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1433 23 Octubre 2013

 

ANÁLISIS A FONDO
Todos somos espías
Francisco Gómez Maza

Síndrome Clousseau
O del Superagente 86

Ciudad de México.- El espionaje ha sido, y lo seguirá siendo, una práctica institucionalizada y hasta legalizada especialmente en las estructuras gubernamentales, e inclusive privadas, de las potencias mundiales.

Durante la Guerra Fría, liquidada con la desaparición de la Unión Soviética y el bloque europeo del Este, era el pan cotidiano y la práctica diaria. Y continuará mientras no se acabe el mundo; pero como éste nunca se acabará, no se acabará el espiadero.

Entonces, el mundo se dividía entre los malos comunistas y los buenos capitalistas. El gobierno estadunidense, a través de sus agencias de espionaje, espiaba a los malditos comunistas. Y de paso a todos los gobiernos con los que tenía algo que ver, o representaban un peligro para la democracia, y también a los que ni la debían ni la temían.

México, particularmente la embajada de los Estados Unidos en el Distrito Federal, siempre fue, y por lo visto lo sigue siendo, uno de los centros de espionaje más importantes del mundo. Desde acá los “americanos” espiaban a los soviéticos, asentados en su búnquer de Tacubaya, al gobierno de Fidel Castro, o a los chinos de China continental. Inclusive, la Agencia Central de Inteligencia mantenía aparatosas instalaciones y estructuras de escucha y comunicación en suelo mexicano para espiar a los movimientos revolucionarios de América Latina. Acá se decidían los golpes de estado que la Compañía organizaba en los países allende el río Suchiate.

Personajes de la clase política mexicana, incluidos presidentes de la república, hicieron trabajos de espionaje para la agencia estadounidense. Los años dramáticos de las rebeliones estudiantiles y populares de la década de los 60 y la Guerra Sucia de los 70 fueron momentos culminantes del espionaje estadounidense en México y América Latina.

Y como lo han reportado las agencias de prensa y los medios de información del mundo, la práctica continúa y ahora más sofisticada. El espionaje se realiza por medios ya muy populares de software y desde satélites espaciales. Una muestra del progreso tecnológico son los programas tipo Google Maps, a través de los cuales es posible ver todo, hasta los secretos más recónditos de los seres humanos, animales y minerales. Es la materialización del Big Brother orwelliano.

Para los ojos y oídos de Washington nada está oculto en este mundo. Bueno. Pueden saber hasta lo que usted hace cuando está bañándose en la bañera de su casa o en su propia recámara.

No es de extrañarse pues que Felipe Calderón haya sido vigilado constantemente por las antenas de Washington. O que el presidente Peña Nieto esté en la mira de los satélites de Barack Obama. A los gringos les interesan todos los movimientos de quienes tienen algún grado de influencia en el mundo. No van a dejar de espiar a quien crean que debe ser objeto de investigación permanente. Y es tan fácil para ellos saber todo acerca de quien se les ocurra.

No hace mucho tiempo, el espionaje dio pie a escritores del cine y la televisión para inventar historias de espionaje y espías. El espiadero inspiró series fílmicas y televisivas como James Bond rodeado de esculturales ayudantes o espías del enemigo, El Inspector Clousseau, recordarán. O el divertidísimo, por estúpido, Superagente 86, aquel del zapatófono.

Es ocioso pues escandalizarse por las revelaciones de que la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos tenga en su foco de atracción a actores políticos mexicanos y de otros países, entre los que destacan Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón. Por supuesto que ambos personajes están y estarán en los ojos y los oídos de los espías estadounidenses, independientemente de que el canciller Meade llame al embajador Wayne para expresarle preocupación y condena sobre estos hechos.

Es perder el tiempo. ¿No le parece, señor Osorio Chong? El espionaje va más allá de las indignaciones de los espiados. Es algo al que nadie renunciará mientras el mundo sea mundo. Mejor ni enojarse porque el que se enoja pierde.

fgomezmaza@analisisafondo.com
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