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1938 30 Septiembre 2015

 

 

El poder de la identidad
Samuel Schmidt

 

Monterrey.- Hay ciertos elementos en la cultura de los pueblos que se convierten en factores poderosos de identidad.

La historia y la construcción cultural tienen un gran peso sobre esos factores, algunos unifican a la sociedad, otros llevan a construir estereotipos que distorsionan las relaciones sociales generando grupos que son rechazados.
Para los judíos la persecución fue un factor importante que influyó sobre las actitudes de relación con las sociedades con las que convivían y en la posguerra, especialmente después del holocausto, la muerte se convirtió en un factor identitario de primera importancia. Por eso en parte, la construcción de un Estado judío fuerte, con un ejército poderoso y jóvenes fuertes y valerosos es un elemento modificador del patrón cultural viejo.

Pero esto funciona en dos direcciones distintas: mientras que para los judíos juega un papel mítico que arquetípicamente genera al nuevo hombre, para los que se resisten a abandonar los viejos estereotipos en los que veían a un judío disminuido, perseguido y hasta deformado (imaginariamente) físicamente, el ver la grandeza judía les representa un choque cultural tan poderoso que no pueden despojarse de el. Esto explica en gran medida porque el anti judaísmo, que he denominado judeofobia, se reemplaza con un odio insensato e irracional contra Israel. Aquellos a los que llamo falsos humanistas levantan la voz ante cualquier enfrentamiento en Gaza, denunciando un genocidio que no es tal, con esto equiparan a los judíos que fueron víctimas, con sus verdugos, y de ahí brincan sin pudor a comparar a los judíos/israelíes con los nazis.

Lo mismo le sucede a muchos racistas con los negros. No pueden tolerar que aquellos que fueron esclavizados, denigrados hasta extremos vergonzosos, ahora se levanten para manejar decisiones importantes en el mundo. Los racistas no pueden tolerar que un negro sea presidente de la principal potencia en el mundo. La crítica a Obama no es contra el imperialismo estadounidense que tiene mucho de que ser criticado, se dirige hacia el negro, hacia aquel que según ellos arribo accidentalmente, siendo que nunca debió haber abandonado su posición de ser inferior.

En este terreno se encuentra la mujerofobia o misoginia. Aquellos que odian a un grupo usualmente odian a muchos, así no es extraño que el racista que odia a judíos, también lo haga con los negros y las mujeres. No hay nada que les revuelva más las entrañas que ver a una mujer que descolla. De nuevo hablando sobre Estados Unidos, la opción para los racistas de ver que es posible que el negro sea seguido de una mujer, los tiene vueltos locos, y recurren a cualquier triquiñuela con tal de descalificarla.

La historia en ocasiones se puede disfrazar, se pueden distorsionar eventos, causalidades y consecuencias, pero tarde o temprano salen a la luz aquellos elementos que le son incómodos a ciertas personas.

Para los negacionistas, aquellos que tratan de ocultar las ignominias recurriendo al ocultamiento de la realidad o bien a su distorsión, lo más doloroso es que se muestren las evidencias de la verdad. Ya sean los que niegan la evolución de la humanidad, el calentamiento global, o las cámaras de gas y los hornos crematorios.

Lo más interesante es que para los que niegan su racismo con sandeces como sostener que algunos de los discriminados son sus amigos o que inclusive los admiran: “yo admiro a algún negro, algunos de mis mejores amigos son judíos”; a final de cuentas la realidad los abofetea como lo que son: seres inmundos que alimentan sus pobres aspiraciones con el odio a los demás.
Para los mexicanos el racismo es un componente cotidiano. Uno de los insultos cotidianos es llamar a alguien “pinche indio” y es frecuente ver el uso de las cruces gamadas, y aunque muchos confundidos sostienen que el que porta una esvástica no sabe muy bien el origen ni significado del símbolo,  lo que si sabe es que es una muestra de rechazo a los judíos.

Una sociedad donde prevalece el racismo está muy lejos de la democracia, por la sencilla razón de que alguien que odia es porque no se considera igual a los odiados y política sin igualdad equivale a cualquier cosa menos a democracia. Pero más grave es que sobre el odio solamente pueden construirse sistemas de rechazo y discriminación y éstos son un caldo de cultivo propicio para dictaduras. Por eso Trump esta cerca del fascismo, así como lo estuvieron los militares que dieron golpes de estado para destruir comunistas.

La tolerancia es la demanda de los tiempos, pero también es el objetivo a atacar por grupos de intolerantes.

 

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