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1418 2 Octubre 2013

 

ENTRELIBROS
Fotografías de René Rojas Santana
Eligio Coronado

Monterrey.- René Rojas Santana es un escritor que apuesta por la sencillez y la claridad, según consta en su libro Fotografías (Monterrey, NL. Edit. Conarte / Municipio de Santa Catarina. Dirección de Cultura, 2012. 66 pp. Serie Cuadernos de Santa, colección Autores de Santa Catarina, 4) donde incluye poemas, estampas, adivinanzas, un cuento, un rap, una lista de consejos para la mujer y otra lista descriptiva de personajes infantiles femeninos sin propósito aparente.

Bordeando a veces la superficialidad del trazo rápido, René (Monterrey, NL, 1963) nos entrega la fugaz estética del instante en versos contundentes: “Las piedras son tristezas acumuladas” (p. 16), “toda la noche llovió / agua sin sueño” (p. 42), “esa torre / que se eleva al cielo así de sencilla / (…) es un exceso de belleza” (p. 29).

A su empeñosa pluma se le da natural la construcción poética, pues los versos se acomodan espontáneamente, producto de la intuición que proporciona el oficio: “somos nómadas / posesionarios del destino” (p. 33), “oigo las gotas caer / música húmeda” (p. 42), “Se viste de oro al amanecer / su reloj marca la hora puntual / discreta / como señorita de pueblo” (p. 24).

Para René nos hay géneros ni subgéneros literarios imposibles. Así lo demuestra esta variante de la Caperucita Roja que concluye muy eróticamente: “ustedes (el lobo y tú) se disfrutan en la cama sin importarles el final de esta historia” (p. 43) o esas adivinanzas cuya clave se da generalmente en el último verso: “miras las estrellas / y le ladras a la luna” (p. 40).

Y qué decir de esa lista de “Consejos para la mujer que siente que ya se le pasó le tren” (p. 47-48), que desde el título nos revela su orientación humorística. Se trata de once consejos poco didácticos y sí muy indulgentes: “Habla con mucha seguridad, no importa lo que digas, así lo hacen todos” (p. 47), “Habla de libros de autores famosos aunque sólo conozcas las portadas de algunos de ellos” (ídem.).

Pareciera que en estos dos exhortos, René estuviera propiciando la incultura y la desidia, pero también podría estar favoreciendo la autoestima, prueba de ello es que también hay consejos prácticos: “Báñate, la temperatura del agua no importa, tu temperatura sí” (p. 47), “Si quieres bailar, baila; si quieres cantar, canta; si quieres tomar, toma; asegúrate de traer dinero” (ídem.).

Pero el mejor consejo de todos es el primero, el cual conlleva cierta carga de amargura, no exenta de tristeza, que confirma la sospecha de que el tren del matrimonio ya ha partido: “Levántate temprano, la cama sólo tiene malos recuerdos, o lo que es peor, no tiene recuerdos”.

 

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