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1723 3 Diciembre 2014

 

 

Acerca del consumismo
Jorge E. Villalobos

 

Torreón.- Hace unos años, haciendo mis exigüas compras en el supermercado, me percaté de que estaban en oferta unas bolsas de tela –más o menos grandes– para cargar los víveres.

Mismas que evitan que los productos comprados sean envueltos y/o depositados en las clásicas bolsas de plástico que comúnmente, y desde hace mucho tiempo, los grandes almacenes otorgan al cliente de manera gratuita.

Yo, que me considero una persona consciente y solidaria con el cuidado del medio ambiente, casi casi paladín del ecologismo, me hice de dos de aquellas bolsas de tela y con grandes asas; en mi fuero interno me echaba porras y elogios por aquella sabia y ejemplar decisión de no contribuir al deterioro de nuestro contaminado planeta. Sí, me dije, al menos no ser parte del problema y poner mi granito de arena para salvar a la humanidad de la catástrofe que nos vienen anunciando los científicos y entendidos desde hace algunas décadas.

Al paso de los días y visitas al supermercado, observé que nadie de los clientes habituales compraba y hacía uso de tales bolsas “ecológicas”. Montaba en una cólera reprimida al pensar que la gente, de todas las clases socio económicas, ignoraba aquella alternativa tan noble y acertada de ese tipo de tiendas. Les vale madre, pensaba, y que no les importaba un comino la ingente contaminación rampante de nuestro entorno; me sentía  muy indignado.

Sin embargo, reflexionando el asunto, me di cuenta que esta falta de conciencia nos embarga a todos los mortales que estamos inmersos en la compleja realidad que vivimos hoy en día. Como ejemplo paradigmático de lo anterior, les puedo comentar que tengo un viejo y brillante amigo, quien preside en la actualidad una fundación de carácter ambientalista de una empresa recolectora y procesadora de basura a nivel trasnacional; una tarde que nos vimos y conversamos sobre ecología y el concepto de sustentabilidad y lo urgente que era concienciar a la población de proteger el medio ambiente, ofreció llevarme a mi destino en su flamante y poderoso vehículo de ocho cilindros “todo torreno”, de esos que succionan combustible en grandes cantidades; situación harto contradictoria que está, por desgracia, muy generalizada en todos nosotros.

Empero, sé que es muy difícil salirse de este círculo vicioso, ya que la corriente del entorno nos arrastra, haciendo que la realidad nos envuelva en un halo opaco y denso que no nos permite ver con claridad nuestras acciones. Nos falta tiempo y apoyo, nos sentimos solos e incomprendidos, y también nos faltan ideas y, sobre todo, información y conciencia, porque, por ejemplo: aspiramos a cambiar de vehículo y nos olvidamos de la bicicleta; no queremos aire, agua y alimentos contaminados, y con nuestra actividad diaria, desmedida, no paramos de contaminar. Preferimos y compramos productos fabricados en China, Malasia, Corea, los EU, etcétera, porque son más baratos, pero exigimos empleo donde no se consume lo que producimos.

Además de lo anterior, promovemos así un consumo gigantesco de combustibles fósiles, necesarios para el transporte de tales mercancías de tan lejanos lugares, en vez de, reitero, comprar productos producidos en nuestra propia localidad o del país, cuya transportación sería menos onerosa y contaminante. Son tantas las contradicciones que cargamos todos que creo firmemente en hacer un alto en nuestra marcha cotidiana para reflexionar profundamente, ya que estamos llegando al final de un ciclo donde nos estamos dando cuenta que habitamos un planeta finito y, por ende, el crecimiento continuo es imposible.

Nuestras vidas, como las de cualquier animal o planta, nos señalan que hay un momento para nacer, crecer, reproducirnos, sostenernos, decrecer y morir. A nivel global, en nuestro planeta, ocurre lo mismo. Partes del planeta, países diferentes, inician un recorrido que creíamos de éxito, con fases de “crecimiento” tan sólo económico y de consumo, y por consecuencia ahora se encuentran ya en la fase de decrecimiento esperando un desenlace, hasta el momento, nada optimista. Otros lugares del mundo como México, India y Brasil, en cambio, se encuentran en el periodo de crecimiento, pero en todos ellos hay un marcado desequilibrio social, mezclado éste con un grave deterioro medio ambiental y debido a ello, mucho sufrimiento.

Si realmente quisiéramos cambiar el modelo económico-consumista, que tanto sufrimiento e insatisfacción provoca a millones de seres humanos, así como una ingente destrucción del entorno, bastaría aplicar un fórmula muy sencilla y muy democrática: desear a los demás, al prójimo, lo mismo que deseamos para nosotros mismos.

 

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