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1696 25 Octubre 2014

 

 

La UAS se mueve por Ayotzinapa
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- La postura del rector Juan Eulogio Guerra Liera osciló entre la cortesía política propia de foros internacionales, donde hay que ser progresista por las buenas maneras; el rechazo a que los universitarios se vean en las calles exigiendo castigo para los culpables de los estudiantes muertos y desaparecidos de Ayotzinapa y de último momento, tomó la iniciativa política, de  hacer su propia agenda de actos de protesta con el propósito de “que no se introduzcan elementos para desestabilizar y buscar obtener ganancias”.

Es la misma postura del resto de rectores de las universidades públicas del país, que no quieren que la ignominia de estas muertes y desapariciones los salpique provocando inestabilidad en sus instituciones, o mejor dicho, en sus cotos de poder.

Suena lógico que así lo quieran, pues es mejor continuar con el control que verse en situaciones que luego no puedan administrar en perjuicio de su espacio de poder.

Nuestro Ayotzinapa
La UAS ha vivido su propia masacre a lo largo de los últimos siete años, sin qué pase nada; recordemos que siendo rector Antonio Corrales Burgueño, estalló el problema cuando los asesinatos se cometían incluso en las mismas aulas y a la luz del día. Aquel rector tuvo el valor de denunciarlo, incluso llevar el expediente a la Secretaria de Gobernación, para que se investigaran 44 crímenes contra profesores y estudiantes universitarios.

De aquel momento han pasado tres años y nunca hubo respuesta conocida a la solicitud de investigación, como tampoco insistencia del Consejo Universitario; por el contrario, se han acumulado nuevos casos que engrosan el número de víctimas universitarias, sin que haya pasado absolutamente nada, más allá de protestas aisladas y el llanto de los familiares, amigos y compañeros.

Los nombres de esos profesores y alumnos, como los de los estudiantes de Ayotzinapa, da la impresión que estorban y contradicen el discurso institucional.

No van con los números de eficiencia terminal, certificaciones de programas académicos y mucho menos con la pretendida internacionalización de la centenaria casa de estudios, o la difusión de las fotos institucionales presentando estudiantes que vuelven satisfechos de sus estancias en universidades de Madrid, Nueva York, Bogotá o Buenos Aires.

Lo políticamente correcto entonces es hablar de las cosas buenas que tiene la UAS y no de aquello que la estigmatiza como tierra de guerra o barbarie.

Violencia contra jóvenes
Pero lo cierto es que los sucesos trágicos de Guerrero no son un hecho aislado, sino que forma parte de ese triángulo problemático que cada día se exhibe con menor pudor: política, crimen organizado y jóvenes y/o estudiantes. En efecto, así como estamos viendo en Guerrero que hay un hilo conductor entre la acción u omisión de los políticos, y de cómo este desdén de los personajes del poder se ha convertido en vacío, o peor todavía en complicidad con cárteles del crimen organizado. El crimen organizado lo mismo recluta abajo la forma de leva o los asesina incluso con las armas de la policía, como sucedió en Iguala.

Y por ello, las autoridades educativas no quieren comprometerse más allá de una simple declaración de prensa para quedar bien en los anales de la historia, pero en el caso de la UAS adquiere niveles de incongruencia asombroso: se pronuncia a favor de esclarecer los hechos pero, días después, ante una convocatoria de manifestación en las calles, el rector afirma que las escuelas y facultades no están autorizadas en participar en su organización, como si los estudiantes necesitaran permiso para hacerlo y el llamado fuera acatado.

Sin embargo, es justo reconocer que de último momento decidió, a título personal, no como un acuerdo del Consejo Universitario, que la UAS irá adelante con una serie de iniciativas destinadas hacer aparecer a los jóvenes normalistas.

No obstante, creo que es momento que el rector revise la historia de los movimientos estudiantiles rosalinos –donde, por cierto, participó activamente su padre y seguro él mismo como parte de una generación aguerrida– y seguramente se dará cuenta, que su declaración va en contra de la historia de la Autónoma de Sinaloa.

Indiferencia y conformismo
El rector Guerra Liera tiene suerte y quizá por eso su pronunciamiento no provoca más que reacciones aisladas y mediáticas, pues la UAS como colectivo tiene lustros que dejó los arreos de la crítica y se instaló en el sillón de la indiferencia y el conformismo. 

Sus profesores y estudiantes son distintos a los que estuvieron comprometidos con el cambio social; ahora la amplia mayoría se ha corrido hacia el conservadurismo y los puede movilizar más una tamboreada que la muerte y desaparición de sus compañeros universitarios.

Se dirá que son tiempos de individualismo, miedo y desgano por la cosa pública, la insolidaridad e indiferencia al dolor ajeno, pero no es así en otras partes del país; lo estamos viendo cuando en las universidades del centro del país, incluidas algunas privadas, rechazan la muerte y las desapariciones de los normalistas

Exigen que no queden impunes y es que la lógica es muy sencilla: si bien la protesta pueden corresponder a estudiantes de distintos estratos sociales, la amenaza persiste en todos ellos y por ello su coraje en las calles.

Lo ocurrido en Ayotzinapa es una barbaridad, fruto del vacío de poder en el país, es la imagen viva del Estado fallido en muchas regiones, del empoderamiento del crimen organizado y el sometimiento de las autoridades a designios no electos, y ese país que resulta de esa anomia sociopolítica, lo que está provocando, una vez más, es una irritación social de grandes proporciones. Y nuevamente la punta de lanza, como en el pasado autoritario, son los estudiantes universitarios.

Aunque parezca una retahíla de palabras, en el fondo el llamado del rector Guerra Liera lo mueve el llamado realismo político, es decir, para qué mover las aguas que están tranquilas; pero también algo de temor de que liberando esa fuerza estudiantil no pueda luego controlarse y hasta podría provocar un efecto dominó dentro de la casa rosalina.

Sin embargo, una cosa es el realismo bañado de temor y otra, muy distinta, coartar la expresión de los universitarios; no va con los tiempos y menos en un grupo político que de otra manera y con otros fines menos solidarios, busca que los estudiantes se incorporen a un proyecto partidario.

En definitiva, el pronunciamiento del rector en Barcelona no va más allá de unas palabras políticamente correctas, son irrelevantes, como el silencio de muchos indiferentes; lo real es lo que estamos viendo en sus acciones, que un día rechazan y otro convienen en tomar la iniciativa ante los pronunciamientos que se han empezado a manifestar entre colectivos de profesores y estudiantes.

Finalmente, como Ayotzinapa, ¡la UAS vive!

 

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