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1393 28 Agosto 2013

 

MALDITOS HIPSTERS
Las ironías de la natación en Monterrey
Luis Valdez

Monterrey.- Vivir en esta ciudad ya no se trata sólo de soportar el calor, cuidarse de arañas violinistas o de disparos en las cocheras de las casas. De vez en cuando también hay que practicar la natación para cruzar una calle o salir del paso a desnivel donde se quedó tu auto.

¿Se aplica en Monterrey la costumbre de pedirle al santo que llueva, al día siguiente volver a pedirle, al siguiente también, y luego del aguacero sacarlo para que vea el desmadre encharcado que dejó?

Dicen que esta práctica suele suceder en pueblos de Tamaulipas y del sur de Nuevo León. En Monterrey se nos han ido muchas costumbres. La gente olvida demasiado pronto. Ayer mismo pudieron decir “siempre hace calor”, y se quejarían “siempre está lloviendo y las calles todas inundadas.”

Tengo un par de meses viviendo en San Nicolás. Este municipio tiene fama de que cuando llueve se convierte en un megacharco. Es verdad. No hay tanta basura como en Monterrey, pero el efecto es el mismo: calles como ríos. Los taxistas dicen que el municipio creció tan pronto que a los de ayuntamiento no se les ocurrió meter alcantarillado. ¡Pero eso deja en vergüenza a Monterrey! ¿De qué carajos le sirve tanta alcantarilla si con los papeles y bolsas de plástico se tapa todo y el agua se queda en la superficie?

Si dicen que en Monterrey no hay cultura del agua, bueno, debemos reconocer de una vez que tampoco tenemos cultura del exceso de agua.

Deberemos aprender a ser hombres al agua, hombres nadando, para que no se nos haga agua la boca cada que caminamos a orilla del Canal Santa Lucía y mientras el sol quema nuestras cabezas, anhelamos arrojarnos al agua y nadar un par de minutos… se supone que no era recomendable hacerlo porque había químicos en exceso, pero un par de meses después se organizó una carrera de natación en pleno canal.

El ayuntamiento te dice las mentiras que quiere.

Aprender y practicar la natación en Monterrey es una ironía. Sólo se utiliza dos o tres veces al año, pero resulta, como el calor, las arañas y los balazos, una cuestión de vida o muerte.

 

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