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1908 19 Agosto 2015

 

 

Las guerras del óvulo
Joaquín Hurtado

 

Monterrey.- En Nuevo León está por reactivarse un peligroso territorio en disputa. Se pretende aprobar al vapor un dilema profundo y delicado. El aborto se quiere prohibir y penalizar sin excepción. El cuerpo femenino se convierte en vulgar baratija por las partes en pugna.

-La vida es vida porque vive en la vida.
-¿Y quién lo afirma, vida?
-¡La vida!

El gameto desata las más bajas pasiones de los poderosos. Ambicionan su conquista definitiva. Ansían su colonización y control. La irresoluble querella  filosófica, política, económica, religiosa se va a resolver con un sofisma legaloide. El destino y usufructo del cuerpo de las mujeres pasará a ser propiedad de policías y tinterillos.

-Aí stá esa vieja panzona, licenciado, la agarramos inflagranti.
-¿Y cual es el delito, comandante Pantaleón?
-Se quiere deshacer del producto.
-¡Jesús nos ampare, que pase la desgraciada!

El óvulo humano tiene un diámetro de 0,1 milímetros. Ese brevísimo espacio vale miles de millones de pesos en la subasta de intereses y conveniencias de un gobierno corrupto, mentiroso y malversador de las arcas como el de Rodrigo Medina. La mezquina negociación de los altos mandos no se interesa por cualquier ovocito. Su voracidad se endereza hacia un huevo muy  particular: aquel que ya ha sido fecundado.

-El Sr. Gobernador desea celeridad en la aprobación de sus cuentas chuecas.
-Dígale a su majestad que ya sabe el precio: óvulos revueltos con machaca.
-¡Salen! ¿Algo más?
-El jefe quiere una misa en Catedral para celebrar el triunfo de la vida.

En realidad todos los óvulos importan en el mercado de divisas y bulas ministeriales, régimen patriarcal encubierto por damas oportunistas y piadosas. El piso de remates alcanza el paroxismo cuando la entidad microscópica ya ha sido penetrada, invadida por el espermatozoide del macho, sujeto privilegiado en esta guerra. Pontífices, alcaldes, seglares y pecadoras declaran en coro:

-El pedazo de carne fertilizado por gracia del Señor es misterio secular, nacionalismo casto.
-¿Y la mujer que lo lleva en su seno?
-¡Pus también, pero por zorra no vale igual!

Posesión indisputable, dominio pleno, propiedad estatal, bien común: el útero de las mujeres en edad reproductiva tiene que soportar este árido léxico, propio de comisionistas y actuarios. Todo en aras de la protección de la vida.

-¿De cuál vida?
-Pues la única que vale: la del embrión.
-¡Acabemos con el sexo pecador!

Con la cerrazón que caracteriza a las bestias encaprichadas que sólo responden al chicotazo y a la zanahoria del amo, los miembros de la actual legislatura van a cambiar las reglas que hasta hoy han protegido a las mujeres de los abusos de una sociedad que gira en torno a un solo polo, por y para beneficio exclusivo de los hombres.

-¿Y ahora qué hacemos con la vieja abortista, pareja?
-Chínguesela usted camarada comandante; que la violada, violada se queda.

El derecho a la vida desde el momento de la concepción es un viejo estandarte de las fuerzas y grupos más reaccionarios. Estos han perdido casi todas las batallas culturales de una sociedad cimentada en el laicismo. Si se aprueba la reaccionaria reforma constitucional en este cierre de administración, en realidad nadie ganará nada.

El aborto es un atolladero ético que carece de salidas fáciles. Toca fibras tan íntimas y de salud social que es capaz de alterar el tejido de una comunidad que se quiere moderna, incluyente y democrática. El pleito afecta principalmente a las mujeres. Sin embargo su voz no se ha querido escuchar… hasta hoy.

 

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