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1696 25 Octubre 2014

 

 

Estertores de la partidocracia
Claudio Tapia

 

San Pedro Garza García.- El escándalo de Ángel Aguirre Rivero, Gobernador de Guerrero con licencia, exhibe claramente cómo nuestra democracia fallida flota en el drenaje profundo de los caños del sistema electoral. El suyo no es el único ejemplo aunque sí el más reciente del circo en que se ha convertido nuestro peculiar régimen de partidos. El decadente sistema electoral parte de una premisa que monopoliza la oferta de candidatos: el partido elige al candidato y la ciudadanía lo legitima con su voto.

Recordemos cómo se gestó el mandato del defenestrado gobernador. El priista Ángel Aguirre Rivero, que ya había sido gobernador substituto del tristemente célebre Rubén Figueroa, también priista, esperaba que la cúpula del PRI lo registrara como su candidato a gobernador del Estado de Guerrero por el periodo 2011-2015, pero no fue así. El singular personaje se insubordinó, renunció a su partido y salió, disfrazado de apartidista ciudadano, en busca de otro que lo pusiera en las boletas electorales. El PRD le hizo el favor.

Como al PRD lo que le interesaba era ganar las elecciones, organizó con el resto de la oposición una coalición para apoyar al renegado priista quien por cierto, ya elegido Gobernador, se afilió al PRD. Por supuesto, el PAN estuvo de acuerdo, lo apoyó, y su presidente le levantó la mano cuando ganó.

El ejemplo rebela la lógica tras el poder político: los partidos existen para hacerse del poder, ese es su fin ulterior, para eso se crearon. Poco importan las ideologías, proyectos de estado o románticos paradigmas como esos del bien común y el interés general. El candidato de un partido –sin que importe quién es, ni su origen, trayectoria e ideología– es el que puede hacer que gane las elecciones. A nadie le importa su pasado ni si –como en el caso del alcalde de Iguala– es un grupo criminal quien lo propone. Lo único que importa es ganar.

La vía electoral de la partidocracia tiene mañas que se repiten cada vez más.1.- El aspirante a impostor de la representación –que como se ha visto puede provenir del crimen organizado– hace méritos para que la cúpula del partido lo registre como candidato. 2.- Si lo logra, tenemos un candidato que puede llegar a convertirse en narco representante ganador. 3.- Si no lo logra y no quiere esperar su turno, el renegado renuncia al partido e intenta negociar con otro que lo ponga en la boleta electoral. 4.- Si el partido opcional ve que el rechazado tiene chance de ganar, lo recibe y lo registra. 5.- Si al frustrado suspirante no lo quiere registrar ningún partido importante porque no les garantiza el gane, pues se declara candidato independiente y sale en busca de alguna organización civil que lo arrope para asistir a la contienda electoral como candidato ciudadano que usa la patente de corso prestada por alguno de los partidos parasitarios que necesitan votos para sobrevivir.

Esa es la indignante y peligrosa simulación que ya no podemos seguir tolerando. ¿Necesitamos más casos como el de Ángel Aguirre Rivero y José Luis Abarca Velázquez, Gobernador y Alcalde con licencia, para admitir que el corrompido sistema electoral colapsó, apesta y está dando sacudidas terminales?

La democracia implica representación y la representación requiere de un sistema electoral auténtico, limpio, confiable. Pero nada de eso es posible cuando el marco legal que sustenta al régimen de partidos y al sistema electoral tiene como único fin la repartición de cuotas de poder de la manera menos conflictiva posible.   

La misma ley a modo que permite que la simulación y la mentira sean legales, que impide que el elector recupere el valor político de la legitimación que confiere con su voto, a su vez faculta a los funcionarios electorales para que monten el escenario que haga creíble la farsa en que participan domesticados electores que en realidad no eligen.  

Escoge el menos peor y vota. Hártate, indígnate, pero vota. Vota para que después puedas exigir, protestar y quejarte. Razona tu voto y lo entregas. Votar es participar. La democracia consiste en votar. Así reza su descarada publicidad.

¿Les seguimos creyendo? ¿Continuamos ciclados en ese juego que ya se agotó? ¿Persistimos en asistir al teatro que ya nos hartó? ¿Votamos para prolongar la vida de un sistema anacrónico que se encuentra en fase terminal?

Los electores libres tenemos la palabra.            

 

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