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1828 29 Abril 2015

 

 

De pollos y chivas
Samuel Schmidt

 

Ciudad de México.- Encontré a una familia, padre, madre y dos hijas, que pedían aventón en la carretera de Ciudad Juárez a Chihuahua. Era una familia de pollos, denominación que se le da a los migrantes indocumentados.

Ellos venían de regreso hacia su pueblo en Durango, porque el pollero que habían contratado para que los cruzara a Estados Unidos, los había alojado en un hotel en Agua Prieta, donde los abandonó. Esperaron tres días y se convencieron que los 22 mil pesos pagados se habían perdido; junto con ellos se perdió el celular de él y los aretes de las niñas, para poder comer y sostenerse ese tiempo.

Les pregunté por qué habían decidido irse y me contestó él –ella no hablaba– que su papá le había dicho que se fueran; él vive en California y les mandó el dinero para el pollero.

–De todas maneras vendimos unas chivitas para el viaje –me dijo. Las chivas se convertirían en un tema importante de la plática posterior, porque a menos que hubieran decidido quemar las naves, lo que justificaría vender los animales, era posible que hubiera más.

En las tres largas horas que duró el viaje a Chihuahua, porque ellos seguían a Durango, la plática incidía en los menonitas; él insistía en saber de dónde venían y por qué eran tan industriosos. La pregunta estaba bien dirigida porque en la zona de donde venía hay una comunidad de menonitas que prosperaron muy rápido, mientras que los agricultores locales la pasaban con dificultad.

Mi respuesta es que había dos factores centrales: la primera es que se trata de una comunidad con una fuerte ética de trabajo, que se distrae poco y logra una elevada productividad; la segunda, es que no buscan ni esperan la protección del gobierno, y por lo tanto, no esperan a que alguien les traiga las cosas, ellos generan su medio de trabajo. Cosa en la que estuvimos de acuerdo; por ejemplo, mientras que los campesinos mexicanos esperan que el gobierno les traiga agua, los menonitas perforan pozos y logran una agricultura avanzada.

Yo seguí indagando sobre su situación, para ver si la migración le cambiaría radicalmente la vida, y me llamó especialmente la atención que me dijera que tenía animales y que había vendido algunas de sus chivas. Mientras él se fue de viaje, su hermano se encargó de cuidar el rebaño.

Me contó entonces que tenía varias decenas de chivas, las llevaba a pastar al cerro y las ordeñaba todas las mañanas. Producía una cantidad de leche entre 40 y 60 litros diarios. Cada litro se lo compraban a 5.50 y la leche la usaban los menonitas para hacer queso. En cierto momento dijo medio molesto que el comprador de leche andaba en una “troka” nueva, mientras él ni a troka llegaba.

En el caso que su ingreso fuera solamente la venta de leche, recibía en promedio 2 mil 475 semanales, casi 9 mil mensuales. A esta cantidad había que agregar lo que le producía la producción de su milpa. Este es un ingreso relativamente elevado para el medio rural mexicano.

Cuando le propuse que empezara a producir queso pareció sorprenderse, porque nunca lo había pensado. Su mamá sabía hacer queso y si seguía un enfoque paulatino para transitar paulatinamente de vendedor de leche a productor de queso, podía usar 10 litros para hacer un kilo de queso diario (esa es la cantidad de leche requerida para producir queso), solamente un kilo de queso le permitiría ganar 50 pesos diarios adicionales; producir cinco kilos le daba una ganancia de 350 pesos semanales, con lo que el ingreso mensual se acercaría a 20 mil pesos, cantidad superior a la que ganan muchos profesionistas y que posiblemente tardaría en ganarlos en Estados Unidos. Ya entrados en gastos, sugerí que podía asociarse con otros lecheros y hacer una cremería, con lo cual podrían alcanzar una escala de producción mayor y hasta competir con los menonitas. Me dijo que lo pensaría.

No quiero sugerir que representa al común de los migrantes, posiblemente se trate de un caso especial, cuya motivación fue que el padre le insistió en que lo alcanzara.

La aventura le fue dolorosa, me aseguró que nunca en la vida volvería a intentar cruzar a Estados Unidos.

Ahora se llevaba la sugerencia de enfrascarse en un proyecto personal de desarrollo, que en cualquier caso le resultará mejor que dejarse engañar por un pollero.

 

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