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1938 30 Septiembre 2015

 

 

Tres locos y un café
Eligio Coronado

 

Monterrey.- En Tres locos y un café* tres hombres se lanzan a la placentera tarea de convocar a las musas y ellas han acudido al llamado. El resultado son estos ochenta y un poemas escritos de primera intención, a veces al vuelo y a veces previamente meditados.

Como suele ocurrir en todos los poemarios iniciales, hay poemas impetuosos, construidos de prisa para no perder el hilo temático, pero también hay poemas impecables, como si hubieran sido dictados por esas hadas madrinas de los noveles escritores que son las musas.

Otro aspecto en el que coinciden nuestros tres autores es en la amplitud temática, detalle muy comprensible cuando se empieza a escribir pues uno desea abarcar todos los tópicos, desde todos los enfoques y en todos los matices: religión, filosofía, romanticismo, erotismo, lectura, insomnio, lluvia, noche, escritura, indigentes, desamor, amor filial, soledad, tiempo, árboles, violencia, inseguridad, nostalgia, prostitución, sexo, mujeres y decepción, entre otros.

No faltan aquí los poemas narrativos donde el autor transforma una sensación en una historia, acaso siguiendo sus instintos literarios que le indican cuál es la forma más adecuada de hacer lucir un tema o de presentarlo en sociedad.
Ejemplo de esto lo encontramos en “La luz…”, de Antonio Sánchez Ramírez, donde el protagonista se descubre durmiendo en un cementerio (p. 37-38) y en “Cuento”, de Delfos Moyano, donde una mujer y un hombre se hallan en un bosque para representar la alegoría de que con un poco de olvido se cura toda pena, aunque ésta sea originada por la soledad (p. 59).

Lo mismo sucede con Nohé Portes en un “Cigarrillo”, auténtica declaración de amor generada por la falta de un cerillo o encendedor para “tener tu cuerpo / encendido entre mis dedos” (p. 129).

A nivel individual, la obra de Antonio Sánchez Ramírez (El Mante, Tamps., 1958), destaca por sus aspectos filosóficos, sociales y eróticos; tiene más estructura y no se apoya tanto en la rima para buscar el efecto poético; posee cierta naturalidad y su voz literaria se encuentra en proceso de maduración: “La mirada perdida en la nada / sin un punto fijo, / sin un blanco específico / ni un pestañeo, nada, / abstracción total, retraído / ningún movimiento facial, / corporal, ni siquiera una ceja / inmóvil totalmente, aletargado, / abrumado y vencido” (Calor, p. 24).

Por su parte, Delfos Moyano (Matamoros, Tamps., 1949) destaca en el aspecto amoroso. Él prefiere instalarse en la comodidad de la estructura tradicional del verso medido y rimado, y no se arriesga a buscar otras estructuras o a experimentar otros formatos, razón por la cual tardará en hallar su verdadera voz. Sólo el ejercicio constante de la escritura le permitirá seguir creciendo: “El tiempo es la vara / con que nos mide Dios / nunca nos da la cara / es etéreo es veloz / Que rápido que pasan / los años sin cesar / primavera y verano / y el otoño quedó atrás” (El tiempo, p. 83).

Finalmente, Nohé Portes (Poza Rica de Hidalgo, Ver., 1964) destaca por su poesía erótica y social. Su impulso creativo es febril y envolvente y, en su afán por decirlo todo, se desplaza a otros géneros como el cuento, el minicuento, el artículo, el ensayo y hasta el reportaje. Cuando logra ajustarse al enfoque poético produce textos trascendentes: “Yo quería escribirte un poema / el más bello de toda la historia / sin embargo / estoy aquí / bailando como un delfín / en el mar de tu cuerpo / llenando el vacío / de un amor que no tienes en casa” (Poema y delfín, p. 109).


                                                                                                                     

* Antonio Sánchez Ramírez, Delfos Moyano y Nohé Portes. Tres locos y un café. Monterrey, N.L.: Grupo Editorial RegioNegocios, 2015. 131 pp. (Serie: Poesía.)

 

 

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