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1736 22 Diciembre 2014

 

 

Podemos
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- A finales de la segunda semana de enero de este año apareció un manifiesto político en Público, un diario digital de las izquierdas españolas, y la máxima  de ese pronunciamiento era sin más: Mover fichas, convertir la indignación en cambio político.

Lo firmaban 30 intelectuales y sindicalistas que asumían esa responsabilidad en medio de una sociedad profundamente irritada con las políticas sociales de la Unión Europea (UE) y no menos por la actuación del Partido Popular en la Presidencia del Gobierno y el opositor Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que aun disminuido electoralmente, apoyaba las políticas conservadoras que estaban dejando sin esperanza a millones de españoles, y como en el pasado, los más jóvenes hacían maletas para ir a donde podían encontrar un empleo aun cuando fuera muy por debajo de su preparación y habilidades.

Una franja de los viejos, por su parte, sufría los recortes en las pensiones y los desahucios estaban a la orden del día. La historia era muy triste. Viejos que decidían tomar su vida junto con la de su pareja “para no causar más problemas a sus hijos”, se volvía un acto rutinario y trágico.

En tanto, no pocos españoles, de distintas maneras exigían un cambio en las políticas que estaba destruyendo el tejido social. La respuesta de los gobernantes al unísono era la misma: No se puede.

Los compromisos de España con la UE hacia imposible cualquier desplazamiento para recomponer la situación que empeoraba cada día con el desmantelamiento del llamado estado de Bienestar.

Registro y elecciones europeas
Los convocantes del manifiesto, aprovechando una ley electoral más flexible que la mexicana, cuanto permite hacer un registro en la víspera de una elección, y que los tiempos de campaña son cortos, el 11 de marzo formalizaron el registro del partido Podemos ante el Ministerio del Interior.
Su objetivo inmediato era la participación en las elecciones europeas que se celebraron en mayo pasado. La sorpresa fue grande cuando antes de ese triunfo se adhirieron 50 mil personas, firmando en la web de la organización. Lo lograron en menos de 24 horas. Vino entonces su participación para integrar el Parlamento Europeo, con representantes de los 27 países que constituyen la UE.

En esa primera participación alcanzaron más de 1 millón 250 mil votos, que representaron casi el 8 por ciento de los emitidos y eso les reditúo 5 diputados de los 54 que corresponden a España.

Más aún, una encuesta realizada en julio por el prestigiado Centro de  Investigaciones Sociológicas (CIS), daba una noticia sorprendente en intención de voto que favorecía a Podemos. Si el día de la encuesta hubiera sido la votación hubiera superado al PSOE y quedaría a menos de un punto porcentual del gobernante PP.

¿De dónde salieron?
Su dirigente es Pablo Iglesias –homónimo de uno de los padres del socialismo español–, un joven profesor de ciencia política en la Universidad Complutense de Madrid, quien con una estética poco usual entre los políticos españoles, dados a la ropa y accesorios caros, este se presenta con la sencillez de un chico más de los millones que se ven en la calle con una coleta que lleva los cabellos atados bajo los hombros.

Su discurso es el de una nueva generación de políticos europeos formados en la izquierda anticapitalista, con un fuerte componente trotskista, heredera de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) española, que forma parte del Secretariado Unificado de la IV Internacional, pero despojada de la retórica revolucionaria y pragmáticos, diría un ex profesor de sus dirigentes.

Una corriente política que ha sacado de las sombras a personajes sencillos, como el cartero francés Olivier Besancenot, quien fue candidato presidencial de la LCR francesa en 2007, o al estudiante de ingeniería civil, Alexis Tsipras, de la coalición izquierdista griega Syriza, quien hoy se desempeña como diputado.

Pero el partido Podemos, tiene en 2015 tres grandes desafíos electorales: Uno, el 24 de mayo, cuando se celebraran las elecciones municipales y algunas autonómicas; dos, las elecciones autonómicas que no hubieren ocurrido en mayo se celebraran el 24 de septiembre; y, finalmente, el 20 de diciembre, cuando se llevarán a cabo las elecciones generales para la renovación de los 128 senadores y los 350 diputados, de donde saldrá el siguiente Presidente del Gobierno.

