Suscribete

 
1828 29 Abril 2015

 

 

La historia de las Españas y la Enciclopedia Álvarez
Joan del Alcázar

 

Valencia.- Buena parte de quienes cursamos los estudios previos al bachillerato durante los años cincuenta y sesenta lo hicimos con la Enciclopedia Álvarez.

Y con ella aprendimos algunas líneas básicas de nuestra historia: que España ya existía en la Edad antigua, la que “comprende desde que se tuvo del hombre noticias escritas hasta la invasión de los bárbaros del Norte en el año 409”; que esa España estaba poblada por los íberos y los celtas ―pequeños, morenos y de procedencia africana los primeros; altos, rubios y procedentes del centro de Europa los segundos― de cuya mezcla saldrían los celtíberos, que ocuparían el centro de la península. Estos se caracterizaban, explicaba la Enciclopedia por su extraordinario amor a la independencia, por ser intrépidos y feroces, por luchar en guerrillas contra cualquier pueblo extranjero que los atacara y porque estaban juramentados en que “cuando el jefe moría en el combate, todos los seguidores se daban muerte a sí mismos” [sic].

Recordaba Joan Romero aquella Enciclopedia hace unos días durante la presentación del libro que ha editado junto a Antonio Furió, Historia de las Españas.

El nuevo libro es un volumen conformado por una docena de textos firmados por otros tantos prestigiosos especialistas. La nómina de estos es toda una garantía de calidad ya que, más allá de los propios editores, la conforman Josep Fontana, Antoni Simón, Joaquim Albareda, Antonio Miguel Bernal, Pedro Ruiz Torres, Juan Sisinio Pérez Garzón, Borja de Riquer, Ramón Villares, Manuel Alcaraz y Alain C. Cagnon. El eje vertebrador de los textos, “la idea fundamental que atraviesa el libro es que una cosa es el estado y otra, la nación. Los intentos de encajar por la fuerza estado y nación han fracasado”.

El problema de España, una y mil veces abordado y una y mil veces no resuelto. Como explica en su capítulo Pedro Ruiz Torres, titulado “Los usos de la historia en las distintas maneras de concebir España”, ya desde los treinta volúmenes de la Historia General de España de Modesto Lafuente, a mediados del siglo XIX, ha tenido vigencia el relato de una “antiquísima nación española, [en la que] sobre todo en el último período visigodo, en los reinos cristianos durante ‘la Reconquista’ y en la nación fraguada por los Reyes Católicos, estaban ya las libertades fraguadas en el siglo XIX, tras la abolición del absolutismo, sin necesidad de una revolución como la francesa”.

Cierto es que ese problema conecta claramente con la idea que expresa Josep Fontana en la Introducción del volumen, cuando dice que la intolerancia ha sido un signo característico de la historia de España. Como lo es, apunta Ruiz Torres, que el desarrollo del sistema autonómico de las últimas décadas y las políticas antisociales de respuesta a la crisis de estos últimos años no han hecho sino agudizar las dificultades de avanzar en la resolución del conflicte.

Ante el desencuentro creciente que se está dando entre el gobierno de Cataluña y el del Estado, Pedro Ruiz Torres disecciona el debate parlamentario de 1932 entre José Ortega y Gasset y Manuel Azaña, a propósito del Estatuto catalán. En aquella extraordinaria controversia se evidenció, una vez más, que había dos formas radicalmente distintas de concebir tanto a España como a su historia.

La tesis de Ortega era contundente: rechazaba cualquier reivindicación de soberanía por parte catalana, en tanto que aceptarla significaría de forma inmediata una catástrofe nacional. Además, añadía, la soberanía emana del pueblo, pero no del pueblo de Cataluña sino del español, por lo que solo éste tiene derecho a decidir si rompe o no la convivencia. La de Azaña estaba en las antípodas. El presidente del gobierno entendía que la petición catalana de autonomía era legítima, fundamentalmente porque los promotores habían cumplido con todos los trámites constitucionales y porque consideraba que la pretensión de los catalanes de vivir de otra forma dentro del Estado podía conjugarse con los intereses de España en el seno de la República.

Tras la larga noche franquista, durante la cual España fue aquella que describía la Enciclopedia Álvarez, la Constitución de 1978 no fue capaz de resolver de forma clara lo discutido entre Ortega y Azaña. Así, en el artículo 2, queda negro sobre blanco la indisoluble unidad de la Nación española a la forma orteguiana y, paradójicamente, se reconoce el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones, lo que parece un evidente reflejo azañista. ¿Fue la Constitución de 1978 un ejercicio de síntesis entre ambos planteamientos, un intento de resolver aquella contradicción irreconciliable?

Si lo fue, hoy en día esa solución padece una crisis profunda. Dicen Romero y Furió en la presentación del volumen ―y no les falta razón― que España está inacabada. Añaden, además, que la historia del país está repleta de desencuentros, que ha habido poco diálogo sobre las cuestiones esenciales relativas a la convivencia de los pueblos peninsulares.

Ahora, dicen los editores, ante quienes proponemos una redefinición del Estado español aparecen, una vez más, aquellos que se sitúan fuera de la historia, aquellos que siguen con su Enciclopedia Álvarez insistiendo en los tres milenios de existencia de la nación española. Eso, dicen Romero y Furió, “no es sino una manera de expresar la inseguridad sobre el presente y de conjurar, de forma imperativa y categórica más que reflexiva y crítica, los temores sobre el futuro”.

No les resulta fácil, pues, tener ilusiones fundadas en que seremos capaces de avanzar, pero ―una vez más― habremos de hacer de la necesidad virtud y contrapesar el pesimismo de la razón con el optimismo de la voluntad. No podemos dejar de publicar libros, de generar debates, de interpelarnos mutuamente para abandonar de una buena vez la doctrina de Antonio Álvarez Pérez y su Enciclopedia que el franquismo nos obligó a ingerir en dosis nocivas para nuestra salud.

Como dijo Joan Romero en la presentación del volumen, los autores han pretendido “que las nuevas generaciones se acojan al pasado colectivo de otra manera distinta a la de la que nos formamos con la Enciclopedia Álvarez”. Ojalá tengamos un poco de suerte y lo consigamos. Este libro, desde luego, es una excelente contribución para ello.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com