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1948 14 Octubre 2015

 

 

Videgaray y los preciosos ridículos
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- Al Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, nunca le va bien cuando presenta su Reforma Fiscal. A su exposición de motivos le faltan argumentos convincentes.

No sabe combinar bien dialéctica con medidas fiscales. El problema es que luego la llevamos todos los contribuyentes.

A Videgaray le queda como anillo al dedo un término: “patriotismo de la constitución”. Esta idea del filósofo alemán Habermas le serviría bien ahora que pretende defender a capa y espada una política de gran severidad fiscal; una política que a todas luces no es pareja.

Pagar impuestos no nos alegra a nadie, pero según Videgaray es el acto patriótico por excelencia. O sea que quien no paga impuestos infringe el “patriotismo de la constitución”, al decir de Habermas, y comete traición a la patria.

Todos los que asistimos hace décadas en la Ciudad de México a las reuniones de café con don Miguel Mancera, aprendimos a pagar impuestos con un cierto grado de molestia por la injusta medida, que no suele ser equitativa.

Todos pagamos impuestos “à contre coeur”, como dicen los franceses, y nos tragamos el cuento de que la evasión fiscal es un delito y además un escándalo porque pagar impuestos honestamente es dar buen ejemplo. Nadie sabe a quién, ni para qué, pero es dar buen ejemplo.

Cada cual paga lo que puede de acuerdo con un canon (odioso) y contribuye a sostener al Estado corrupto en el que no hemos elegido vivir. En teoría, pagar impuestos nos daría el derecho a exigir a nuestros gobernantes la máxima honestidad y el rigor en todos los asuntos públicos. Pero en la práctica opera todo lo contrario.

Esto viene a cuento desde que en México se exentó prácticamente de impuestos a las 700 empresas más grandes y se ahogó con cargas fiscales a las demás que ganan más de 500 mil pesos al año.

Una acción pública tiene que ser trasparente. Y en este caso Hacienda se quedó en el limbo. El temor consiste en que esta dieta de credibilidad sea tan trasparente que desaparezca el poder legítimo del gobierno y se comience a hacer lo que 700 multimillonarios decidan. 700 multimillonarios que son como nuestros “preciosos ridículos” (diría Moliere).

700 multimillonarios que no leen a Habermas ni creen en el patriotismo de la constitución. Y peor: que no pagan más del 2 por ciento de impuestos.

 

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