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1701 3 Noviembre 2014

 

 

Especial Jorge Saldaña
Lilia Arellano

 

Cancún.- Para honrar a quienes emprenden un viaje con destino desconocido, la costumbre es guardar un minuto de silencio. Solo que, tratándose de Jorge Saldaña, las formas son totalmente distintas.

Hay que hablar, hay que denunciar, hay que seguir aportando a nuestro pueblo conocimiento y hacerlo de la mejor manera, entreteniendo, disfrutando de las palabras, de la música, de las poesías, del resplandor de nuestro lenguaje. Esa y no otra, la de la expresión permanente, es la mejor manera de manifestarle nuestra admiración, el agradecimiento por tantas y tantas lecciones aprendidas, por saber de la sencillez de quien ha acumulado en su existencia sabiduría para ser compartida sin estereotipos, sin calificativos, sin estruendos. Así nada más, ejemplificando lo que es vivir.

Porque en la vida de Jorge Isaac no hubo momentos desperdiciados. Su querida “china”, compañera de más de 3 décadas, nos decía con gran orgullo: “no hay un día estando al lado de Jorge que no encuentres algo nuevo, que no aprendas, que no vivas intensamente. Estar junto a él es vivir una permanente aventura, sin tiempo para el aburrimiento y a veces, sin tenerlo hasta para ti”. No es sencillo imaginar a un joven con su estatura deambulando por las calles de París, cantando en diferentes cafés, haciéndose cargo de Emilio Azcárraga Vidaurreta, a petición y casi casi plegaria, del “tigre”, para llevarlo de compras.

Y fue en una de tantas paradas por las boutiques parisinas cuando Saldaña se dio cuenta del grado que alcanzaba “el codo” de Don Emilio. Resulta que sólo se detenía en los sitios en donde se vendían corbatas o camisas al dos por uno y así, escogía una para él y otra para el acompañante, ahorrándose cualquier regalo o presente en señal de gratitud. Ahí, en Francia, vivió once largos años en una segunda etapa que él mismo llamó del “exilio”. Los despidos de los lugares en donde trabajaba no se hicieron esperar. Así saltó de Televisa al canal 13, al 11 y en todos ellos su permanencia era garantía de contar con un gran auditorio. Porque cada uno de ellos tenía un importante contenido cultural, que entraba a los hogares como cuchillo en mantequilla. Lo mismo esperaban su aparición los viejos que los jóvenes.

Los referentes no son tantos si de televisión se trata. Porque todos  sus programas duraron años, décadas. Desayunos con Saldaña, Nostalgia, Anatomías, Sopa de Letras, Sábados con Saldaña, Sábados Culturales. En ellos participaron los grandes de las letras, como el maestro Ernesto de la Peña, Francisco Liguori, Andrés Henestrosa, y el desfile de hombres de letras, de directores de sinfónicas, pintores, escultores, resultaba interminable. Lo mismo para reconocer a los que ya tenían fama que para impulsar a quienes se iniciaban en el largo peregrinar de mostrar al mundo su arte.

Pero también está ese otro lado que llegaba a las entrañas mismas, al corazón que se activaba con la memoria, que nos transportaba del pasado al presente, del amor perdido a la culminación de uno nuevo. Para eso estaban los compositores, los intérpretes, los boleros. Avelina Landín, las Hermanas Águila, Toña “la negra”, Olga Guillot, Amparo Montes, Amalia Mendoza “la tariacuri”, Celia Cruz, Pedro Vargas, Fernando Fernández, Emilio Tuero, ellos y muchos otros más que formaban el gran elenco de esas Nostalgias.

Mis hijos, entonces en esa etapa en la que la niñez se aleja pero no llega aún la adolescencia, no dejaban pasar un sábado sin pedir que fuéramos a la casa de mis abuelos, es decir, de sus bisabuelos, para espiarlos. Parados en la franja de jardín, veíamos a través de las rendijas de las persianas horizontales cómo se encontraban sentados cómodamente en la sala, tomados de la mano, tarareando las canciones que en el programa de Jorge se interpretaban. En cuando cambiaba el ritmo se levantaban y empezaban a bailar. Para ellos ese fue el aprendizaje y la certeza de que existe un amor que traspasa la barrera del tiempo, que sobrevive a todos los problemas, y en los que el respeto de pareja lo llena todo.

