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1948 14 Octubre 2015

 

 

Ruleteros
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- Le tuve que decir al taxista qué ruta seguir para llevarme a Washington con Zaragoza. Llegó de Torreón, me comentó. Tenía meses en busca de empleo. Un vecino le renta el carro. No tiene licencia ni nada. Sale de apuros a golpe de mordida.

Entendemos que vivimos una crisis muy difícil y la gente tiene que allegarse ingresos. Este conductor por lo menos se portó con decencia. La mayor parte de los manejadores de carros de alquiler son personas de bien. Pero algunos son narcos, o choferes de sicarios, o simplemente se dedican más que a la tarea del volante a asaltar al usuario.

Hace algunos años la Agencia Estatal del Transporte, AET, ordenó que el prestador del servicio colocara su foto y nombre en lugar visible. Esa directiva hace rato se dejó de respetar. Tampoco he visto que ningún vehículo lleve extinguidor o extintor. Muchos aurigas se niegan a usar el taxímetro y pretenden fijar cuotas altísimas. Otros se dan el lujo de preguntar a dónde va el cliente y con frecuencia alegan diez mil pretextos para negar el servicio.

Los autos de base son seguros, pero abordar uno de la calle es jugar a la ruleta rusa. Por lo que toca a los sitios fijos en los hoteles de lujo, hay que decir que los aurigas abusan del turista y perpetran asaltos en poblado. Este es uno de los problemas que debe atacar Jorge Longoria, flamante mandamás de la AET. Esto, por lo que toca a los que antes llamábamos ruleteros.

Con los camiones las dificultades son más serias. La falencia más grave del sistema es que el público no está representado. En el Consejo tenemos de dulce, de chile y de manteca: desde los ipecos hasta los caciques sindicales –casi todos ellos flotilleros– sin faltar las voces que hablan por la UANL y el Tec. Pero los usuarios de los camiones no están representados. Un tanto kafkiano, ¿no?

El Consejo y la AET, al servicio de los ruteros, aumentan el costo del pasaje en cuanto éstos chasquean los dedos. Nadie protesta. Estos representantes de las fuerzas vivas no viajan en taxi ni en, vamos a llamarlos, autobuses, porque somos muchachos bien educados. Son de auto y algunos de ellos se dan el lujo de tener chofer. Así que les vale un adarme si el sufrido pasajero paga diez, quince o treinta pesos cada vez que aborda uno de estos ataúdes rodantes. Claro: los únicos que podrían expresar descontento serían los delegados de esa sufrida masa de usuarios. Pero sus asientos siempre han estado vacíos.

Don Jorge: lo invito a que desquite el sueldo. Si no puede hacer la tarea, pídale un caballo al gobernador y váyase al rancho de Andrés Manuel López Obrador.

Pie de página
Este tecleador tiene, en la Feria del Libro, evento doble el próximo fin de semana. El sábado 17, a las siete y media de la noche, en el pabellón de la UANL, mi amigo, el poeta y ensayista Alfonso Reyes, hará la segunda presentación de mi libro La Casa del Enemigo Malo [coedición UANL/La Quincena]. Y al día siguiente, a las doce horas del domingo 18, en la sala 101 mi editor, el también poeta, periodista e investigador literario Arnulfo Vigil, presentará mi título más reciente: Hotel Zuazua. Están todos cordialmente invitados.

hugo1857@outlook.com

 

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