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1951 19 Octubre 2015

 

 

Prudencia de estadistas
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- Hace 53 años, el mundo estuvo a un paso de sufrir la guerra que terminaría con todas las guerras… y, de paso, con la raza humana. La crisis de los misiles soviéticos en Cuba empezó propiamente el 15 de octubre y fue superada en las primeras horas del domingo 28, gracias a la prudencia y talla de estadistas de John F. Kennedy y Nikita Jruschov.

La CIA sabía, desde luego, que Moscú tenía en la Gran Antilla 42, misiles de alcance medio con 45 ojivas nucleares, cuarenta cazas Mig-21, cuatro regimientos de Infantería mecanizada y armamento antiaéreo de última generación. En total, 47 mil soldados, marinos, aviadores, artilleros y técnicos de diversas especialidades.

Los silos de misiles atómicos apuntando a la URSS que tenía Estados Unidos en Turquía justificaban el despliegue de músculo soviético en Cuba. Washington, humillado por el fracaso de Bahía de Cochinos, tenía a punto la Operación Mangosta: la invasión de la isla por parte del Ejército y los marines.

El descubrimiento de los emplazamientos coheteriles rusos encendió todas las señales de alarma en la Casa Blanca y el Pentágono. Fue el 22 de octubre cuando Kennedy anunció al mundo que había desplegado una Flota alrededor de Cuba para impedir que llegara más material soviético. Lo que siguió fue la más tensa e inteligente ronda de negociaciones llevada a cabo en estricto secreto.

Fidel Castro y el Che Guevara pretendieron presionar a Jruschov para que de una vez y por todas oprimiera el botón. Lo mismo le exigían a Kennedy sus generales y almirantes y es de suponer que en Moscú los mandos militares también demandaban a gritos que empezara, ya, la hecatombe. En su libro “Guerra y Política”, el talentoso analista norteamericano Bernard Brodie subraya que Kennedy sabía muy bien que no podía ni debía humillar en público a los rusos. Por su parte, Jruschov –al igual que JFK, veterano de la II Guerra Mundial– desde el mismo día 22 ordenó a sus buques suspender la navegación a Cuba.

La propaganda estadunidense quiso presentar a Kennedy como el gran vencedor de la prueba de fuego termonuclear. No fue así. Desde el principio las dos partes buscaron un acuerdo pacífico que combinara garantías para ambos. Lo lograron. JFK mandó retirar los misiles de Turquía y entregó al Kremlin un compromiso de estado, no de gobierno, que ponía a Cuba a salvo de cualquier agresión por parte de la Unión Americana.

¿Estuvimos cerca de la destrucción total? Sí: en varios emplazamientos misileros, tanto rusos como norteamericanos, hubo oficiales que a balazos trataron de controlar los mandos para disparar los cohetes nucleares teledirigidos. Los militares son iguales en todas partes. Querían la guerra. Y sí, hubo uno que otro incidente, aislados, por fortuna.

Un avión espía U-2 fue derribado sobre Cuba y otro “desapareció” en el espacio aéreo soviético. La US Navy, por su parte, agredió a un submarino nuclear ruso y lo obligó a emerger. En su diario, el Che escribió con amargura su desencanto. El pueblo cubano, asentó, tenía “decisión de lucha, aunque fuera solo”.

Estamos vivos gracias a la sabiduría y prudencia de dos grandes líderes. De Kennedy y de Jruschov se puede decir lo que comentó Lord Bolingbroke del duque de Marlborough: “Era un hombre tan grande que he olvidado sus vicios”.  

hugo1857@outlook.com

 

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