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1923 9 Septiembre 2015

 

 

Seis escritoras mexicanas
Eligio Coronado

 

Monterrey.- Admiramos a los escritores, pero no los conocemos. Si acaso parte de su obra, pero sólo parcialmente.

Esto queda claro en el volumen Seis niñas ahogadas en una gota de agua*, donde Beatriz Espejo (Veracruz, Ver., 1939) analiza exhaustivamente la vida y obra de Pita Amor, Guadalupe Dueñas, Elena Garro, Rosario Castellanos, Amparo Dávila e Inés Arredondo.

Sus pasiones, sus motivaciones literarias, su vida familiar y sentimental, su personalidad y su obra como expresión artística, catarsis o terapia, son reveladas y sustentadas por una amplia bibliografía que incluye, en algunos casos: “Bibliografía selecta”, “Hemerografía selecta”, “Textos o cuentos antologados”, “Biografías”, “Entrevistas escogidas”, “Hemerografía indirecta”, “Tesis”, “Libros sobre su vida y obra”, “Prólogos”, “Escritos autobiográficos”, “Ensayos, notas y reseñas”, “Guiones de cine”, “Teatro” y “Discos”.

Todas ellas comenzaron a descollar en los años cincuenta, a pesar de las condiciones desventajosas que un país atrasado, machista e iletrado le imponía a las mujeres. Por ejemplo, de Pita Amor (cuyos primeros tres poemarios se publicaron en 1946, 1947 y 1948) se dijo que “se los había escrito Enrique Asúnsolo, poeta además de pintor, y que Alfonso Reyes (…) había intervenido (…) en la redacción” (p. 19). El tiempo ha legitimado esos poemarios entre los que se cuenta el clásico Yo soy mi casa (1946).

¿Cómo lograron vencer esas dificultades?: “Este primer bloque de cartas (de Rosario Castellanos) descubre la voluntad inquebrantable de ser escritora como un deber que se había impuesto, una pasión frente a la que caían sus otras pasiones” (p. 88), “(Elena Garro) escribía como un destino del que no pudo sustraerse ni en las peores épocas de crisis” (p. 73), “(para Amparo Dávila) la literatura ha sido (…) una larga y terca pasión en la que se porta como enamorada inconstante pero no infiel” (p. 111), “(los primeros cuentos de Inés Arredondo) Causaron interés por su originalidad, una manera distinta de ver las cosas. Esgrimía gran poder de observación. Se fijaba en los detalles y desarrollaba los asuntos con un lenguaje que se acercaba mucho a la prosa poética, invitando a creer que lo más insólito es posible” (p. 44).

De todas ellas, hubo una que resplandeció más y no sólo por su obra literaria: Pita Amor: “Sabía provocar comentarios (…). Elegía para vestirse modelos firmados por los modistos de moda (…), organizaba fiestas en su casa o asistía a las de los intelectuales, allí, arriba de las mesas se desnudaba en las oportunidades propicias (…). Asistía a corridas de toros con sacos sastre orlados de zorros (…). Publicaba en diferentes diarios, revistas y suplementos (…). Tenía un programa de televisión (…). Repartía en las redacciones de los periódicos retratos suyos como si fueran volantes (…). Esa publicidad (…) le valió un público fiel y una reputación dudosa compartida por otras mujeres, como Nahui Olin, Lupe Marín, María Asúnsolo, Tina Modotti, Machila Armida, que habían abierto caminos y roto tabúes hacia la libertad sexual (…). Los creadores plásticos contribuyeron a celebrarla. Enrique Asúnsolo (…). Juan Soriano (…), Manuel Rodríguez Lozano (…), Cordelia Urueta (…), Gustavo Montoya (…), Raúl Anguiano (…). Diego Rivera (p. 9, 11).

Tiene razón Beatriz Espejo al sentenciar que “De tan apabullante, su leyenda acabó devorando su obra” (p. 32).

 

* Beatriz Espejo. Seis niñas ahogadas en una gota de agua. México, D.F.: Edit. DEMAC / UANL, 2014. 141 pp., Fot. (Colec. Mujeres que Cuentan.)

 

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