Las encuestas les siguen favoreciendo a Podemos, como lo comprueban dos encuestas realizadas en noviembre pasado: la de Metroscopia, del 2 de noviembre, dio a Podemos el 22,2 por ciento de la intención directa de voto; comparado con el 13,1 por ciento del PSOE, y el 10,4 por ciento del PP; mientras que tres días después, el barómetro del CIS le dio a la formación de Iglesias un 17,6 por ciento, al PSOE un 14,3; y al PP un 11,7 por ciento. En estimación de voto, que recoge datos cruzados y que es realmente la válida, la que más se acerca a los resultados de unas elecciones, el PSOE de Pedro Sánchez superaba a Pablo Iglesias en seis puntos. El PP, en quince. Al tiempo.

Críticas         
Aunque Podemos se define como “herramienta al servicio de la ciudadanía, que tiene el objetivo del protagonismo popular y de recuperar el déficit democrático que estamos viviendo”, y para ello ofrece: “una estructura abierta, viva y cambiante, es decir, democrática y ciudadana donde todo el mundo pueda participar”, las críticas no han dejado de estar desde la misma fundación.

Los críticos más severos de Podemos vienen de la academia y se dirigen al componente ideológico y político de esta formación. Por un lado están los que exploran en las raíces políticas, como el profesor Santos Julia, quien afirma que Podemos se encuentra en las coordenadas de: “La lucha por la hegemonía, de Antonio Gramsci; la razón y la mística del populismo, de Ernesto Laclau; algo de Lenin y mucho de Carl Schmitt”.

Por razones semejantes, el igualitarismo defendido por el partido, ha sido calificado como utópico por Salvador Aragonés, quien encuentra sus raíces “en Marx y Lenin y un populismo imitando a la Venezuela de Chávez y al peronismo argentino”, para concluir que podría terminar en una “dictadura cerrada” al primar la igualdad sobre la libertad.

Académicos como Antonio Elorza, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid señalan que Podemos, de llegar al poder, daría “prioridad a necesidades bien reales (desahucios, pensiones, corrupción)”, pero prescindiendo de una estimación de sus costes y con “mentalidad chavista” disuelta en el extenso programa del partido, por lo que “es justa la calificación de populismo”. 

En el mismo sentido, se expresa José Ramón Montero, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid, quien opina sobre Podemos que: “combinan en mayores o menores dosis recetas extraordinariamente simplificadas de neopopulismo, antieuropeísmo, anti-partidismo y antisistema, así como un izquierdismo maximalista aplicado sin muchos matices a todas las causas, todos los líderes, todos los países”.

Ariel Jerez, profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense y miembro de Podemos, lamenta que el término «populismo» tenga una “carga negativa” y la atribuye “a la acción de los grandes medios de comunicación”, y opina que Podemos “tiene un componente populista autoasumido, incluso dentro de un debate”, y tal debate es un avance. 

Iñigo Errejón, jefe de campaña de Podemos, confesó: “existen condiciones para que un discurso populista de izquierdas, que no se ubique en el reparto simbólico de posiciones del régimen, sino que busque crear otra dicotomía, articule una voluntad política nueva, con posibilidad de ser mayoritaria”.

Y, claro, los líderes del PP y PSOE, Mariano Rajoy, Presidente del Gobierno, aseguró que va “a trabajar” y hacer todo lo que esté en su “mano” para evitar el avance de los populismos, mientras en el PSOE afirman: “Hay quienes quieren asaltar el cielo. Yo prefiero mejorar la tierra y la vida de la gente”.

En definitiva, Podemos representa un ejemplo de cómo convertir la indignación en cambio político, lo que mucha falta hace a un México, metido hoy en un callejón sin salida, aun cuando las dudas son grandes. Pero así es, en una democracia.  

 

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