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1696 25 Octubre 2014

 

 

ANÁLISIS A FONDO
¡Salvador no es el salvador!
Francisco Gómez Maza

 

Ciudad de México.- De ninguna manera el cambio de mando en la gubernatura de Guerrero resuelve el problema de gobernabilidad y menos tranquiliza el ánimo de una sociedad tan agraviada como la guerrerense, la nacional e importantes porciones de la internacional.

Nada. El nombramiento de Salvador Rogelio Ortega en lugar de Ángel Heladio Aguirre Rivero no significa borrón y cuenta nueva.

Hay 43 estudiantes normalistas desaparecidos desde hace un mes y no sabemos si están vivos o han sido asesinados por sus secuestradores.

Y junto con ellos hay miles de desaparecidos en Guerrero, en Nuevo León, en Tamaulipas, en Michoacán, en Sinaloa, en el Estado de México, en el Distrito Federal, en todo el país.

La Procuraduría General de la República (PGR) informó que tiene conocimiento de 11 fosas clandestinas en total, descubiertas hasta ahora en Guerrero, 10 con cadáveres y una vacía.

La suma de restos se incrementó a 38. Y si estos desechos no son de los 43, tienen que corresponder a otros desaparecidos.

Salvador Rogelio Ortega Martínez, como gobernador sustituto, tiene derecho al voto de confianza. Parecería que es del agrado de las familias de los jovencitos desaparecidos. Es un hombre de la izquierda académica, lo cual habla bien de él. Es considerado de izquierda, no obstante que lleva los apellidos del sancamilo de Los Chuchos, que han derechizado a la izquierda partidista.

Hasta ahora, el nuevo gobernador se desempeñaba como secretario General de la Universidad Autónoma de Guerrero. Originario de Taxco de Alarcón, donde nació el 26 de julio de 1955, es profesional de reconocida trayectoria en el mundo docente y académico de Guerrero, con capacidad de interlocución con todos los sectores de ese estado.

En 2010 contendió para ser rector de la Universidad y en su campaña destacó el compromiso social de la universidad ante la pobreza, la desigualdad, el deterioro social y del medio ambiente que prevalece en el estado de Guerrero.  

Es doctor en Ciencias Políticas y Sociología (Summa Cum Laude, el máximo galardón académico), por la Universidad Complutense de Madrid. Tiene maestría en Estudios Iberoamericanos, por la misma Universidad.

Las fracciones parlamentarias del PRI, PRD, PT, PVEM, PAN, Movimiento Ciudadano y Alianza Social dieron su voto de confianza al catedrático “para que inicie una época de gobernabilidad” y le demandaron cumplir con el compromiso de localizar y presentar con vida a los 43.

Muy difícil, el reto para el nuevo gobernador. No sólo encontrarlos vivos sino muertos. Porque si están muertos, deben de estar hechos polvo y regados las cenizas en cualquier parte. Pero no sólo encontrar a los 43, sino acabar con las desapariciones forzadas que el crimen organizado y gubernamental practica cotidianamente.

Son momentos de esta historia en que las relaciones sociales y políticas entre amplios sectores de la sociedad trabajadora y las clases gobernantes y partidistas; no solo en Guerrero sino en todo el país, esas relaciones están tan deterioradas, y las complicidades gubernamentales con el crimen organizado tan difíciles de extirpar.

El nuevo gobernador tiene la tarea de hacer lo imposible para encontrar a los 43 muchachos. Todo el mundo los quiere vivos –Vivos se los llevaron; vivos los queremos–. Sin embargo, esto parece una misión imposible.

Pero más allá de estos terribles acontecimientos en Guerrero, los mexicanos ya no tienen a dónde arrimarse. Los partidos políticos llegaron al desgaste total y final. Al fin de la historia. A la muerte del Deus ex machina. Ya no responden ni son, de ninguna manera, el camino para que la sociedad se gobierne. Son algo así como cuevas de ladrones, como aquel templo en Jerusalén de donde aquel Maestro echó a los vendedores a latigazos.

El gobierno federal tiene que tomar conciencia de que uno de los grandes perdedores de esta trágica historia mexicana –inseguridad, violencia, secuestros, asesinatos, violaciones a los derechos humanos, economía fallida, reformas estructurales sin aliento y vida, devaluación de la moneda, trabajadores en la pobreza, ricos cada vez más ricos–, es el presidente de la república.

Y si no se da un verdadero golpe de timón, ahora, en estos momentos –ésta es la coyuntura; no después de Iguala o Tlatlaya– en el sentido de la historia, en el sentido de las manecillas del reloj, al PRI, al PRD, al PAN se los va a llevar la chingada. Y eso sería lo de menos. Lo terrible es que quien va a salir más afectado es la figura presidencial, y algo mucho más terrible, la población, esa que desde su inauguración busca rescatar de la pobreza y del hambre el presidente Peña Nieto.

Del PRD ni hablamos. Es un partido sin remedio, mientras esté en manos de una pandilla de facinerosos. Y del PAN, igual, mientras sus dirigentes no aprendan a controlar sus emociones y sus instintos animales.

El reto que comenzó a enfrentar el nuevo gobernador guerrerense es el reto de todos los gobernadores de esta malhadada federación de estados. Es el reto del presidente Peña Nieto. Rescatar al país de las garras de las bandas del crimen organizado, de ese que comercia con las drogas ilícitas, y del otro que hace lo mismo con el influyentismo, los compadrazgos, la corrupción, la impunidad, la violación de los derechos humanos.

fgomezmaza@analisisafondo.com
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