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1723 3 Diciembre 2014

 

 

Dilemas del empleado sin ancla
Eloy Garza González

San Pedro Garza García.- El contraste en el ámbito laboral de nosotros y nuestros ancestros, rebasa en muchos sentidos al experimentado en los años 70 y 80 del siglo pasado, las décadas de los hippies, el LSD y Los Beatles.

Si nuestros padres fueron asalariados de (cuando mucho), una o dos empresas en su vida, nosotros nos enfrentamos a una frecuente rotación de empleos. Si ellos se ufanaban de cumplir bien su oficio a merced de una rutina eterna, nosotros debemos tener la actitud abierta de cambiar habilidades constantemente.

Si la meta de ellos era llegar con buena salud a la ansiada jubilación, la nuestra es no formar parte del próximo reajuste laboral. Si la máxima de las generaciones pasadas era ser leal a la empresa donde trabajaban, la nuestra consiste en no entregarnos a los superiores jerárquicos.


Antes el nombre del juego se llamaba estabilidad burocrática; ahora se llama movilidad. Lo que antaño era rígido ahora es dinámico. Las programaciones de vida a largo plazo ahora se restringen a planes personales difíciles de rebasar un año. Es la actualización y no la experiencia lo que exige el actual mercado laboral.


El empleado moderno gravita en una incómoda sensación de transitoriedad. Se contagia como plaga la enfermedad mental de la angustia existencial, porque nada está sólido bajo los pies y la confianza en uno mismo, en lo que somos y hemos llegado a ser con el paso del tiempo se corroe bajo el efecto de la precariedad.


Ante la imposibilidad de remediar su problema de inestabilidad emocional, el empleado moderno limita sus metas al día a día, y su atención se dedica exclusivamente a darle vuelta a sus circunstancias inmediatas, por ejemplo: cómo quedar bien diariamente con sus superiores para que no lo cesen, cómo navegar en la zozobra del mercado, etcétera.


A esta reacción traumática de excesiva atención focal en un solo punto, la psicología social la categoriza como “disonancia cognitiva”. El resultado es la sustitución de la identidad por una incesante reinvención de la propia personalidad.

El trauma de atención focal, o disonancia cognitiva, se agudiza en sociedades como la regiomontana, porque la ansiedad que experimenta el empleado en Nuevo León es peor, dada la dificultad educativa de nuestro entorno para actualizar la mano de obra en la variación de oficios o talentos que demanda el mercado laboral, o en razón de los más que frecuentes reajustes de plantillas empresariales.


A este cuadro se suman la tasa de desempleo y, cuando se tiene, las precarias prestaciones laborales. Psíquica y económicamente la angustia de ponerse al día provoca daños en el tejido familiar y en la confianza social que no puede subsanar ninguna política pública.


Este futuro poco atractivo será algo más que una tendencia: será una realidad monocorde y sin escape por el resto de nuestro siglo XXI y la tónica distintiva de las sociedades modernas.

 

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