupa el espacio de responsabilidad y en los medios. Se argumenta que tanto el presidente del PAN como el del PRD se encontraban en una condición de debilidad al interior de sus partidos y que el Pacto les vino a dar oxígeno. Pero igual se podía decir del presidente del PRI, colocado en una situación de subordinación ante los jefes de las bancadas. Con los gobernadores el Presidente precisó desde los primeros días de su gobierno que la idea no es competir, a ver quién hace qué o cómo, sino privilegiar la coordinación, la acción conjunta. EPN sabe en realidad la condición de los gobernadores en el sui generis federalismo mexicano.

Los actores políticos que no están en el Pacto reclaman un espacio y un asiento. Para empezar, los grandes sindicatos, desde el SNTE, los petroleros, los electricistas, la CTM o la CROC, han quedado fuera. Lo primero que se instrumentó del Pacto fue la reforma laboral y allí no se buscó ningún apoyo público de los sindicatos. Después de la exclusión de los grandes acuerdos y la reclusión de la maestra, como que la fuerza sindical quedó ubicada al margen de la concertación política.

 En segundo lugar las cámaras empresariales y los grandes empresarios se han mantenido al margen de las decisiones, aunque algunos de sus voceros insisten en que el Pacto no debe ser unilateral y que se les tomen en cuenta. Claro que no se les dio participación en el debate sobre las telecomunicaciones, ni sobre las finanzas y seguro que tampoco se les incorporará en la reforma fiscal.

Se reducen así los factores de poder o el grado de corporativismo en el sistema. En el congreso, los poderes fácticos ya estaban bien posicionados; se mencionaba, por ejemplo, a la tele bancada, y así se reconocía a sus integrantes. Pero también estaban bien representados los diversos intereses empresariales; ya eran decenas los diputados y senadores en cuyo currículum aparece su empleo en las cámaras empresariales.

El apoyo político más relevante para el ¨Pacto” no es sólo el triunfo electoral de EPN sino el respaldo de los organismos internacionales a las tan llevadas y traídas reformas estructurales. Es la misma agenda de los noventa, pero puesta al día. Así que la postura anti-pacto de Cordero no tienen ningún sustento programático; como también llama la atención la posición de Jesús Zambrano de que el PRD encuentra en el Pacto la expresión de propuestas de campaña.

En este contexto la declaración de Fernández Martínez se ubica claramente. “Nos preocupa ver que en el extranjero se tiene una perspectiva sumamente positiva y que a los únicos a los que nos falta creérnosla es a nosotros los empresarios de México”. Y agregó: “Los empresarios tenemos que abrir los ojos a la perspectiva que se tiene en el extranjero de nuestra economía y poner nuestras manos a trabajar para prepararnos y mejorar la productividad de nuestras empresas”.

A pesar de que los indicadores económicos que se han dado a conocer en las últimas semanas son poco alentadores, la confianza de Fernández se basa en que los cambios estructurales se traducirán tarde o temprano, en un conjunto de señales favorables “para que los agentes económicos privados maximicen el esfuerzo productivo, la asunción de riesgos y la innovación”.

El hecho es que la visión internacional de México se ha construido hasta ahora alrededor de las exportaciones que realizan al mercado norteamericano un puñado de empresas transnacionales. El sistema financiero está bien pero no fluye el crédito. Los instrumentos de política fiscal y monetaria se han manejado en forma apropiada pero no hay crecimiento.

En medio de un mundo en atonía, en el que la economía global no crece, las opciones del mercado internacional están disminuidas. Además, al concentrar la mayor parte del comercio internacional con los Estados Unidos, el ritmo de crecimiento de México está ligado al de la economía norteamericana.

El otro camino, y no como alternativa sino como complemento, es el de estimular el mercado interno, y eso reclama reorientación de instrumentos de fomento y mejorar el pago de los salarios. Allí también hay espacio para los empresarios mexicanos.

 

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