ENTRELIBROS
Los cuentos de Elpidio Alcántar
Eligio Coronado
Monterrey.- Los cuentos nacen de la necesidad de ser contados, inspirados por sueños, lecturas, vivencias propias y ajenas y por la arraigada costumbre de buscarle variantes a las historias conocidas.
Cada cuento explica nuestra circunstancia y propósito al momento de escribirlo: sorprender, confesar, entretener. Propósitos no siempre logrados pues muchos textos aburren, otros entretienen y muy pocos sorprenden.
En El hombre repetido (Chihuahua, Chih., Ediciones del Azar, 2012. 93 pp., Ilus., por Felipe Alcántar Holguín) Elpidio Alcántar Holguín (Chihuahua, Chih. 1966) combina propósitos y circunstancias para estructurar veinte historias de diversa temática: policiaca, urbana, terrorífica, campirana, fantástica, estudiantil, revolucionaria y de ciencia ficción.
Algunas historias sorprenden, sobre todo las breves (“Danielónica”, “Terror de perro” y “Corbatas”) porque el autor no gasta más hilo del necesario en su confección; en cambio, otras se antojan sobrantes (“La pieza en el tablero”, “El intruso y el castillo”, “Horóscopo”, “Horóscopo 2”, “Días de vacaciones”, “T(r)e sueño” y “Kalimán en el terrible mundo de Humanón”) porque demeritan su esfuerzo narrativo.
El resto se debate entre lo interesante y lo predecible (“Noche de sustos”, “La amenaza”, “En busca de mi crimen”, “Cuentos para la desaparición”, etc.).
La falta de un estilo uniforme hace pensar que los cuentos pertenecen a diferentes épocas y que no fueron debidamente tallereados. Algunos son demasiado largos (“Cuentos para la desaparición”, “Días de vacaciones” y “Kalimán…”), otros demasiado inverosímiles (“Corazón andante”, “El hombre repetido” y “El intruso y el castillo”) y otros tuvieron desenlaces lamentablemente flojos (“La pieza en el tablero”, “Kidd Pistolas”, “Las llamadas secuestradas”, “Días de vacaciones” y “Kalimán…”).
¿Qué nos aporta este cuentario? Entre otras cosas, a un personaje que acostumbra utilizar la pistola para sacarle la verdad a la gente (“Kidd Pistolas”), a unos niños que en la madrugada son asustados por un perro al cual terminan devorando (“Terror de perro”), a un asesino que ahorca a sus víctimas con corbatas haciéndoles un nudo muy elegante (“Corbatas”), a un científico que trata de huir para no ser clonado (“El hombre repetido”), a un hombre que es contratado para matar a otro que resulta ser su amigo (“En busca de mi crimen”), a un joven que comienza a perder partes de su cuerpo por leer un conjunto de cuentos titulado “Cuentos para la desaparición” (en el cuento homónimo) y, sobre todo, a una chica que le pide a un escritor la convierta en personaje de cuento; el autor entonces lanza una moneda: “Águila, te seduzco; sol, te mato”.
“Como apoyo didáctico tiré una moneda al aire, para que me entendiera. Hoy mi amiga no está. Me siento triste escribiendo el cuento que ella quiso ser” (“Danielónica”, p. 5).