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1393 28 Agosto 2013

 

Gigantescas mentiras petroleras
Lilia Arellano

Cancún.- Cuando se ha advertido en estas mismas líneas la presencia de una estrategia que ya suma varios años de estar en marcha, y cuya culminación es precisamente la reforma petrolera, no se ha ahondado en datos que resultan de sumo interés. Resulta absurdo que modificar artículos constitucionales en sus párrafos más importantes, nos lleve a una adecuación tan simple pero tan real que abofetea. El precio por extraer el barril de petróleo ronda los 4 dólares, ya que en nuestro país no ha sido necesario perforar a grandes profundidades (hasta en eso se han recibido bendiciones que desaprovecharon los gobernantes).

Dada la extracción de recursos que se hizo a la paraestatal, vía impuestos, ahora es necesario rentar equipos que vienen con todo y sus técnicos, además de la contratación de diversos servicios a empresas privadas. Con todo, el costo llega solamente a 10 dólares. Si se vende cada barril en 100 dólares, es decir, obteniendo 90 dólares por cada uno de ellos de ganancia ¿hay necesidad de compartir las utilidades y la renta petrolera a cambio de un servicio que ya se tiene rentado y de una tecnología que también se adquiere mediante contratos, cuyos costos se diluyen al dividir las cantidades de petróleo sacadas?  Nos quisieron vender la idea de que nos iban a ganar los EU al hacer esas exploraciones, en tanto que México no tiene los recursos para competir.

Esa es otra de las gigantescas mentiras. La excavación es sumamente profunda, y si bien a la superficie el mar no tiene fronteras, no sucede lo mismo cuando ya se está perforando, ahí si están los límites y el hidrocarburo no está precisamente visto como en un lago. Resulta imposible de creer que en un país petrolero no se hubiese creado la Universidad del Petróleo, en donde se formaran cuadros técnicos, profesionales, de investigación, etcétera, en todas las ramas que pueden ser aprovechadas, en energía, en el gas, en petroquímica; es inaceptable que se hubiese disminuido a su mínima expresión al Instituto Mexicano del Petróleo, ente que aportó soluciones inmediatas y locales a los altos grados de contaminación de las gasolinas que se expendían.

Qué tanto es válido remontarnos al pasado, no lo sé. De lo que sí hay certeza es de que hasta ahora ninguna privatización ha buscado el bien público, el desarrollo del país, las mejores formas de vida y educación de los ciudadanos. Hemos dicho una y muchas veces que las privatizaciones de ninguna manera son reprochables, que los países que han logrado desarrollarse cimentaron sus acciones en la mancuerna gobierno-iniciativa privada, sólo que en ellos no se han registrado los índices de corrupción que existen en el nuestro, y sus alianzas sí han arrojado buenas cuentas.

Aquí basta con mirar la reforma laboral, los beneficios prometidos y conocer el contrato del personal de Aeroméxico para percatarnos, una vez más, que estos movimientos tienen dedicatorias personales y que los destinatarios aparecen con mayores fortunas en Forbes, mientras las estadísticas muestran el incremento de la pobreza que alcanzó ya a la clase media que adquiere ropa usada de pacas traídas de los Estados Unidos, misma que se expende en los tianguis de la capital de la República y en las pequeñas comunidades con rumbo a las zonas altas, con todo el peligro que esto representa ya no sólo para la salud, sino para el terrorismo que practican los vecinos del Norte.

Ahora que, si de pasado hablamos, tendríamos que mirar hasta Permargo y la sociedad que establecieron mexicanos con la familia Bush, ésto en el tiempo de Jorge Díaz Serrano al frente de Pemex (también socio al igual que Jorge Escalante), o la de Vicente Fox con oceanografía, o la de López Portillo con los Garza Cantú. Don Ramiro fue la cabeza del gran negocio con aquel cuento del ducto marino con un costo elevadísimo que se pagó y nunca se construyó.

Hoy los socios no son muy diferentes. Aunque antes hicieron labor de coyotaje, abrieron los caminos, aceptaron contratos, han saqueado a la paraestatal y ya quieren dar el brinco y estar presentes, no en el directorio de las grandes petroleras extranjeras, sino en la relación de accionistas. Los Bush están en Carlyle y sus antecedentes son Zapata Petroleum y Zapata Offshore.

¿Así o más claro? Porque también habría que preguntarnos quién ocupará el lugar de Bin Laden en estas nuevas sociedades.

Si lo duda revise estos nombres: Carlos Slim, Bernardo Quintana, Ramiro Garza Cantú, Antonio Del Valle, Carlos Ruíz Sacristán, Adrián García Pons, Armando Garza Sada, Adolfo Del Valle, Federico Martínez Armenta, a los que habrá que agregar cuanto antes a Carlos Salinas de Gortari, Pedro Aspe Armella, Adrián Lajous y más, ya sea con su propio nombre o a través de los consabidos y también ya muy vistos prestanombres.

 

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