Así que las lecciones no sólo fueron una “Sopa de Letras”, sino también de la vida misma, de su mejor lado, de lo que proporciona felicidad fuera, alejada, de los centros comerciales o de las vitrinas o de los autos lujosos. De esa alegría que viene desde muy adentro, desde donde Saldaña la extraía con gran facilidad, tal vez porque a él mismo era la que lo acompañaba. Esta visión de la existencia siempre lo hizo criticar todo lo que desde el gobierno se ejercía para evitar que los mexicanos viviésemos mejores etapas. Su crítica calaba y lo hacía con tal profundidad que no fue uno ni dos, ni tres despidos, muchos más.  

En su libro “Porjoder.com” en las solapas escribió: “Nací en Jalapa, en la misma calle donde nació el neoliberal Antonio López de Santa Ana. Soy contemporáneo del PRI. Aunque ni Santa Ana ni el PRI constituyen para mí ninguna meta, ni tengo con ellos ninguna cercanía afectiva. Mi infancia pasó de la casa de mi abuelo a la de mis padres. Más tarde del dentista al psiquiatra. Y después hasta la fecha buscando acomodo en las diferentes instituciones de radio o televisión. Prácticamente de todas he sido separado, a veces con gentileza y a veces con cierta energía. Desde 1956, cuando en mi natal Jalapa los locutores de una estación local organizaron una huelga junto con la gerencia, para propiciar mi salida. Sistemáticamente los despidos fueron por haber abusado, más bien osado, de la libertad de expresión, hoy tan de moda. Debo decir también que algunas veces mis problemas provenían de lo que habían dicho mis invitados y no yo. Porjoder.com me parece que podrá tomarse como un ejercicio de pensamiento con visos de terapia ocupacional ante el maravilloso espectáculo de un mundo lleno de muy claras aberraciones, donde los defensores de la Libertad de Expresión son los mismos que tradicionalmente han sido sus verdugos”.

El contenido de este texto es variado y cada renglón o despierta a la reflexión o nos hace brotar una sonora carcajada, aunque otros revelan crudas realidades que no logran empañar loas como la dedicada… a las tortillas. “El voto de un ignorante no es un acto democrático. Es un aplauso al analfabetismo”. O, qué tal: “en el Apocalipsis, los muertos resucitan; en México, votan”. “Si en la última cena hubieran aplicado métodos mexicanos para elegir a un líder, el elegido hubiera sido Judas. Simplemente habría comprado siete votos”. “La Virgen de Guadalupe es la defensora del obrero. Trabaja para la Secretaría del Trabajo; ella bendice el salario mínimo de los mexicanos. Ni así alcanza”.

A principios de los años 80 conocí a Jorge. Desde entonces cultivamos una amistad con muy especiales características, con mucha lejanía y felices reencuentros en los que brotaban de uno y otro lado experiencias, vivencias. Sin embargo, supe hasta hace tres de ellos, al compartir un desayuno con Jesús Martínez Ross, ex gobernador de Quintana Roo, que ambos tuvieron en su juventud que dedicarse a corregir la letra de las canciones de los que entonces aparecían como los grandes compositores. Trabajaban en la Sociedad de Autores y Compositores, la de Roberto Cantoral, para más señas. Un día, me platicaba, “Chucho y yo no teníamos un peso ni para una torta o quesadilla. Recordé que en uno de esos centros de baile famosos en el DF –del que ya no recuerdo el nombre– había un concurso de danzón y le entregaban, creo que 300 o 500 pesos al ganador. Convencí a mi querido amigo de que le entrara. El alegaba que el veracruzano era yo, pero sin duda que el bailador era él. Se inscribió, bailó y ganó. Tuvimos entonces un estómago feliz durante varios días”.

