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1418 2 Octubre 2013

 

FRONTERA CRÓNICA
Entrevista
JRM Ávila

Monterrey.- A veces quedas de verte con una persona que te gusta y a la que sospechas le gustas también. Al menos cada quien sabe a qué atenerse, qué quiere y qué puede esperar. Bueno, digamos que casi siempre, porque a veces se lleva uno cada chasco que no le quedan ganas de repetir el numerito. Y lo peor es cuando se llevan el chasco con uno.

Pero esta vez se trata de una entrevista y Diana no sabe cómo es la persona que la entrevistará, ni si será atinada la manera de vestirse o de arreglarse el cabello o el maquillaje. Es peor que una cita a ciegas, porque ni siquiera sabe si se trata de una mujer o de un hombre y eso la desarma, porque es difícil querer impresionar de entrada con el físico, no para gustarle a quien la entreviste, sino para que se le vean hechuras para el puesto que solicita.

Aunque se ha pulido al redactar su currículum, ignora si será conveniente hablar de sus estudios o de lo que ha hecho hasta ahora. ¿No lo tomará, quien la entreviste, como que quiere impresionar con palabras y así tapar la realidad? Y si se queda callada y la ve poco desenvuelta, ¿no la descartará antes de hacerle cinco preguntas?
De haber sabido lo que iba a suceder, no le hubiera pedido a su hermana que le ayudara a arreglarse. Aunque no acostumbra usar jabones finos ni labial ni maquillaje, le ha hecho caso a su mamá y se deja hacer y no sólo eso, sino que exige que el arreglo sea cuidadoso, esmerado.

No contenta con ello, busca el mejor vestido, ella que nunca usa más que pantalones cortos y blusas. Además, ella que sólo calza chanclas, huaraches o tenis y no tiene experiencia en el uso de zapatos de tacón, se ve expuesta a los consejos de la hermana y se mete en un par de zapatos angostos y altos (tanto, que los tobillos se doblegan a cada paso) no sin antes enfundarse en medias que le incomodan a lo largo y ancho de las piernas.

Camina entre calores y picazón, batalla con el equilibrio y con el sudor que amenaza echarle a perder el maquillaje. No va cómoda. Va con la impresión de llevar el rostro pintarrajeado, los pies con zancos, un esperpento de vestido y de que fracasará en la entrevista porque lo que lleva puesto la afea y le resta seguridad. A pesar de que ha cuidado hasta el último detalle en cuanto a combinaciones de tela, colores y demás, no deja de sentirse así.

¿Cómo saber que la entrevistaría una mujer invidente?Pregunta tras pregunta, se siente desnuda ante los ojos ciegos.

La entrevista resulta un fracaso, no porque la entrevistadora no vea ni una micra de cómo va vestida y arreglada, sino porque las respuestas que Diana da son un fiasco, y deseando dar la mejor impresión de sí misma, termina dando la peor que se hubiera imaginado.

La vida es así.

 

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