Puso con música muchos de sus pensamientos. Las tertulias que ofrecía y en las que llenaba el Teatro de la Ciudad, el Esperanza Iris, eran para meditar y divertirse, ya que las críticas hacían su aparición al son de famosas melodías de época. Su osadía lo llevó a cantar con una voz que, si bien estaba entonada, no ocultaba lo grueso, lo aguardentosa. La mano derecha siempre tapando la oreja del mismo lado y su inclinación hacia el micrófono para lograr mejores interpretaciones se convirtió en una característica a la que, quien esto escribe, le agregaba el calificativo de valentía sin igual. “Mira Jorge, cantar con esa voz hace que te ganes mi respeto por valiente.” La respuesta: mirada taladrante y cambio de tema.

Su amor a México se traslucía en todos sus actos. Su permanencia en el extranjero obligada o no, reforzó sus sentimientos hacia el suelo que lo vio nacer. Banderilla apareció en el mapa, nos enteramos de su existencia por Jorge Saldaña. Hablaba de su pueblo permanentemente, de lo que ahí conformaba la rutina diaria, de los amaneceres en el campo, de la vitalidad de los hombres que la trabajan, de la amorosa protección de las madres. Era notorio que sus pensamientos siempre pretendieron un mejor país, para él, para sus hijas, para sus amigos, para quienes lo rodearon durante muchas paradas del tren de su existencia.

Dicen que mientras nuestros seres queridos permanezcan en nuestros pensamientos siguen vivos. Mientras los recordemos estarán junto a nosotros. Y estoy cierta de que así es. En los últimos años nuestra convivencia fue, sin falta, semanal. Primero, los miércoles, día en el que participaba junto con mis compañeros periodistas Víctor Sánchez Baños, Abelardo Martín, Jorge González Durán, Francisco Rodríguez, en el programa Estado de los Estados que se transmite en radio 620 de la cadena nacional Rasa. Poco tiempo después estaba ya en los micrófonos los lunes, martes y miércoles. Sus puntos de vista y la enseñanza permanente vinieron a reforzar muchos de nuestros pensamientos.

Sus letras estuvieron presentes en los diarios Por Esto! Con su director general, don Mario Renato Menéndez también se trenzó lazos de amistad perdurables. Añoranzas fue el programa que grabó en el Canal 11 recientemente. Así, hasta unos días antes de que su salud llegara al punto extremo del deterioro, se mantuvo en los micrófonos de radio al lado de su amiga de muchos años… yo. En las páginas de los periódicos, con su admirado Mario Renato. En Televisión, tanto en el Canal 11 como en el canal 10, que se ve en toda la península, hizo gala de todos sus conocimientos. Es terrible reconocer cuánta razón le acompañó siempre al aseverar que no se estaba dando la enseñanza que el presente requería, aunque también es verdad que las generaciones que seguíamos tampoco nos preparamos para, de alguna manera, intentar siquiera llenar el vacío de estas grandes ausencias que, por fortuna, sólo son temporales.

La suma de 83 años es mínima frente a la grandeza demostrada. Yo espero que al reencontrarlo emita: “¡mi querida Lilia, menos mal que algo aprendiste!”

 

* Jorge Isaac Saldaña Hernández, nació en Banderilla, Veracruz, el 8 de enero de 1931; estudio Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad Veracruzana; Derecho Internacional en La Haya; Civilización Francesa en París y Periodismo en Madrid. Profesionalmente: reportero en el Diario de Xalapa y el Dictamen de Veracruz; locutor, conductor, comentarista en la Unesco; también narró telenovelas, formato al que posteriormente le lanzara fuertes críticas. Se desempeñó en Inmevisión (canal 13); en Telesistema Mexicano (Televisa), en radio en la cadena de Mario Vázquez Raña durante 17 años, con transmisiones desde París. Gran conocedor del arte religioso. Sus restos fueron velados en el Panteón Francés, y sus cenizas llevadas al lugar donde nació.

 

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